Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 37

Gael se retorció en el suelo, ahogando un grito de dolor por los golpes y las quemaduras de la batalla. Mientras tanto, Iris se arrastró con dificultad hasta la pared y se recostó sobre ella, con la vista pérdida en el horizonte.

—Maldita sea —gruñó Gael.

La chica no dijo nada. Permaneció inmóvil y con una expresión vacía en el rostro. Por el contrario, su cabeza era un auténtico hervidero. Destellos de lo que acaba de suceder, uno detrás de otro, no dejaban de bombardear su mente. Se preguntó cómo podía cambiar tanto la vida de una persona en tan solo unos cuantos minutos. Aquella misma mañana, estaba a punto de cumplir su misión de encerrar a Astra para siempre. Dreiss la protegía, y parecía, incluso, admirar la poderosa hechicera en que se había convertido. Lira no había acabado de congeniar del todo con ella, pero terminó por aceptarla y respetarla como un miembro más de la orden. Se había enamorado de Álex, que la correspondía y la hacía sentirse amada. Y tenía a su lado a Luna, su mejor amiga y la única persona en la que siempre había podido confiar. Y, ahora, de repente, el mundo se había puesto patas arriba. Astra estaba libre para perseguirla. Dreiss se había vuelto contra ella y había intentado matarla por alguna razón que no terminaba de comprender. Lira no había tardado en posicionarse en favor del hechicero. Y Álex y Luna había perecido en la batalla. Estaba exiliada de la orden, perseguida por todos y sin un sitio al que huir.

En cuestión de minutos, había perdido cuanto tenía.

—Arg... —se quejó Gael, que aún seguía removiéndose en el suelo, mientras trataba de canalizar su energía a la curación de sus lesiones. Iris se reconfortó en la idea de que, al menos, lo tenía a él. Aunque, en el estado en que se encontraba, eso tampoco era un gran consuelo. A pesar de todo, estaban perdiendo estrepitosamente la batalla contra Dreiss, y, de no haber salido huyendo, ambos hubieran corrido la misma suerte que sus amigos caídos.

Iris suspiró. Sin darse cuenta, había estado inmersa en sus pensamientos durante más de una hora. Para entonces, Gael ya había dejado de retorcerse, y se disponía a recostarse junto a ella en la pared.

—¿Dónde nos has traído? —le preguntó, con voz débil.

—A un viejo granero, cerca de la ciudad.

—¿De tu ciudad? —le reprochó él.

—No se me ocurrió otro sitio al que ir —respondió ella, de malas formas, ante la actitud del joven.

—¿No crees que tu ciudad es el primer sitio en el que buscará Dreiss?

—¿Qué más da dónde vayamos? —se lamentó—. Dreiss puede sentir mi poder ancestral en cualquier parte.

—Te equivocas —le rebatió él—. Si te esfuerzas en ocultar tu energía, tendrá que dar la vuelta al mundo hasta encontrarte.

—Pero lo acabaría haciendo.

—Sí —respondió él, sin tapujos—. Pero, al menos, ganaríamos tiempo para recuperarnos y pensar en una estrategia.

La chica bufó, exasperada, como si ya no le quedasen ganas de vivir.

—Si tarda lo mismo que cuando me encontró por primera vez, no tendríamos tiempo ni de respirar.

—Eso es porque no controlabas tus poderes —le explicó—. Dejaste que te desbordaran, y él pudo sentir las fluctuaciones de energía como si fueran martillazos en el techo de su habitación.

Iris se encogió de hombros.

—Bueno, ¿no dicen eso de que lo mejor es esconderse en el sitio más obvio?

—Tan obvio que a nadie se le ocurriría buscar ahí —completó Gael, que luego apretó los labios con inseguridad—. Demasiado peliculero, pero puede que funcione.

—¿Por qué me ha atacado? —quiso saber la chica.

—Porque Dreiss no es el gran y noble hechicero que nos quiere hacer pensar. Luna lo había calado desde el principio. Yo intenté que se pusiera de mi lado cuando llegase el momento. —El chico dio un golpe en el suelo, levantando una nube de polvo alrededor de su mano—. Pero ni siquiera ha tenido tiempo de decidirlo.

—¿De tu lado? —Iris sacudió la cabeza—. ¿De qué estás hablando, Gael?

—Verás —comenzó a explicar el joven—. Yo también creí en Dreiss en un principio. Sus palabras eran grandilocuentes y embaucadoras, y sus objetivos parecían honorables. Pero, poco a poco, me fui dando cuenta de que nos ocultaba información. Nos encomendaba hacer cosas que no entendíamos del todo. Nos estaba manejando como a títeres, haciéndonos creer que luchábamos por una causa justa, pero solo nos utilizaba para sus propios fines.

—¿Y sabes qué es lo que quiere en realidad?

—¿Me preguntas lo que sé o lo que creo? Porque si es lo primero, Dreiss se ha cuidado mucho de hacer que no sepamos nada.

—Entonces, dime lo que crees.

—Lo que creo es que Dreiss jamás ha tenido la intención de confinar a Astra. Él posee uno de los tres poderes ancestrales, y Astra fue encerrada con otro en su prisión. Mi teoría es que intentó traerla de vuelta para robarle su poder, pero lo único que consiguió fue traer su cuerpo. Por eso te ha utilizado a ti. Sabiendo que eres la hija de Cassius, ha acertado al deducir que tenías una destreza innata para alterar la realidad.

—En cualquier caso, yo he hecho todo lo que él me ha pedido. ¿Por qué atacarme luego a mí?

—Porque, si mi teoría es cierta, tú ya has cumplido tu propósito. Astra está fuera y ya no te necesita para nada. Sabe que es cuestión de tiempo que la encuentre. Y tú tienes el tercero de los poderes ancestrales. Si lo que quiere es hacerse con ellos...

—Tendrá que matarme a mí también —completó Iris.

—Así es.

La chica suspiró.

—Supongo que ahora estoy en el punto de mira de ambos.

—¿Por qué crees eso?

—Cada uno tiene un poder, ¿no? —Gael asintió—. Si uno de ellos se hace también con el mío, eso le dará una ventaja enorme sobre el otro.

—Sí —dijo el joven, aunque no muy convencido—, siempre y cuando Astra esté dispuesta a matarte para conseguirlo.

—Ya ha matado a Luna, ¿no? —Iris se encogió de hombros—. ¿Qué le importaría matarme a mí también?



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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