Cuarto amor:
Iba en segundo grado, eras nuevo en la escuela, ibas con mi hermano, pero no fueron amigos.
Solía observarte en los recesos, estabas con tu hermanito, era más chico que yo.
Hasta que él hizo nuevos amigos y note que tu no, pues hacer sociales no era lo tuyo.
Me gustaba eso de ti, que eras tan ajeno a todo, tan… misterioso.
Cierto día abandone a mis amigas y me acerque a hablar contigo, estabas recostado en un banco, con un brazo cubriendo tus ojos del sol; me senté junto a ti, tardaste, pero me miraste.
—¿Paso algo? —me habías preguntado.
Negué con mi cabeza y te respondí con una tímida sonrisa.
—Te he visto solo y quería acercarme.
En lugar de hacer algún comentario sobre ese hecho, lo hiciste sobre mi cabello. Dijiste que, a diferencia de todas las niñas, yo lo llevaba corto, que eso me hacía diferente.
Esa tarde fui con un ceño muy fruncido a casa y le dije a mi mamá que no quería ser distinta a las demás, que yo quería una melena larga.
Lo cierto, es que me gustaba así, pero no quería ser distinta a las demás, no sé porque tenía esa idea en la cabeza.
Mamá compro un par de extensiones para mí y pago para colocármelas.
Dos días después, cuando me senté a tu lado, dijiste que mi cabello ahora era feo y que posiblemente me quedaría calva.
Me fui llorando y ahí dejaste de gustarme.
Lo cierto fue que, no me gustaste por más de un mes.
Aun así, hasta el día de hoy, sigo sin ponerme extensiones, pues siempre recuerdo tus palabras y algo dentro de mí, no quiere hacerlo.
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Editado: 05.03.2019