Alexa
A pesar de la presencia de Arturo el trayecto a casa resulta tenso, lucho con mis párpados que quieren ceder ante lo débil que me siento, escucho voces a lo lejos y dejo que el tono de voz grave y el otro más agudo me arrullen cono si de una nana se tratara y me hundo en la inconsciencia.
A las voces de antes se unen otras nuevas y ante el esfuerzo de abrir mis ojos cuyos párpados pesan como si fueran de plomo bailan ante mi imágenes difusas de mi madre y mi hermana, quienes se abalanzan sobre Gabriel Santiesteban con preguntas al llevarme pegada a su pecho, el cual se siente cálido y acogedor por lo que hundo más mi rostro en él, mi madre y Santiesteban me preguntan por la medicacion y con esfuerzo logro susurrar la palabra bolso.
En medio del ir y venir de la inconsciencia mi hermana me hace tragar varias pastillas mientras Arturo se niega a irse de mi lado a pesar de que su padre le diga que necesito descansar. Segundos, minutos o horas después recobro la conciencia por el molesto pinchazo de una aguja en mi brazo izquierdo, trato de moverme pero soy sujetada por mi madre quien sigue las ordenes de un hombre quien se dirige a mi con palabras tranquilizadoras.
El tiempo pierde su significado y las imágenes de mis padres y mi hermana junto a mi lecho se alternan una y otra vez.
Despierto con las voces de mi madre y de mi hermana, trató de estirar los músculos de mi cuerpo y aunque siento cierta rigidez no experimento dolor.
—¿Llamó otra vez? —escucho a mi madre preguntar en voz baja y con un matiz de interés que capta mi atención.
—Sí, mamá, eran otra vez Gabriel Santiesteban y su hijo Arturo —mi hermana guarda silencio por unos segundos— , es extraño el apego que siente ese pequeño por Alexa, especialmente, cuando ella no es muy amistosa con los niños.
—Los giros del destino son inexplicables, Rebeca.
—¿Por qué lo dices, mamá?
—Cosas mías, Rebeca. Cosas mías.
—Mamá —trato de decir lo mas alto posible para llamar la atención de mi madre y mi hermana que por lo que presumo deben estar del otro lado de la puerta, la cual es abierta rápidamente por Rebeca, quien cede el paso a mi madre que se acerca emocionada y acaricia mi rostro de forma suave y con ojos húmedos.
—Que susto nos diste, Alexa.
—Fue solo un virus, mamá.
—¿Sólo un virus?, llevas 5 días en cama, tu padre estuvo a punto varias veces de correr contigo al hospital pero el médico que trajo el Señor Santiesteban lo consideró innecesario mientras se te vigilara permanentemente y se te suministrara la medicacion al pie de la letra. Él y una enfermera pagada por el padre de Arturo han estado viniendo todos los días a monitorear tu estado de salud.
—Mamá, el señor Santiesteban no tiene porque costearme un médico o una enfermera. No es su responsabilidad. No entiendo como mi padre pudo permitirlo.
—Te puedo asegurar que en un principio tu padre se negó, pero ante la insistencia de Santiesteban terminó por ceder, especialmente, cuando el padre de Arturo manifestó sentirse culpable ya que si no fuera por la travesura de su hijo habrías iniciado tu medicacion a tiempo.
—Ese hombre es más terco que una mula.
—El y su hijo —agregó mi hermana— ambos llaman todos los días a preguntar por tu salud y en más de una ocasión el padre ha tenido que traer a Arturo quien viene cargado con flores o regalos para ti.
—¿Regalos?
—Sí, regalos. Están sobre la mesita de noche a tu derecha. Tuvimos que colocarlos ahí por insistencia de tu pequeño admirador. ¿Dime, hermanita, qué has hecho para robarte el corazón de Arturo? —me regala una mirada pícara y risueña.
—No tengo idea, de la nada Arturo se acercó a mi y empezó a escribirme notas acompañadas de regalos y aunque al principio lo ignoré después de un par de días empecé a responderle y la verdad, no me arrepiento. Es un niño muy tierno y cariñoso. Es una lastima haber tenido que alejarme por las sospechas de su padre, él cree que guardo algún interés oculto. Es más, no entiendo el por qué de sus llamadas y por qué permite que el niño me envíe obsequios.
—Por tu padre y Arturo, hija. Gabriel Santiesteban tuvo que darle muchas explicaciones a tu padre el día que se presentó contigo en brazos y ardiendo en fiebre, al contarle sobre sus sospechas tu padre salió en tu defensa, le exigió alguna prueba en contra tuya y tuvo que reconocer que eran solo meras conjeturas, su propio hijo abogó por ti, le aclaro que él fue quien se acercó a ti, porque eres muy parecida a la mamá de Tim.
—¿Tim?..., ¿Quién es Tim? —pregunto confundida
—Tim, es el personaje principal de su cuento favorito, la trama se centra en un niño cuyo madre muere y él pide al cielo que le concedan otra madre y un día llega a su casa una caja llenas de piezas que corresponden a una madre armable, para que cobre vida Tim deberá tener con ella gestos de amor —me explica mi hermana.
—Por eso los detalles —mi memoria hace un recuento de todos los gestos y regalos que Arturo inexplicablemente ha tenido conmigo desde que me conoció.
—El señor Santiesteban se disculpó con tu padre y en desagravio prometió hablar con el rector para evitar cualquier malentendido, también piensa disculparse contigo —dirijo a mi madre una mirada llena de ironía —No es un mal hombre, hija. Debes entender que por su posición y dinero muchas personas se acercan a él y a su familia con malas intenciones.
—No sé qué pensar, mamá. Ese hombre me ha insultado y amenazado desde el primer día que nos vimos.
—Inténtalo, al menos por Arturo, ese niño es un primor.
—Por Arturo, lo haré. Pero solo por él —declaró con firmeza.
El sol de la tarde entra por los ventanales iluminando la estancia con sus últimos rayos, mientras mi madre tararea en la cocina y mueve alegremente sus caderas al ritmo de Celia Cruz con las manos llena de masa, el timbre suena y aunque mi madre me hace señas de que permanezca sentada en el sofá me levanto con cuidado y me dirijo a la puerta, apenas la abro siento el impacto de un pequeño bólido, coronado por unos hermosos rizos castaños y un par de ojos grises duplicados en el hombre que lo acompaña, quien me sorprende con una mirada amable desprovista del desprecio que usualmente refleja cuando se centra en mí.