KIARETH
Rodearla no es una opción, de acuerdo con esa sor-prendente reacción. Quizás es algo bastante delicado, me digo, intentando comprender el por qué se ha sobresaltado de esa forma, como si hubiese soltado una bomba que ella ha evitado pisar durante mucho tiempo por alguna razón todavía sin explicar.
Los dedos le tiemblan sobre esa cuchara que mira como si fuese lo más importante en el mundo; por lo tanto, me inclino hacia adelante mientras me siento a un costado del suelo algo alejado de ese escritorio.
—¿Lo has pensado alguna vez, Janeth? —insisto, a sabiendas de que es una de las opciones más obvias en caso de caer dentro de un círculo vicioso donde uno lastima al otro y el tiempo ha de advertirle a todos que eso en cualquier momento ha de terminar mal—. Jane…
—Muchas —respira hondo. Las palabras se me atoran y me obligo a relajarme, o, bueno, lo hago de la mejor forma que encuentro— veces. Muchas veces; pero… es peligroso.
—Si gustas aquí mismo te damos un teléfono ahí para que puedas denunciar a ese tipo. Tienes magullones en una parte de la cara y quién sabe dónde más —apunta mi abuela que se encuentra igual o incluso más preocupada y confundida que yo.
No me da la cabeza para otorgarme una respuesta a lo que pasa dentro de la suya, porque solo ella sabe lo que ha vivido; pero si tiene miedo aún a sabiendas de que ese tipo, pues… pues…
—Es verdad. Puedo darte el mío si quieres —le digo y saco ese celular al que le queda como quince por ciento de batería—. Además, si también tienes moretones en otra parte lo podemos usar como evidencia para ir al juzgado e imponer una denuncia.
Como un escalofriante gesto nada sincero, Janeth de pronto sonríe.
—Verás, si me lo dices así me lo pintas muy fácil —me suelta mientras estira las piernas hacia el suelo.
—¿Y no es así? Si tienes más golpes podemos tomarle fotos, usarlo como evidencia, ir a denunciarlo y hasta pedir una orden de alejamiento en su contra. ¿T-Tú qué dices, abuela?
—Es lo más sensato, cariño. Si tienes miedo de ese tipo y crees que va a volver a como me dijiste en la mañana entonces, eso, hay que ir a denunciarlo mañana a primera hora por si acaso.
—Mañana no tengo clases en la mañana entonces fácil te puedo acompañar e iremos al hospital a hacernos una prueba de COVID.
—Es que es más complicado —vuelve a decir y me impaciento un poco, porque no entiendo cuál puede ser el problema de que vayamos a ese sitio y hagamos el intento de protegerla de un tipo que por tantos años la ha controlado a su mero antojo y Janeth quizás hasta poco que se dio cuenta. No sé cómo funcionen los pensamientos de alguien que ha estado aislada de esa forma; pero he de intuir que no son nada positivos si ella actúa de esa forma tan fea teniendo la libertad en la palma de sus manos… o en la punta de los dedos.
—¿Se puede saber en qué sentido es más complicado? —pregunto en cambio mientras respiro hondo y espero a una respuesta suya—. Tan solo tenemos que ir a la policía… esperar a que nos atiendan y luego proceder con el resto. No sé si pidan papeles y tampoco sé si los tengas; pero es peligroso si no hacemos algo para evitar que ese tipo se te vuelva a acercar y atente en tu contra o algo parecido. ¿No te parece una buena idea? ¿Por qué quieres… no hacerlo?
—Ya lo he pensado muchas veces; pero es complicado que las autoridades nos hagan caso. No sé a cuál fiscalía nos tocaría ir en caso de hacerlo; suena muy peligroso y…
—Peligroso —repito—. ¿Por qué? No tienes por qué tener miedo.
—En estos momentos no puedo siquiera explicarte todo. Es complicado.
—«Estos momentos»? —pregunto, imaginándome que quiere tomarse un tiempo antes de correr a hacer que ese tipo no pueda acercarse más a ella por bien suyo, su jodida seguridad. Ella abre los labios; pero los cierra, pensativa y yo no sé cómo decirle que si esperamos es… si esperamos a que ese tipo la tenga fácil en caso de encontrarla—. ¿Entonces cuándo le pondrás la denuncia? ¿Cuándo agarres tantito valor? ¡Ya saliste de ahí! Eso es de sentirse orgullosa porque, a ver, no todos pueden decir que escaparon de una relación tan fea como esa.
Intento sonar emocionada; no obstante, se me dificulta.
—No lo entiendes, Kia —ella niega, y odio con toda mi alma ese tono tan derrotado con el que me habla, con el que parece suplicarme—. Sí, tengo moretones y aunque los muestre, está complicado que miren estas marcas y piensen en él como el culpable.
—¿Qué?
—Cariño, a ver, creo que estás siendo muy pesimista… —Mi abuela interviene y me toma de la manga para apartarme de ahí.
Tengo que levantarme para hacerle caso; pero todo dentro de mí se alza en incredulidad por lo que escucho, por esa negativa a algo tan importante como lo es el denunciar a un abusador. Sin embargo, me muerdo los labios y musito una disculpa en voz baja. Mi abuela asiente y continúa.
—También necesitamos saber… —continúa mi abuela Alma y se inclina— ¿por qué no quieres ir? Si es por tu bien…
—Es más complicado de lo que parece porque, bueno, él tiene contactos, es alguien, podría decirse, importante en su trabajo —Y mira a todos lados mientras habla, su cuerpo removiéndose un poco. Me muevo a su campo de visión para que se relaje, lo que funciona porque se detiene mientras aprieta el borde del escritorio—. No sé si eso le otorga inmunidad en caso de que alguien llegue y quiera decir algo en su contra; pero tampoco quiero saberlo… es peligroso.