La promesa de Trenton no fue en vano, las cosas cambiaron para Ginna, en el pueblo rápidamente se supo el nacimiento de las trillizas que ante los ojos de todos eran las hijas del misteriosos marinero que llegó un día al pueblo, sin embargo, todos veían con heroísmo el acto de Trenton. Un buen hombre que redimía a una mala mujer y la reintegraba a la vida de la gente, "el corazón de oro" le llamaban por las calles, pero esto tenía sin cuidado a Ginna que salía todas las tardes a pasear al parque local empujando su carriola de la mano de Trenton.
Con el rápido crecimiento de las niñas, Ginna y Trenton apuraron su boda y una fresca tarde de abril, con el vaporoso vestido blanco de holanes y el uniforme de la academia bien planchado Ginna y Trenton contrajeron nupcias en el ayuntamiento. Aquel día todas las flores de cada jardín florearon azucenas, los pescadores regresaron con las redes llenas, el mar tranquilo y el sol cálido volcó a todos hacía la playa dejando el pueblo casi en soledad con un dulce aroma a jengibre, miel y limón.
-Hueles a los veranos de mi infancia- susurró Trenton al oído de Ginna mientras Rob tomaba fotos a diestra y siniestra de los novios mientras empujaba el cochecito de bebé. Ginna se había adornado el cabello con lavandas tratando de disipar su propio aroma magico, sin embargo, el tierno comentario de Trenton la ruborizó y pronto comenzó a olfatear un aroma cómo a pastelillos de zanahoria.
-Cariño, si sigues así todos pensaran que el pastelero está luciéndose, no les de crédito a ese hombre-susurró Trenton al oído de Ginna quien había descubierto el secreto de Ginna.
-Lo siento...-musitó Ginna aún más apenada mientras bajaba de las escaleras con Trenton tomando su cintura.
-Te amo Ginna Lavender, con cada aroma que tu magia tenga en poner en el aire- respondió Trenton besando al mejilla de Ginna.
-¡Felicidades a los novios!-gritaba Rob tomando las ultimas fotos del rollo y lanzaba arroz a lo loco.
-Una con mis hijas Rob, ellas también deben de salir- dijo con seriedad Trenton.
-¿Qué dicen niñas, quieren ayudar al buen tío Rob con el arroz?-preguntó Rob a las trillizas asomándose tiernamente por debajo del velo protector.
El par brillante de ojos azules de Faith y Charity le miraban con profundad severidad, como si estuvieran tratando con un tonto. Sólo la pequeña Hope miró con dulzura al joven policía regalándole un sonrisa risueña que parecía dichosa de mirar los rizados cabellos de Rob y su optimismo contagiable.
-Esa es la sonrisa que quería ver mi pequeña Hope, definitivamente tengo esperanzas contigo- dijo Rob. Las hermanas miraban aún más serias al pobre chico mientras Hope reía sonoramente atrayendo la atención de sus padres.
-Creo que tengo una admiradora sheriff- dijo Rob.
-Ni lo pienses Rob- dijo Trenton tomando a la bebé en sus brazos y mirándolo con ojos asesinos ante el ladrón de la sonrisa de su hija. La madre tomó a las otras dos y colocándose en las escaleras el fotógrafo capto el momento en que la familia sonreía alegre ante el arroz que había sido lanzado por Rob.
Ginna sentía el aroma de sus hijas emanar ante la alegría del momento, Faith tenía el aroma característico de vainilla dulce con canela, Charity emanaba a jengibre y chocolate caliente mientras Hope olía a pastel de fresas. Miró a Trenton juntó a ella y una sonrisa se dibujó en su rostro, les esperaba un camino por delante y sin importar lo que sucedería, Ginna no estaría sola.
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Con el pasar de los meses Ginna se mudó a la casa de Trenton, una morada de dos pisos de color blanco en una zona suburbana al norte del pueblo que quedaba a apenas un viaje en bicicleta de media hora para llegar al centro. La casa tenía jardín propició para que Ginna pudiera cultivar sus ingredientes y realizar sus hechizos sin ser molestada, Trenton admiraba la devoción de su esposa para con él.
Desde hacía tiempo Trenton se había sentido sólo, ahora tenía comidas deliciosas y calientes todos los días, además de los mejores lonches y desayunos que podía imaginar, tres hijas maravillosas que en apenas un par de meses tenían la complexión de una niña de un año. A menudo este hecho consternaba a Trenton quien veía con cierta extrañeza el rápido desarrollo de sus hijas.
Ginna en su intentó por no exentar a Trenton de su vida, esta se tomó el tiempo de explicarle la cultura de su gente, pronto Trenton notó que mucho de lo que los cuentos decían eran puras pamplina. Las brujas desconocían su propio origen, pero estaban conscientes de sus habilidades, en algunas culturas se les veía como seres benéficos al servicio de la humanidad, en otras cómo enemigas de esta.
-¿No puedes hacer magia sin elementos naturales?-preguntó Trenton al recibir su clase del enorme libro de hechizos que Ginna tenía en la cocina.
-Las brujas no decimos palabras mágicas o hacemos movimientos raros de manos, la mayoría no tenemos poder para algo así, sólo somos brujas domésticas, utilizamos los elementos a nuestro alcance. Creo que viene de la época del oscurantismo cuando debíamos limitar nuestro poder, inclusive el uso de varitas de rama se limitó, ahora conozco pocas que la usen, más bien usamos amuletos o plantas- dijo Ginna con un guiño mientras prepara un remedio para la tos de su marido. Trenton miró a Ginna con cierta picardía, no imaginaba a su mujer vestida con un enorme sombrero de pico y una capa negra caminando con Romy por el bosque.