Mis manos sudaban y no tenía control de mis temblores. Miré hacia arriba y maldecí entre dientes. Mis padres contenían mis penosas lágrimas mientas le gritaban a ellos.
Mi mirada se encuentra con la de él y una sonrisa perversa y desagradable decora su desgraciado rostro. Mat, mi hermano, se estaba controlando en ir corriendo y pelear con él. Era innecesario, ya que habíamos perdido el juicio y no había nada más que hacer. Nos subimos al coche y fuimos directo a casa.
Mis padres prendieron la computadora y empezaron a buscar casas por los pueblos más cercanos a este, ya que su trabajo estaba aquí. No tardaron mucho en encontrar una humilde casa que nos dé un nuevo comienzo. A las dos semanas emprendimos la mudanza. Durante aquellas dos semanas, no salí de casa. Me sentía sucia y lloraba casi todo el tiempo. Necesitaba un nuevo comienzo, sino, me hundirá en mis propias lágrimas.
A decir verdad, no me costó mucho soltar mi viejo estilo de vida. Porque estaba segura de que aquello era lo mejor que podíamos hacer, alejarnos de aquella familia.
Al llegar al pequeño pueblo de Hillwood, no me esperaba a que fuera tan nublado y gris. Mat hacia chistes de que este pueblo está embrujado y que nos topariamos con lobos y osos. Típico de él.
Mi padre estacionó el coche y nos quedamos bueno la casa, nuestra casa.
Y fue allí dónde decidí que la Sofía de antes había muerto y que la nueva Sofía iba a empezar a vivir la vida, sin importar las consecuencias.
Pero sabía, muy en el fondo, que aquella nueva vida me iba a cambiar por completo.
Para bien y para mal.