Stella
Había pasado casi dos días sin tener que toparme con ninguno de los Giordano. Pero la gente me miraba y cuando pasaban me veían. Se hacía un silencio incomodo. Sobre todo las chicas, ahora que ya mi identidad es revelada por todas partes. El idiota de Enrico imprimió cientos de hojas con mi nombre y una foto mía que de seguro me investigaron y colocaron esa foto. Las personas ni siquiera optaban por disimular lo hacían descaradamente. Incluso algunas chicas pusieron en esas hojas que tenía mi foto. Ponía palabras como: "Zorra" (fue la más destacable), "Interesada" "Incitadora" e infinidades de otras palabras.
Nadie cruzaba palabra conmigo, nadie se acercaba a mi ni siquiera se sentaba conmigo. Y todo por haber desafiado al venerado de mierda Enrico Giordano. Ya no importaba.
Estábamos sentadas en el comedor del instituto. No íbamos a comer la comida del colegio, compramos comida en Subway, además de coca cola. Abrí mi botella de Coca Cola y bebí.
-Todo esto es una mierda-. Me quejé antes de tomar mi sándwich de pollo a la boca y darle un mordisco.
-Y tendrás que seguir soportándolo, Stella-. Dijo Larissa.
-Si, pero ve a tu alrededor-. Señalé a todos los que estaban en otras mesa, estaban mirándome y hablando.- Parece que fuera una infección ambulante.
-Ok, pero pensé que te importaba más estudiar que lo que opine la gente-. Agregó Larissa dudosa.
Tragué la comida y medité en lo que iba a decir.
-Si. Esto demuestra que ese maldito simio se ha salido con la suya-. Dije con molestia.
Habían pasado tres días compartiendo con Larissa. Ella me ha demostrado que es una persona muy agradable y comunicativa.
-Bueno, vamos a cambiar de conversación-. Propuso. Yo asentí.- ¿Por qué no hablamos de que me gusta como luces hoy? ¿Eh? Comencemos con eso.
Solté una carcajada algo ruidosa y la gente me observaba aún más.
-¿En serio?-. Pregunté entre risas.
-Si-. Hizo un chillido.
Miré y vestía unos joggers altos rosa pastel con rayas blancas a los lados. Una camisa con mangas blanca con letras japonesas en el centro. Unos tenis blancos. Cabello recogido en un chongo y dos mechones que caían en mi rostro, y una chaqueta de jean, pero no la tenía bien puesta, dejaba al descubierto la manga corta de mi camisa.
Miré a Issa y ella supo lo que mi mirada decía. Otra vez volvimos a soltar una risa y fue interrumpida por la melodía de Gucci Gang de Lil Pump había sonado. No era el sonido de mi celular ni mucho menos el de Larissa.
-¿Que es ese sonido?-. Pregunté.
Issa hizo una mueca mientras se encogía de hombros.
-A parecer proviene de tu bolso-. Señaló mi bolso.
Lo tomé y revisé. Era del celular que me había ganado en la apuesta. Miré y era un mensaje de un contacto que decía: "Mi amor". Abrí el mensaje y lo que descubrí me dejó impactada. Eran unas fotos de ella desnuda y otras de ella al parecer haciéndole sexo oral a él, bueno, en realidad. No puedo confirmar si era él, solo aparecía la chica con un miembro en la boca.
Solté una carcajada y le mostré las fotos a Issa. Ella dejó caer la mandíbula y luego carcajeó.
-Cuando vea a este chico le devolveré su celular-. Dije antes de volver a reírme.
Bebí de mi Coca Cola. No pude evitar volver a reír por la fotos que había visto. De pronto, tomé mi sándwich y le di otra mordida sonriente.
Levanté la mirada y si lo que estaba viendo era cierto, me iba a morir.
Mi sonrisa desapareció al ver que Enrico Giordano caminaba entre el espacio de las mesas del comedor hacia nosotras.
Perdí el apetito y fue reemplazado por un escozor de rabia. Aunque, debo admitirlo, tiene muy buen gusto el idiota. Llevaba una chaqueta marrón con una camisa blanca debajo. Unos jeans y unas botas entrelazadas. Un reloj dorado adornaba su muñeca izquierda. Su cabello estaba recogido con mechones que le caían en el rostro. Hasta el caminar imponía seguridad.
Todos los miraron pasar.
Finalmente llegó a nuestra mesa. Lo vi más grande que nunca, su figura imponente hacía intimidar a las personas, pero no se lo demostré.
Miré a Larissa y ésta estaba como si viera al mismísimo Dios. Estiré mi brazo para tomar mi Coca Cola, pero él la cogió y la colocó lejos de mi alcance.
Puse los ojos en blanco.
-¡Ay, Dios! Enrico-. Soltó Larissa en un jadeo de asombro.
Coloqué los codos sobre la mesa y apoyé la cara en mis manos. Enrico hizo un gesto con la mano como si la estuviera saludando sin dejar de mirarme.
-Hace años que no rondaba por aquí-. Dijo como si estuviéramos en una conversación amigable.- Pero, de seguro. Esa comida no es de este colegio-. Señaló a mi sándwich.
-¿Qué quieres?-. Pregunté de golpe.
Enrico se sentó frente a mí.
-¿Qué quiero de qué?-. Enarcó las cejas. Se estaba divirtiendo.- ¿De esta comida? Nada, ahora no tengo hambre.