Los Hermanos D'angelo [ahora en físico]

Capítulo 27

—Los mafiosos se matan entre sí sólo cuando están empezando a tener competencia, no por ninguna razón —declaró Jacob.

—¿Crees que los italianos vinieron por los D’angelo porque se están haciendo de poder? —Caro intentaba sacar el tema de la conversación.

—No hay ninguna otra explicación —insistía—. Es raro que hasta que se hicieron de un casino los mandaron matar. Antes ni sus luces.

—No creo que haya sido por la compra del casino, más bien los italianos no sabían que estaban vivos. Recuerda que llegaron aquí desde que eran unos bebés.

—¿Qué nos confirma que no lo sabían? Además, ¿cómo es que se compraron el casino?, ¿de dónde sacaron fondos?

—Su antiguo mayordomo era de dinero, probablemente él les ayudó con la inversión.

—Algo aquí no cuadra, oficial, y sé que usted también lo siente, sólo no entiendo por qué se hace de la vista gorda.

—¿Me estás acusando de algo, agente Smith? —Lo confrontó.

—No, señor, sólo se me hace raro que no intenté indagar ni un poquito.

—Conozco mi ciudad, Jacob. He estado aquí más de diez años patrullando y sé cuándo se trata de sólo problemas delictivos.

—¿La voz de la experiencia? —preguntó incrédulo.

—Estás empezando a entender.

Estaban saliendo de las salas de interrogaciones. Todo el lugar estaba hecho con acabados de madera y cristalería muy brillante. Subieron hacia las oficinas del tercer piso hasta llegar a la del jefe de policía.

—Te sugiero que te centres en cosas de vital importancia —le regañó Caro—, no en tonterías.

—¿Como cuáles?

—Los carteles colombianos o mexicanos.

—Ellos no operan directamente aquí a diferencia de la mafia china y la italiana.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Prefieren irse a lugares donde la policía es más deficiente.

—¿Experiencia propia? —Arqueó el ojo por debajo de los lentes de sol que llevaba.

—Sí… —resopló recordando lo sucedido en Montana.

—Eres del FBI, sabes más que nosotros sobre esto.

—Mi deber aquí no es saber más que ustedes, es ayudarlos y que ustedes me ayuden a mí.

—Entonces ayúdenos a que los carteles que le mencioné no invadan nuestras calles. Puede retirarse a su oficina. —Caro hizo un ademán con la mano para que saliera.

—Seguro —asintió y se marchó.

«La policía está comprada por las mafias. Debo empezar mi verdadera investigación en solitario cuanto antes», pensó.




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