Stella
Estábamos alocadas. Escuchábamos Sad Girl de Lana del Rey a todo volumen mientras bailábamos y comíamos helados. Debo admitir que esto es diversión para mí. Nos estábamos poniendo mascarilla y esperábamos a que se secara para retirarla con agua. Larissa tenía puesto un camisón que le llegaba hasta las rodillas. Y yo tenía una bata de baño ligera rosa con flores haciendo contraste, debajo de la bata tenía solamente mis bragas color vino. Cantábamos la canción, yo con un el control remoto de la televisión y ella con un cepillo para cabello.
Realmente estábamos disfrutando. Yo soy fan, muy fan, de Lana del Rey. Me decantaba sus canciones y a Larissa también. Pasamos a otra canción, era West Coast, esa era una canción muy sensual.
-Cualquiera diría que estamos nostálgica-. Dije entre risas y alzando la voz para que me escuchara.
-Si, en realidad estamos celebrando de nuestra primera mascarilla juntas-. Bromeó. Solté una carcajada ruidosa. Larissa bajó el volumen al reproductor.- Ve, si ya las galletas están listas-. Ordenó.
Habíamos hecho unas galletas de chocolate y queríamos saber si quedaron buenas de sabor y de presentación. Fui a ver si ya estaban listas. Nos fuimos a la cocina. Larissa se quitó con agua la mascarilla y yo después de revisar las galletas, cerciorarme de que estaban listas, las saqué del horno y luego fui a lavarme la cara.
Busqué una toalla y sequé mi rostro. De pronto tocaron la puerta.
-Yo iré mientras tú mete las galletas en el refrigerador-. Le dije.
Iba descalza. Abrí la puerta y allí estaba Pietro. Ni siquiera se inmutó al ver mi aspecto.
-Aquí están-. Dijo de golpe y entró sin esperar a que yo lo invitara.
Dejó una pila de libros sobre la mesa que estaba al lado de la puerta.
-¿Son todos?-. Pregunté ya que esperaba que fueran más.
-No-. Respondió con hastío.- Escogí lo más ligeros para ti.
Enarqué las cejas en un asombro divertido.
-Gracias-. Titubeé. Él me miró, examinándome. Entreabrió los labios, pero lo interrumpí.- Si dices algo respecto sobre mi vestimenta, te mato.
Sonrió porque se dio cuenta de que yo puede descifrar sus pensamientos.
-Elige con anticipación-. Dijo.- Nos vemos luego.
En cuanto se estaba retirando para irse, alguien estaba a punto de tocar la puerta. Era Enrico
"¡Mierda! ¡Mierda, mierda, mierda!", gritó mi fuero interno.
Ellos no parecían sorprendido, pero yo si lo estaba. Vestía unos jeans que se le ajustaban bien su cintura. Una camisa blanca y una chaqueta negra.
-¿Qué pasa, Pi?-. Saludó como si nada a su hermano y le dio una palmada en el hombro. Me asombró su apodo. Pietro se apartó para dejarlo pasar. Enrico entró y me buscó con la mirada.- ¿Estás Lista?-. Preguntó.
Solté una risa breve.
-¿Para qué?-. Pregunté mientras me acercaba al mueble.
-Para salir, Stella. ¿Para qué más?-. Respondió como si estuviera harto de repetirlo.
-¿Te parezco que estoy lista?-. Me señalé.
-Sí, pero para a darte una ducha o que estás saliendo de una-. Su tono de voz sonó como si se estuviera burlando.
Decidí acostarme en el mueble. Puse mi espalda en él.
En ese momento, Larissa salió con las galletas.
-Deberías probar esto, están...-. Dijo mientras comía, pero se detuvo al percatarse de la presencia de los hermanos. Se asombró y se podía notar más porque no tenía los lentes puestos.- Hola Pietro-. En su voz se podía notar los nervios.- Y... Enrico-. Le costó saludar a Enrico. Ella lo miraba raro, y me parece que estos dos tuvieron algo por el estilo.
Los Giordano hicieron un gesto con las manos el mismo gesto para saludarla. De verdad se parecen.
-¿Ustedes también se va?-. Preguntó Enrico, mirando a Larissa y Pietro con una sonrisa juguetona.
-¿Quiénes?-. Frunció el ceño Pietro.
-Tú y Larissa-. Dijo señalándolos.- ¿Tu escogiste a ella?
Pietro observó a Larissa mientras que yo juagaba con mis piernas. Las estirabas, las encogía y las cruzabas.
Cuando vi que era lo que trataba de decir Enrico, me adelanté.
-¡Sí!-. Exclamé girándome antes de levantarme.- Y creo que deberíamos ir todos juntos.
-Me parece que no-. Dijo Pietro negando.
-No seas aburrido, Pi-. Enrico se estaba divirtiendo.- Todos estamos saliendo, así que será divertido.
-No me digas así-. Masculló.
-¿Enrico?-. Le llamé.- Al menos, ¿ellos pueden acompañarnos? ¿Pueden?
Enrico se metió las manos en el bolsillo y encogió los hombros. Curvó la boca hacia abajo con un gesto de indiferencia y que le daba igual todo.
-Por mí, no hay problema-. Accedió.
-Enrico, tengo cosas que hacer-. Se estaba evadiendo. En realidad, no quería salir.
-A estas horas nadie tiene nada que hacer-. Me crucé de brazos.