Sexto amor:
Mis vacaciones eran de lo más aburridas hasta que te vi.
Yo estaba sentada en las escaleras del hotel, y tu ibas directo a la cocina, con un chocolate en la mano.
Tenías el cabello rubio y ojos del color de la miel.
No me habría atrevido a hablar contigo de no ser por mi mamá que se hizo amiga de la tuya.
Desde entonces, pasamos las vacaciones juntos.
Eras el mayor de tres hermanos, te llamabas Octavio y tenías once años. Me sacabas cinco.
Tu hermano y el mío se llevaron muy bien y no tardaron en incluirte.
Por el contrario, a mí me toco jugar con tu hermana, un año menor que yo. ¡Ella tenía una grandiosa imaginación!
Me encantaba cuando los tres se aburrían e iban a jugar con nosotras.
Insistía en jugar al papá y la mamá, solo para que ambos interpretáramos los roles.
Recuerdo que un día fuimos a un rio, me acerque mucho a la orilla y me tomaste por la cintura antes de que caiga.
“Ten cuidado” me dijiste.
Ah ese paso, yo ya le habia dicho a tu hermana que nos casaríamos.
Gran error.
¡Ella te lo dijo!
Y lo peor de todo es que fuiste a preguntarme si era verdad. ¿En serio esperabas que una niña de seis años, que jura que ya se casaron, tuvieron diez hijos y un perrito, lo admitiera?
Porque si, lo hice. Y me dijiste que solo me veías como una hermana.
Superarte fue fácil, pues me reconforto saber que, aun así, era parte de tu vida.
Aunque nunca jamás volví a saber de ti, aun te tengo en Facebook, incluso guardo esa foto que nos tomamos todos en el viejo tren.
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Editado: 05.03.2019