Joanne se despidió con un beso en la mejilla, prometiéndole que Cass y Jules vendrían al día siguiente, Alaric lo miraba desde el fondo de la sala, no se acercó a hablar, se despidió con la mano y salió, moviéndose incomodo junto a la señora Kane.
Miró por encima del hombro y vio a Jorge compartiendo con quien pensaba era su nieto, se veían felices, no pudo evitar sonreír. Los visitantes se fueron al poco tiempo. Se repitió el procedimiento del almuerzo, y los internos reorganizaron las mesas y sillas para la cena.
De nuevo, la porción era abundante, y de nuevo, Jean se comió una buena parte de su plato y terminada la cena, el hombre de tez oscura los invitó a jugar un juego de mesa, y ellos aceptaron.
— Es un juego de mi patria, se llama dominó— y procedió a explicar las reglas, solo entonces Kaidan notó el acento en la voz de Jean.
Pasadas algunas rondas Jorge y jean se burlaban de él por no haber ganado ni una sola ronda y él decidió rendirse y ser un mero espectador, lo que le valió más risas, y el también río.
Escucharon a alguien aclararse la garganta, al girar la cabeza en dirección al sonido se topó con Andrómeda, llevaba unos pantalones holgados y una sudadera con capucha, tenía la capucha arriba, ocultando su cabello, las manos ocultas en sus bolsillos, y se removía incómoda desde su posición contra el marco de la puerta. — ¿Puedo unirme? — preguntó con voz temblorosa, y solo entonces vio su rostro, estaba pálida, más que de costumbre, tenía círculos oscuros debajo de los ojos y los labios quebrantados, frágiles.
Jorge lo miró como esperando respuesta, pero Jean, ajeno a la situación la recibió con una sonrisa y trajo una silla para la mujer.
—¿Estás bien? — preguntó en un susurro acercándose a la peliblanca
Andy lo miró por el rabillo del ojo, y como si tuviera miedo de hablar, puso su mano sobre la suya y la apretó.
Jean le explicó las reglas del juego y Andy ganó todas las rondas, ganándose las risas de Jorge y la molestia de Jean.
— La dama blanca te pateó el trasero, Jean
— Cállate
La mesa estalló en risotadas, acompañadas de una pequeña risita por parte de Andy, fueron a tomar sus pastillas, período en el que desapareció Andy, de seguro volviendo a su ala de residencia para recibir su medicación.
Jorge y Jean se despidieron por la noche, entre la gente vio a Andrómeda, para y estoica mirándolo fijamente, con ojos cansados, se acercó a él, con pasos lentos y dubitativos, como si el piso bajo sus pies fuera una nube y ella levitara por encima de todo. Cuando estuvo frente a Kaidan, tomó su mano y lo guío hacía la habitación de él.
Dejó la puerta abierta por protocolo y se sentó en la silla al lado de la cama.
— Hablaste con Mira— dijo en una afirmación
— Lo hice — respondió sosteniéndole la mirada, ella se veía decepcionada, herida, traicionada, y a él eso le pesó casi tanto como el recelo de Julian aquella noche en el hospital.
— No debes confiar en ella
— ¿Pero sí en ti?
Un silencio se hizo entre los dos, Andrómeda parecía estar pensando en sus palabras, Kaidan no quiso darle la oportunidad de mentir, aunque fuera inconscientemente por su enfermedad.
— Intentaste quemar una casa Andy…con gente adentro
—…El reflejo
— No hay reflejo
— Mira te lavó el cerebro
— ¿Y tú no hiciste lo mismo?
— No, pasamos por lo mismo, te conté mi historia
— No, me contaste una historia incompleta, te saltaste la parte incendiaria
— Pero…pero, tu reflejo escapó, ¡Tenemos que hacer algo!
— Nada-…espera, ¿Cómo sabes eso?
Andrómeda entró en pánico y se levantó, lista para correr, Kaidan se movió más rápido y la retuvo por el antebrazo.
—¿Dónde escuchaste eso?
Andrómeda se mordió los labios y desvío la mirada
— Andrómeda…
— Los internos hablaban de la visita de la policía, hablaban de que habían ocurrido unos asesinatos, escuché que se veía como tú, pero tu estás aquí, y vi el cabello blanco, tenía que ser…
— Andy, estamos enfermos.
— no confíes en mira, por favor
— tampoco en ti, entonces
— Kaid…
— Andy, ve a dormir.
La peliblanca se veía afligida, lágrimas silenciosas se acumulaban en sus ojos cuando salió por la puerta, cerrándola.
Kaidan se puso el pijama y se recostó sobre la cama, se cubrió con una sabana y giró sobre su costado, cerró los ojos y luchó por no pensar en las lágrimas de Andrómeda, pero su figura debilitada lo persiguió en su sueño.
Despertó por el toque en la puerta, Jean. Quien entró antes de que el pudiera sentarse por completo. El mayor hizo un sonido como un silbido e hizo un gesto facial que denotaba una mezcla de preocupación y desagrado.
Editado: 20.12.2021