Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 43

Astra recorrió la ciudad que la había visto nacer con la cabeza apoyada en la ventanilla del taxi. Miraba a todas partes con la nostalgia de estar moviéndose a través de un mundo que ya no reconocía. Había pantallas enormes en los edificios, y la gente caminaba de un lado para otro con la vista fija en sus teléfonos móviles. Los estilos de vestir también eran muy diferentes a los de su época, y tuvo que soportar durante todo el viaje la horrorosa música que sonaba en el coche. En algún punto del trayecto, descubrió que el vehículo en el que iba no era en realidad un taxi, sino algo más moderno a lo que el conductor había llamado Uber; y este, un chico joven, lleno de tatuajes y con ropas coloridas y llamativas, casi parecía que la hablaba en otro idioma.

—Uf, este trackazo es pura flama —le había dicho en un momento dado, cuando empezó a sonar una determinada canción—. Tiene un flow que lo flipas, y le tira beef a los posers de TikTok. —El joven la miró por el espejo y le preguntó—: ¿A ti te mola esta vaina?

—Claro —contestó Astra, sin tener ni la más mínima idea de lo que le estaba diciendo.

—Flama, bro—repuso él, que parecía emocionado—. Ya sabía yo que tú tenías swag. No como esos influencers, que intentan ir del palo por cuatro followers y son puro fake.

—Tal cual —le dijo ella, que por un momento se arrepentía de haber salido de la prisión.

Cuando por fin llegaron al aeropuerto, Astra salió del taxi y respiró con alivio el aire contaminado de la ciudad. Sacó del bolsillo el billete que llevaba y comprobó a qué terminal debía dirigirse. Le resultó paradójico ver que la tecnología había evolucionado tanto que casi le parecía magia oscura. Era tarde, y el repiqueteo de sus botines se hacía eco a través de los pasillos. De repente, se detuvo y echó la vista atrás por encima del hombro. Había sentido una fluctuación brusca de energía cerca de allí.

—Dreiss... —susurró, con el ceño fruncido.

Se acomodó la chaqueta y continuó andando, aún más rápido, al tiempo que trataba de mantener su energía al mínimo. Sabía que la detectaría en cualquier momento, pero esperaba que fuera ya demasiado tarde cuando eso sucediera. Aunque, si no estaba los suficientemente lejos para entonces, el mago sería capaz, incluso, de estrellar su avión en pleno vuelo. Nadie sobrevive a un accidente aéreo, y eso no había cambiado en los últimos veinte años. Sin embargo, el miedo había invadido hasta tal punto su mente, que, cuando quiso darse cuenta, descubrió que se había perdido por las terminales. Miró a un lado y a otro, esperando ver a alguien de uniforme que la echase una mano. Pero aquella zona resultó estar completamente desierta. Así que deshizo el camino hasta que, por fin, encontró un letrero enorme que la indicaba la dirección correcta. Y, cuando giró una de las últimas esquinas, para llegar al punto de embarque, vio que dos chicos corrían hacia ella. Al reconocerlos, retrocedió unos pasos y asumió una postura de combate.

—¡Espera! —se apresuró a decirle Gael, intentando tranquilizarla al estirar el brazo—. Solo queremos hablar contigo.

—Vosotros sois siervos de Dreiss. Él os envía a buscarme.

—Te equivocas —la contradijo—. Estamos de tu lado, Astra. Lo único que queremos es que nos ayudes a luchar contra él.

—¡Mientes! —replicó ella, con la voz rasgada.

Los ojos de la hechicera se hicieron blancos y brillantes, como si refulgieran con su propia luz. De repente, un espectro de sí misma emergió de su cuerpo y, para cuando quisieron darse cuenta, se había dividido en más de una decena de copias. Las réplicas de Astra se abalanzaron sobre ellos, que se defendían con ataques que atravesaban sus cuerpos como si fuesen de humo. Mientras tanto, la verdadera hechicera pasaba desapercibida entre los espejismos, dándole el tiempo necesario para calcular con precisión cada onda de choque. Después de varios golpes, los jóvenes acabaron cayendo aturdidos.

Gael se removió en el suelo, y Astra emergió de entre sus fantasmas, blandiendo una espada de energía brillante. Hizo unas piruetas con agilidad, moviéndose para utilizar la inercia a su favor, y le lanzó un tajo con todas sus fuerzas. Iris fue rápida en reaccionar antes de que lo alcanzase, y abrió bajo sus pies una distorsión de la realidad que la absorbió, haciéndola aparecer de nuevo por el techo. Había formado una especie de túnel por el que la hechicera caía una y otra vez, ganando en cada vuelta aún más velocidad. Hasta que, una de las veces, Iris lanzó un pulso de energía que la hizo salir disparada. Recorrió el pasillo con toda la inercia que había acumulado y se estampó de lleno contra una máquina expendedora. Los cristales rotos volaron por todas partes, mientras que los circuitos chisporroteaban en torno al cuerpo de la mujer. Sin embargo, Astra no tardó en reincorporarse, como si nada hubiese ocurrido.

Los dos magos, con tiempo suficiente para recuperar posiciones, se prepararon para un nuevo ataque de la hechicera.

—No somos tus enemigos, Astra —insistió Gael.

La mujer hizo unos gestos con las manos e invocó alrededor de ellas unas cuchillas de energía afiladas, que comenzaron a girar a toda velocidad. Luego, se abalanzó sobre ellos a una velocidad vertiginosa. Iris reaccionó cuando ya había recorrido más de la mitad del camino, y deformó la realidad a su alrededor para ralentizarla, tal y como había hecho antes con Dreiss. Entonces, se dispuso a preparar su contraataque. Sin embargo, los ojos de Astra volvieron a brillar, y su luz alcanzó las pupilas de la chica. Se dio cuenta de cómo sus pensamientos comenzaban a volverse pesados, como si algo tirase de ellos y los hundiese en un oscuro mar de su mente. Llegó el momento en que su cerebro ya no conseguía discurrir, y todo su hechizo se rompió. Astra se aceleró de nuevo, pero la ralentización del tiempo también la había hecho perder el control, y los cuerpos de ambas terminaron encontrándose en una colisión que las lanzó por los aires.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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