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Ahora me encontraba en el lugar, donde sabía que no deseaban mi presencia. Podía estar casi segura de ello, no se debía ser muy inteligente para saberlo. Aunque sabía que podría pasarla un poco mal no me daría por vencida. He estado envuelta en demasiadas situaciones y no dejaría que el simple hecho de no agradarle a mi familia tuviese impacto sobre mi.
Algo me estaba inquietando, sentía que me estaban ocultando algo. Solo escuchaba comentarios a medio terminar, por parte de los adultos. Lo escuché por primera vez de Cristal y ahora mis sospechas eran más fuertes aún. Mi tío también hizo comentarios extraños. Interiormente comencé a sentir una leve intriga y no creo que sean buenas noticias, no lo son si ellos solo rodean el asunto y no se atreven a ser sinceros.
Llegaron a mi mente aquellas palabras de Jason y una inspiración instantánea me recorrió, de inmediato pensamientos rodearon mi cabeza. Necesito hacerme más fuerte por mí, por Tommy, tengo muchas razones para seguir en pie; así que un cuarto un poco sucio, y un poco de personas que no me toman en cuenta, no me vencería jamás.
Decidí tomar las riendas de mi vida y ponerme en pie, porque yo sé que lo puedo lograr. Estoy viva y eso es más que una razón para seguir peleando. Tomé a mi pequeño de la mano y le regalé una sonrisa.
—No te preocupes Tommy haremos de este lugar una belleza, ya verás— Las comisuras de sus labios casi forzadas me ofrecieron una mueca en forma de sonrisa.
Decidí salir y recorrer un poco el lugar, quería familiarizarme con el entorno que me rodeaba de ahora en adelante. Deseaba sentir el aire fresco.
Quincey contaba con bellas praderas y sus hermosos bosques. Al menos el pequeño pueblo era reconfortante.
Tomé un grueso abrigo que me cubría desde los hombros hasta las rodilla, y cubrí mis manos con unos guantes púrpura. Le enrollé una bufanda a Tommy, apenas se podían ver sus pequeños ojos azules. Lo tomé de la mano e hicimos marcha.
No habían demasiadas personas en ese lugar, las casas eran pocas pero cada una de ellas contaba con un curioso diseño similar a la de mi tío. En cada una, si mirabas cuidadosamente, podrías notar algún detalle exquisito que las distingue de todas las demás, como aquella puerta que cubría gran parte de la pared principal. No entendía porqué era tan grande.
Por esa gran puerta podrían entrar al menos cinco personas al mismo tiempo, ¿porque querían que entraran tantas personas al mismo tiempo?, no tiene sentido. Lo que sí me quedaba claro es que su diseño era único y marcaba fijamente su poder económico, cada detalle de cada una de esas casas, quería dejar en claro que la familia que habitaba dentro no eran simples plebeyos.
A lo largo pero no demasiado se podían ver esas bellas praderas. Pensé que de vez en cuando podría escaparme por ahí y adentrarme un poco entre esas flores multicolor o en su frondoso bosque. Aunque en estos meses no podría ver sus hojas o sentir su aroma, la mayoría de árboles o plantas en cualquier lugar están cubiertas por una gruesa capa de nieve blanquecina que brillaba ante los minúsculos y reducidos rayos de sol.
Llevábamos unas horas y estaba casi decidida a volver a esa fría casa, pero un local llamó mi atención.
Como todo en este pueblo el pequeño y oculto local resaltaba. Su pared estaba hecha de ladrillos, tenía unos ventanales impecables que sobresalen del lugar, unos marcos de mosaico hechos de tal manera que cubrían el vidrio y dejaba ver un poco de su mercancía. Desde fuera vi una tetera con minúsculas tacitas de té, eran blancas y tenían bellos diseños orientales de color bronce.
Una leve brisa causó un sonido sordo al mover el rótulo que no había notado antes, mis ojos se guiaron por él y balanceándose un poco se encontraba colgando de unas finas cadenas, una esfera con unas palabras dentro que decía "Golden Day". Estaba casi convencida de que era una tienda de antigüedades.
—¿Quieres entrar? —Pregunté a Tommy. Él me respondió asintiendo con su cabeza, sin dejar de mirar por la ventana de la tienda.
Empujé la puerta y sonó una pequeña campana. Estando ya dentro me percaté de que no era una tienda de antigüedades, para mi sorpresa había todo tipo de mercancía allí. Era un bazar.
Había pasado unos minutos hasta que un muchacho como de mi edad apareció tras de mí.
—¡Bienvenidos! ¿Qué se les ofrece?
—Somos nuevos aquí y estábamos recorriendo el lugar. Solo queríamos entrar por curiosidad —respondí al muchacho en un tono amable.
—No hay problema, pueden quedarse el tiempo que deseen y mirar lo que quieran— respondió el muchacho sonriente, con una dentadura de un blanco único.
Él era ese tipo de chico que sin importar que estés haciendo te llamará la atención y voltearas a verlo. Dueño de unos penetrantes ojos verdes muy brillantes, cabello tan negro que penetra tus ojos, el cual, tenía un largo razonable. Se veía corpulento pero no demasiado sino lo suficiente. Además su tono de piel te hacía compararlo con la nieve de la época. De nuevo hacía que sus ojos y cabello se notaran demasiado. Su mirada se me hacía familiar, pero era tan intimidante que rompí el contacto, antes de que mis mejillas se hicieran rosa pues su atractivo era impresionante.
—Creo que te gustará lo que tenemos por allá —indicó el chico señalando a mi lado derecho, donde habían varios percheros de ropa con todo tipo de estilo y talla. Voltee al lugar señalado por él. Mi mirada se sintió enviciada por un vestido estampado, con algo que parecían ser rosas con hojas doradas sobre una tela azul turco. Era un tanto largo y las mangas holgadas.
Nunca he sido buena para ocultar mis expresiones y mi atracción por el vestido, creo que fue demasiada.
—Se te vería hermoso ese color, en realidad se te vería hermoso cualquiera de esos vestidos— recalcó el muchacho, mientras yo evitaba su mirada levemente sonrojada.
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Editado: 07.12.2020