Llegamos al instituto. Mi vestido apretaba por cualquier lado y como a mi madre le parecía sexy y atrevido a mí me parecía revelador y fácil. No juzgaba a las chicas que les gustaba ese tipo de vestido pero yo no entraba en ese grupo.
—¿Habrá alcohol? —preguntó mi hermano mientras golpeaba el volante nervioso.
Fruncí mi ceño y niego con la cabeza.
—No lo sé pero tú no tomarás. Me tienes que llevar a casa ¿Recuerdas? —señalé el coche.
—¿Desde cuándo eres tan responsable? La Sofía que conozco no le importaba una mierda todo. —se quejó mientras arrancaba el coche.
—Pues la Sofía que conocías ya no existe. —respondí a secas.
Un silencio incómodo se formó entre nosotros y la música fue nuestra salvación.
Al llegar al famoso instituto Raven's Collage, luces de colores y flashes salían de la entrada principal, decorada con globos y un cartel enorme que decía: Baile de bienvenida. Mi hermano me agarró el brazo y lo entrelazó con el suyo.
—Bueno, hermana, si me encuentras fumado o ebrio ya sabes que hacer. —me dio pequeños golpecitos en mi mano.
—Patearte el culo y mandarte a la mierda por dejarme sola. —sonreí falsamente.
Matías me da una mirada fulminante.
—No. Llamas a mamá o buscas a alguien que te lleve.
—No conozco a nadie, Matías.
—Pues tienes una noche larga para hacerlo.
Revoleé los ojos y me solté de su agarre para entrar yo sola al fastidioso lugar.
Un flash me ceño y pestañee varias veces para acostumbrarme a las penumbras del lugar. Música demasiado alto retumbó en mis oídos haciendo que entrecierre mis ojos.
Un grupo de chicos que se encontraban bebiendo algo me miraban de arriba abajo y les saco el dedo del medio.
Genial Sofía, así vas a hacer muchos amigos, pensaba.
Seguí caminando por todos los chicos y chicas bailando, tomando y gritando al ritmo de la canción que sonaba. Miré a mi alrededor para encontrar a Matías pero me fue imposible, había demasiada gente y todos los chicos estaban vestidos casi iguales.
—Una chica así de bella no tendría que estar en una esquina sola. —alguien habla detrás de mí.
Di un respingo y me doy vuelta rápidamente. Me encontré con unos unos café claros y un cabello castaño parecido al de mi hermano. Su presencia era intrigante y emanaba millares de secretos a través de sus labios.
—¿Te gusta lo que ves? —bromeó mientras le da un sorbo a su bebida, sin sacar sus ojos de los míos.
Pestañee varias veces y di un paso hacia atrás.
—Lo siento. —solté una risita.
—No te preocupes. Soy Grayson Liwon. —estiró su mano.
Con un poco de dudas y confusión, la acepté.
—Sofía...
—Black. —terminó por mí. —Los nombres son palabras poderosas. Asegúrate de no dar el tuyo a cualquier desconocido. —miró hacia arriba, recordando algo —Lo recordé compartimos la clase de matemática.
Asentí con la cabeza, recordando. Él. Él era uno de los cuatro.
—Cierto. Lo olvidé.
Sus labios se estiraron en una sonrisa ladeada. Tragué en seco y di una sonrisa.
—Que extraño. Generalmente somos nosotros los que los olvidamos. —respondió con arrogancia. Arquee mis cejas. —Consejo, mantente cerca de alguien. Las noches de Grillwood no son muy seguras.
Recordé lo que estaba escrito debajo del cartel en la entrada del pueblo.
—¿Por qué? ¿Hay muchos robos? —me interesé.
El castaño larga una risa, pero sin gracia. Le da el último trago a su vaso, lo arrugó en su mano y lo tiró al suelo.
—Ojalá solo fueran simples robos. —murmura.
—¿Secuestros? —intenté de nuevo.
—Bueno, si irás a la fiesta luego, nos vemos allí. Adiós, Sofía. —me ignoró y un escalofrío pasó por mí columna cuando pronunció mi nombre. No logré ver cuando se fue.
—Adiós. —mi voz salió en un susurro.
¿Qué acaba de pasar? Mi mente entró en un trance y escuchaba un pitido agudo en mi oído derecho. Dolía. Mucho.
Decidí alejarme del salón. Mis pies se movían de manera involuntaria y no sabía a dónde me dirigía. Pasé por pasillos y pasillos hasta que me di cuenta que entré al baño de mujeres. Mi respiración estaba agitada y una pequeña línea de sudor bajaba por mi cuello. Abrí la canilla y mojé mi nuca y cuello, en busca de algo que enfríe mi cuerpo.
—¿Estás bien? —una voz femenina sale de uno de los cubículos.
Levanto mi mirada y veo en el reflejo del espejo a una chica apoyanda en el marco de la puerta. Me di vuleta y mis labios temblaron al esforzar una sonrisa.
—Sí. Un poco mareada, estoy bien. —tartamudee.
—Tranquila, a mí me pasa lo mismo. Mucha gente en un lugar es muy abrumador. —comentó.
Asentí con la cabeza.
—No eres de hablar mucho, ¿cierto? —preguntó.
Arquee una ceja.
—Es decir, pareces una chica de pocas palabras.
—No hablo con las personas que no conozco.
Me di cuenta que soné fría ya que ella hizo una mueca.
—Lo siento, tengo que volver, mi hermano me espera. —Salí cerrando la puerta detrás de mí.
Todo me daba vueltas y no entendía por qué. Los pasillos oscuros confundían aun más a mi vista.
Pum.
De un segundo a otro, el dolor había desaparecido. Un jadeo salió de mis labios al sentir la presencia de alguien, de algo. Pensé que era aquella chica que me encontré en el baño, pero no había señales de ella.
No quería estar más allí sola. Vuelvo al baile y trato de encontrar a Matías, lo que se me hizo imposible por tanta gente. Di un par de vueltas más y me rendí. Me apoyé en una pared y marco su número de teléfono.
A los dos pitidos, contestó.
—¿Sofía? ¿Todo en orden? —gritó en el otro lado de la línea. Por lo que pude percibir, no estaba borracho. Bien.
—¿En dónde mierda estás? Busqué por todo el maldito instituto. —exclamé enojada.