Los hermanos Tonali: Atractivos y Peligrosos.

Capitulo 81

Los pies descalzos de Bethany entraban en contacto con el césped verde, y húmedo a causa de los aspersores que el jardinero había puesto más temprano.

El portón de hierro estaba justo frente a ella, y se veía más lejos de lo normal. Solo cruzando aquellas rejas lograría tener libertad, o al menos el principio de ella. Empezó a caminar despacio, casi de puntitas, siendo lo más sigilosa que podía. Era de madrugada así que Ciro estaba durmiendo, si no escapaba en ese momento, entonces no habría otro. Aceleró el paso sintiéndose muy lenta, pero las rejas iban alejándose cada vez más.

-¡Bethany! -Escuchó el feroz grito de su captor desde el interior de la casa. Ciro había despertado. Ya no importaba ser sigilosa. Su caminata rápida, cambió a ser una carrera por su vida.

Corrió tan veloz como pudo, aún así no conseguía acortar su distancia respecto al del portón de hierro. Y si su sufrimiento no fuera suficiente, los perros salieron de su guarida directo hacia ella. Entendió que no estaban allí para hacerle compañía sino para asegurarse que no escapara. Tropezó con sus propios pies y cayó de cara contra el césped.

-¡Bethany! -Escuchó un segundo grito. Volvió la cabeza viendo la imponente figura de Ciro parado en la entrada de la mansión. Era a penas un enorme bulto, una sombra que pronto se dirigió hacia ella.

Dio un último vistazo al portón de hierro, su horizonte imposible y lo distinguió más grande y pesado de lo que es en realidad. No iba a huir nunca.

Se despertó asustada, y se precipitó a encender una lámpara para descubrirse sola en la habitación. Maldijo en voz alta y se dejó caer sobre las almohadas. Odiaba ese tipo de pesadillas porque en el fondo no estaba tan alejado de la realidad.

Saber que un detective privado había estado detrás de ella durante todo este tiempo se hacía difícil de digerir. Y aumentada sus prisas por saber quién era, pues no a cualquier persona se le asigna un detective privado. Ella era alguien de gran valor para alguien que no recordaba, o quizás conocía información valiosa pero de qué o de quién: ¿Del imperio Tonali? ¿De su esposo?

Pronto sintió unas náuseas horribles que la obligaron a lanzarse al cuarto de baño donde respondió a su cuerpo. Cuando terminó de devolver, se cepilló los dientes y lavó sus manos y rostro. Se miró al espejo. La mujer del otro lado tenía sus ojos hundidos y carentes de brillo. Y sus pómulos estaban delgados. Era el reflejo de la tensión a la que estaba sometida. Sería cuestión de tiempo para que los estragos marcados en su cuerpo se acentuarán y empezará a dañar rasgos más profundos que el físico.

Llevó su mano a su estómago cuando de nuevo las náuseas la apercibieron. Aunque esta vez logró contenerse al impulso de devolver. Apoyó ambos codos sobre el lavamanos y ocultó su desvalido rostro en las palmas de sus manos. Los problemas iban en apogeo, como si no tuviera suficiente. Ahora tenía una nueva razón para escapar del dominio de los hermanos.

(...)

Brahim se sorprendió cuando el guardia permitió la entrada de su Roll Royce a la mansión. Pensó que Ciro había prohibido en lo absoluto su ingreso, luego de que haberse enterado de su traición. No sé molestó en meter el vehículo en el garaje, no se estaría por mucho tiempo. Antes de bajarse, tomó una especie de portafolio que llevó consigo.

Frente a la puerta, dudó si tocar el timbre o si ingresar a la mansión con la confianza propia de quién vivió allí por más de quince años. Al final se decantó por esta última opción, y entró con paso sigiloso. Se tropezó con dos mucamas, afanadas en sus actividades diarias que no permitían error de margen. Las ignoró sin inconvenientes y continuó cruzando toda la estancia principal hasta llegar a la oficina de su hermano, la cual encontró con el cerrojo puesto, era obvio que no estaba allí. Siguió decisivo a la parte superior de la masion, escaleras arriba.

-¡Qué rayos pretendes hacer! -Resonó la imponente voz del primogénito. Cuando se enfurecía lograba emular la voz gruesa y áspera con la que Sandro se comunicaba habitualmente. Brahim frenó su recorrido a mitad de camino, enseguida se dio vuelta y volvió a descender.

-Iba a buscarte allá arriba. -Se excusó el menor sin ínfulas altaneras. Ciro se detuvo con los brazos cruzados y mala cara, a centímetros de su hermano.

-¿Qué haces aquí? Ya me has humillado suficiente. -Dijo Ciro. Aunque no lo diría, agradecía la modestia con que Brahim se dirigía a él: de talante sumiso y apartando su vista, casi como si se sintiera avergonzado, aunque el primogénito entediera que era solo un vago consuelo, pues su hermanos siempre fue un sinvergüenza.

-Vine a traerte esto. -Comentó enseñando el portafolio. -Es todo lo que nuestro apreciado amigo Michael recolectó de Bethany. No habría venido hasta acá, pero no respondes a mis llamadas ni mensajes. Y no confío en nadie más para dejárselo, esto es un boleto dorado a la libertad. Cualquiera que tenga esto en su propiedad se convertiría en el consentido del FBI.

-¿Ya lo has visto? -Preguntó, arrebatándolo toscamente de sus manos.

-Sí, quería asegurarme que todo fuera preciso. Te adelanto que ese sujeto lo tenía todo bajo su control. No sé le escapó nada.

-¿Le entregaste el dinero?

-Lo hice solo por ti. Si la decisión hubiese dependido de mí lo habría silenciado justo después que me entregó el portafolio. –dijo Brahim haciendo con su mano un arma que apuntó a su cabeza. Luego tiró de imaginario gatillo.

-No actúes por instinto. Date cuenta de que a partir de hoy ese sujeto está bajo nuestro control. Y ya te digo que nos ayudará mucho tener una lagartija escurridiza así en nuestro equipo. -Dijo Ciro con vanidad.

Pasó a un lado de Brahim, rumbo a su oficina. Sacó la llave del bolsillo de su pantalón y abrió el cerrojo. Aborrecía ese proceso tan largo en comparación a antes cuando solo corría una de las puertas.




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