Después de entrar en el Reino de las Sombras, Elanor y los Cinco se encontraron con un paisaje desolado y sombrío. El cielo era gris y nublado, el aire era frío y húmedo, y el suelo era duro y árido. No había árboles ni plantas, solo rocas y escombros. No había animales ni personas, solo silencio y soledad. Era un lugar triste y oscuro, donde la magia se había perdido y el mal se había extendido.
· ¿Dónde estamos? -preguntó Elanor, con tristeza.
· Estamos en el Reino de las Sombras, el antiguo hogar de los Antiguos -respondió Aran, con melancolía-. Aquí fue donde ellos construyeron su civilización y alcanzaron su esplendor. Aquí fue donde ellos crearon las siete piedras y los siete espíritus. Aquí fue donde ellos desaparecieron y dejaron su legado.
· ¿Qué les pasó a los Antiguos? ¿Por qué desaparecieron? -preguntó Elanor, con curiosidad.
· Nadie lo sabe con certeza -respondió Aran, con misterio-. Hay muchas teorías y leyendas al respecto. Algunos dicen que se fueron a otro mundo, buscando nuevos horizontes. Otros dicen que se extinguieron por una guerra, una plaga o una catástrofe. Otros dicen que se transformaron en algo diferente, más allá de nuestra comprensión.
· ¿Y qué pasó con su reino? ¿Por qué se volvió así? -preguntó Elanor, con asombro.
· Eso tampoco se sabe con certeza -respondió Aran, con pesar-. Algunos dicen que fue una consecuencia de su partida, que sin ellos la magia se debilitó y el equilibrio se rompió. Otros dicen que fue una invasión de fuerzas oscuras, que aprovecharon su ausencia para corromper y destruir su obra. Otros dicen que fue una maldición de los propios Antiguos, que castigaron a los que quedaron por su traición o su ingratitud.
· ¿Y qué hay de los Guardianes? ¿Dónde están? -preguntó Elanor, con esperanza.
· Eso es lo que tenemos que averiguar -respondió Aran, con determinación-. Los Guardianes son los descendientes de los Antiguos, los que heredaron su sangre y su magia. Ellos son los que pueden ayudarnos a restaurar el reino y a cumplir la profecía. Ellos son los que pueden portar las piedras y los espíritus. Ellos son los que pueden cambiar el destino.
· ¿Y cómo los encontramos? ¿Qué aspecto tienen? -preguntó Elanor, con impaciencia.
· Los encontraremos siguiendo las pistas y los signos que nos dejaron los Antiguos -respondió Aran, con confianza-. Tienen un aspecto humanoide, pero con rasgos distintivos. Tienen una marca en la muñeca izquierda, un símbolo de un árbol con siete ramas. Tienen un color de ojos acorde a su elemento: azul para el aire, rojo para el fuego, verde para el agua, amarillo para la tierra, blanco para la luz, negro para la oscuridad y violeta para el espíritu.
· Entiendo -dijo Elanor, con asentimiento-. Entonces busquemos a los Guardianes y a los otros portadores de las piedras. Tal vez estén cerca.
Elanor guardó su piedra azul en su bolsillo y se preparó para explorar el reino junto con los Cinco. No sabían dónde estaban ni cómo reconocerlos. Pero sabían que eran valientes, leales y sabios. Sabían que eran la esperanza del mundo.
Después de entrar en el Reino de las Sombras, Elanor y los Cinco se encontraron con un paisaje desolado y sombrío. El cielo era gris y nublado, el aire era frío y húmedo, y el suelo era duro y árido. No había árboles ni plantas, solo rocas y escombros. No había animales ni personas, solo silencio y soledad. Era un lugar triste y oscuro, donde la magia se había perdido y el mal se había extendido.
· ¿Dónde estamos? -preguntó Elanor, con tristeza.
· Estamos en el Reino de las Sombras, el antiguo hogar de los Antiguos -respondió Aran, con melancolía-. Aquí fue donde ellos construyeron su civilización y alcanzaron su esplendor. Aquí fue donde ellos crearon las siete piedras y los siete espíritus. Aquí fue donde ellos desaparecieron y dejaron su legado.
· ¿Qué les pasó a los Antiguos? ¿Por qué desaparecieron? -preguntó Elanor, con curiosidad.
· Nadie lo sabe con certeza -respondió Aran, con misterio-. Hay muchas teorías y leyendas al respecto. Algunos dicen que se fueron a otro mundo, buscando nuevos horizontes. Otros dicen que se extinguieron por una guerra, una plaga o una catástrofe. Otros dicen que se transformaron en algo diferente, más allá de nuestra comprensión.
· ¿Y qué pasó con su reino? ¿Por qué se volvió así? -preguntó Elanor, con asombro.
· Eso tampoco se sabe con certeza -respondió Aran, con pesar-. Algunos dicen que fue una consecuencia de su partida, que sin ellos la magia se debilitó y el equilibrio se rompió. Otros dicen que fue una invasión de fuerzas oscuras, que aprovecharon su ausencia para corromper y destruir su obra. Otros dicen que fue una maldición de los propios Antiguos, que castigaron a los que quedaron por su traición o su ingratitud.
· ¿Y qué hay de los Guardianes? ¿Dónde están? -preguntó Elanor, con esperanza.
· Eso es lo que tenemos que averiguar -respondió Aran, con determinación-. Los Guardianes son los descendientes de los Antiguos, los que heredaron su sangre y su magia. Ellos son los que pueden ayudarnos a restaurar el reino y a cumplir la profecía. Ellos son los que pueden portar las piedras y los espíritus. Ellos son los que pueden cambiar el destino.
· ¿Y cómo los encontramos? ¿Qué aspecto tienen? -preguntó Elanor, con impaciencia.
· Los encontraremos siguiendo las pistas y los signos que nos dejaron los Antiguos -respondió Aran, con confianza-. Tienen un aspecto humanoide, pero con rasgos distintivos. Tienen una marca en la muñeca izquierda, un símbolo de un árbol con siete ramas. Tienen un color de ojos acorde a su elemento: azul para el aire, rojo para el fuego, verde para el agua, amarillo para la tierra, blanco para la luz, negro para la oscuridad y violeta para el espíritu.
· Entiendo -dijo Elanor, con asentimiento-. Entonces busquemos a los Guardianes y a los otros portadores de las piedras. Tal vez estén cerca.
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Editado: 28.02.2024