—¿Te hirieron? —le preguntó Antoni.
—No, estoy bien cariño —contestó Anne mientras tomaba la mano que le había puesto sobre la mejilla y la acariciaba.
—Te prometo que esto no quedará así. Haré que todos paguen por lo que nos vinieron a hacer.
—Sé que así será, eres una persona increíble. —La sonrisa en su rostro era sincera. De verdad lo quería.
—En estos pocos meses que te he conocido tes has convertido en alguien importante para mí, no sé qué haría si algo te llegara a pasar…
—Pero no debemos bajar la guardia. Recuerda que estoy al manejo de muchos hombres y mujeres que dan la vida por mí, estoy bien protegida. Debo mantener mi imagen para que me sigan teniendo lealtad, por eso mismo no me he retirado de las calles.
—Y lo entiendo, de verdad. Eso te hace tan perfecta para mí…
Antoni había ido a visitar a Anne al hotel donde se estaba quedando. No la había visto desde el atentado por si alguien que los estuviera vigilando lo seguía, no supiera que ella era una persona importante para él.
Comenzaron a besarse lentamente y a tocarse el cuello, el trasero y sus partes íntimas. De estar en la puerta se encaminaron lentamente hasta la cama de Anne, que estaba cubierta por varias colchonetas que la hacían sentir como una nube. Antes de tumbarse se quitaron ambos la camisa y el pantalón para hacer las cosas más fáciles cuando estuvieran en la cama. A Anne le encantaba dominarlo, le excitaba estar encima de él por lo que empezaron por esa posición; comenzaron a frotar sus partes con la ropa interior para causar más placer. Sin separar sus labios el uno del otro, Antoni pasó sus manos a la espalda de ella para desabrochar su sostén, dejando al descubierto unos pechos voluptuosos con pezones rosados muy erectos. Los pellizcó a ambos a la vez y luego tan sólo a uno mientras al otro lo succionaba y le rozaba la lengua sin parar. Los pequeños gemidos de Anne hacían que su pene se pusiera cada vez más firme, ocasionando que los roces con la vagina de ella fueran cada vez más intensos.
Llegó un punto en el que a pesar de tener los calzones puestos, Antoni ya podía sentir lo mojada que estaba Anne. Sin pensarlo dos veces introdujo su mano por debajo de la ropa interior y comenzó a rozar su clítoris una y otra vez, haciendo movimientos circulares y verticales, justo como a ella le gustaban. Los gemidos se intensificaron considerablemente. Ella tomó la iniciativa y se bajó de él para sacarse la ropa interior. Antoni echó una ligera mirada hacia abajo y notó lo húmeda que estaba la vagina de Anne, verle su parte íntima hizo que se excitara más de lo que ya estaba. Bajó su bóxer y dejó al descubierto su pene, que yacía goteando también. Sin dudarlo, ella lo introdujo en su boca, logrando que Antoni soltara un par de ruiditos de placer.
Después de que ella acabara de hacerle una felación, él se puso encima de ella y comenzó a lamer desde sus pezones hacia abajo, hasta llegar a su vagina, el aroma que desprendía le agitaba las hormonas. Empezó a lamer y succionar tanto como podía, movía su lengua de aquí para allá y rozaba su clítoris con la punta.
Se incorporó para quedar por encima de ella, la sujetó de ambas piernas y en un movimiento brusco las abrió frente a él, dejando al descubierto su vagina rosada recién depilada. Acercó su pene lentamente y lo introdujo en ella, haciendo que empezara a gemir una y otra vez.
Casi dos horas habían pasado teniendo sexo cuando ella estando encima de él comenzó a levantarse y sentarse una y otra vez.
—¡Espera! ¡Me voy a venir! —exclamó Antoni.
—Es lo que quiero —declaró Anne mientras lo hacía cada vez más rápido.
Sin poder resistir mucho más, eyaculó dentro de Anne en medio de un grito de placer. Tras esto, Anne sacó el pene de Antoni de su interior y se acostó a su lado.
—Quiero que tengamos una familia juntos, Antoni —declaró ella.
—Yo también quiero eso, Anne —jadeó Antoni.