Dos días pasaron desde la última visita que Enid recibió de Crixus, sus palabras la habían dejado preocupada y nuevamente despertaron en su corazón la ferviente necesidad de escapar. Ella ya no tenía familia, no tenía hogar y mucho menos el amor del único hombre que calmaba su alma, pero aún tenía una oportunidad para obtener redención. Tenía que hacer un sacrificio por aquellos a quienes una vez llamo amigos.
Desde la visita de Crixus se propuso recuperar fuerza, necesitaba concentrar suficiente energía para poder utilizar sus poderes y así comunicarse con alguien afuera. También aprovecho esos dos días para pensar en quien sería la mejor opción para pedir auxilio, al final solo el nombre de una persona permanecía en su mente. Probablemente solo él la entendería, tenía la habilidad espiritual para sentir a otras personas y que quizás sería la única persona que no la juzgaría por ser la causante de la aniquilación total de su gente.
Enid se mantenía sentada con las piernas cruzadas y captando la luz de la luna que se filtraba por la ventana, esa era otra manera de recuperar su fuerza. La energía lunar fue desde tiempos inmemoriales alimento para los Sidhe, era de la luna que el gran árbol que conectaba la vida de su gente con la tierra obtenía su vitalidad.
La puerta de su celda crujió, ella mantuvo sus ojos cerrados sin perder la concentración, de todas maneras no necesitaba ver para saber de quien se trataba. Su particular aroma a bosque le era inconfundible y el sonido de sus pasos jamás la engañaría.
_ ¿Qué haces?_ Su voz le llego clara pero ella no respondió. _Entiendo, ahora no quieres hablar conmigo.
Esa no era la razón, a pesar de todo ella le apreciaba. Fue el único de esas despreciables criaturas que demostró algo de humanidad oculta en el fondo de su maldito corazón y ella agradecía eso desde lo más profundo de su alma, pero al final él era parte de esos enemigos que amenazaban contra la vida de aquellos a quien ella amaba.
_ Está bien, ya que tu no quieres hablarme yo lo hare por ambos._ Enid sintió como Crixus se ponía de cuclillas a su lado._ Los Ancestrales han dado la orden de atacar sin contemplación a los Clanes, ellos son el principal obstáculo entre ellos y los Hijos de Adán, así que los borraran de la imagen.
El corazón de Enid se detuvo, abrió los ojos y se centró en la mirada escarlata de Crixus, a pesar de todo podía ver en ellos algo de piedad.
_ ¿Por qué?_ Pregunto Enid.
_ Ya te lo dije, son un obstáculo…
_ No me refiero a eso, ¿Por qué tanto odio en contra de los Hijos de Adán?
La mirada de Crixus se profundizo más en la de ella, su expresión era de incredulidad, como si fuera ridículo que ella hiciera tal pregunta.
_ Porque ellos tienen lo que nosotros jamás podremos tener._ Mordió su labio como si lo que fuera a decir le causara un inmenso dolor._ Mortalidad, almas sin cadenas.
Enid sintió lastima, terrible y desconsoladora lastima. Aquel hombre frente a ella, tan brutal y asesino como era anhelaba la fragilidad de su humanidad perdida. La capacidad de elegir su camino, el final de la vida y la bienvenida de la muerte para llevar su alma de nuevo a su origen, a las manos de quien había sido su creador. La Sidhe de pronto se sintió agradecida, a pesar del extermino total de su gente ellos habían tenido la elección, murieron con orgullo y no tuvieron que pasar por la tortuosa maldición que debía cargar Crixus.
Su magia siempre fue una pesada cruz, su pueblo vivió con eso durante años y lo enfrentaron de la mejor manera que pudieron; sin embargo, si aquel antiguo poder los hubiese poseído habrían tenido el mismo final fatal de los W'rêumlr, porque si, el único final que le esperaba a Crixus y los suyos era la aniquilación total y la condena eterna de sus almas. Al menos su padre logro salvar el alma de su pueblo en el último momento.
Al menos tenía ese consuelo.
_ Ahora me odias._ Afirmo Crixus._ Soy despreciable a tus ojos.
Enid lo miro una vez más a los ojos._ No, yo no te odio. Solo siento pena.
_ No quiero tu pena._ El W'rêumlr le dio la espalda para evitar que notara en su rostro la decepción que sentía de sus palabras.
_ Y yo no quiero estar aquí encerrada, pero es mi castigo por mi ingenuidad al haber creído en Azrael.
Aquel recuerdo era tan amargo que Enid intentaba mantenerlo lo más lejos de su mente para que no interfiriera con su nuevo propósito. Aquel Caído fue su error más grande, confió demasiado rápido en él y todo a causa de su sueño de verse liberada por esa oscuridad que ocupaba su corazón. Tan ingenua en dejarse envolver por su labia.