Los ojos de Anaís

"¿Qué ves, Anaís?"


Steven se dirgía a las gemelas con un montón de juguetes, que, en algún tiempo, su padre le había regalado. Para Steven significaban mucho y  por esa razón nunca jugaba con ellos, los cuidaba cuál tesoro, pero ese día , la ocasión lo ameritaba, jugaría con sus hermanas por primera vez.

Traía consigo una bolsa llena de los dichosos juguetes. La bolsa le abarcaba ambas manos, por lo que no podía abrir la puerta.

-Hola, Steven, ¿Qué me traes el día de hoy?-
Decía Maydelin desde la sala de estar, al parecer había escuchado a Steven tratar de abrir la puerta.

-Naa....nada. Maydelin-
Respondía con la voz temblorosa. 

Steven temía por Maydelin, aunque ella fuese su hermana, la tercer hija en la familia, con 19 años de edad. 
Su rostro parecía al de una muñeca de porcelana que siempre vestía con elegantes moños en su cabeza, era bellísima, y, antes de existir Violeta y Anaís, ella era la única hija.
Su actitud cambió drásticamente después de enterarse de que tendría dos hermanas. Incluso convenció a su madre de encerrarlas, para que no molestaran tanto.....

-¿Por que te tiembla tanto la voz? Sabes que no te haré daño si me obedeces como buen hermano y contestes lo que pregunto....-

Antes de nacer Violeta y Anaís, Steven asistía con Maydelin. Le gustaba escuchar como  tocaba el piano. Todo iba de maravilla, Steven no molestaba a Maydelin y Maydelin adoraba ser el centro de atención de Steven, pero cambió desde aquella noche en que la vió con sangre en sus manos.
Steven preguntaba confuso si se había cortado, ella solo miraba a la nada, como si estuviera perdida. Poco despúes de este incidente, amenazó a Steven para que no contara nada de lo que había visto, pues no quería que nadie supiese lo que hizo aquella noche de lluvia.....

Pasó así el tiempo y Maydeline comenzó a tener una rara obsesión por los pájaros que cantaban afuera de su ventana, por lo que pedía a Steven atrapar algunos para ella.
Días después no había rastro de las aves en su habitación 

"¿Que hacía con aquellos pajaritos?" Se preguntaba Steven 

-Solo....ammm....iré a jugar al jardín...¿Me podrías abrir la puerta porfavor Maydeline?-
Contestó inmediatamente Steven a Maydeline

-Solo eso.....¡Haberme dicho antes hermanito!- 

Sonrió con una mueca extraña en su rostro y,  sin apartar la mirada de Steven, se acercó a abrirle la puerta. El pequeño no la miró de vuelta, pues en su pecho podía sentir una sensación extraña de temor, pero... ¿Por qué? 

En cuanto la puerta se abrió, salió rápidamente afuera, dando una ligera vuelta para mirar a sus espaldas, topandose con la mirada de Maydeline a medida que cerraba la puerta. Un escalofrío le recorrió su cuerpo.

"Maydeline solo está jugando a asustarme....eso es todo"

Una pequeña voz lo despertó de su trance y corrió al patio trasero, sus hermanas seguramente lo había estado esperando demasiado. 

- ¡Regresé! -
Y dando saltitos alegremente, fue hasta dónde Anaís.

-¡Por que la tardanza!-

-¡No me arrojes nada por favor! Me encontré con Maydeline en la puerta, y como yo no podía abrirla por las manos ocupadas, pedí que me abriera-

- Está bien, solo por esta ocasión perdonaremos tu tardanza-
Decía Violeta alzando su dedo.

Pasaron asi varias horas, donde aquellos pequeños se divertían como si nunca lo hubieran echo, reían como si fuera la primera vez.

-¡Pásame la pelota Anaís!-
Gritaba en alegría Violeta 

-¡Ahí va!-

Y justo cuando estaba a punto de lanzar, observó a lo lejos que algo se escondía en el bosque.
Poco a poco comenzó a tomar forma aquella figura, parecía una persona...

-¿Anaís? ¿Estás bien?-
Decía Violeta extrañada del comportamiento de su hermana.

-Si, ¿Qué ves Anaís?-

Se unía Steven a la misma extrañeza que Violeta mientras dirígia su mirada hacía el bosque, quería saber que observaba tanto su hermana.
No vió nada mas que arboles de encino y pinos.

-Creo que me llama chicos, ¿No lo escuchan?-
Anaís Respondía después de unos minutos de silencio, provocando que el ambiente se tornara tenso. 

-¿Quién?- 

Preguntaban sus hermanos asustados.

-El hombre de allá- 

Apuntó al bosque donde no había nada, al menos a la vista de Steven y Violeta.

Poco después Anaís comenzó a correr hacia el bosque, escuchándose a lo lejos los gritos de sus hermanos.

-¡Espera! ¡Es muy peligroso entrar ahí Anaís!-

Pero Anaís no respondía más que a aquella voz. Dejó guiarse por ella hasta la sombra que veían sus ojos.

-¿Hola? Ya he venido como me lo pidió señor...-

-......-

-¿Está bien? Se ve algo pálido, además, tiene ese extraño liquido rojo saliendo de su cabeza....-

-......-

-¡Iré por mis hermanos para que lo conozcan! Verán que no es mentira lo que veía-

Apenas se volteó Anaís y aquel extraño hombre la sujetó del brazo.
Su tacto era frío, lo mas frío que podía haber.

La pequeña sintió un extraña sensación en su interior, de su ojo derecho comenzo a salir una gota de sangre, solo una pequeña gota.

El hombre en cuanto vió esto, la soltó alarmado, se acercó a su oído, y le susurró unas palabras:

-Aa....alejate de....ellos-

Con esto desapareció, corriendo de nuevo al bosque.

Anaís no estaba asustada, mas bien confundida. Toco su mejilla para ver que había derramado su ojo, solo era una lágrima.

-Que extraño , nunca he llorado en mi vida, bueno, solo fue una lágrima, no fue llanto real....-

-¡Anaís!-
Un jadeante y alarmado Steven se acercó a ella. 

-Estoy bien, ¡ven que no pasó nada!.-

-Pero no lo vuelvas a hacer. Anda, vámonos, ya es un poco tarde para estar afuera. Siempre se pone muy extraño y tenebroso el patio cuando es de noche.....-

-Esta bien hermano-

Ambos se fueron caminando a la casa. A medida que se acercaban podían ver a una persona parada detrás de Violeta, quien los esperaba en el mismo lugar jugando inocentemente con una muñeca.



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En el texto hay: misterio y drama, misterio y aventura

Editado: 09.04.2021

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