Los ojos también mienten #1

|•Capítulo 11•|

Me di cuenta que mi celular estaba vibrando cuando el taxi aparcó frente a mi casa, y ni siquiera tuve fuerzas para cogerlo y responder, no quería pelear y tampoco quería explicaciones.

Había llegado a un punto en el que realmente ya eso no importaba, solo quería que me dejaran en paz.

Así que desbloqueé el celular con el único de silenciarlo. Caminé hasta la puerta y lo primero con lo que me encontré fue con Eidan llevando un pedazo de pizza a su boca juntos a Jazmín, su labio ya no se veía tan hinchado como en la mañana, pero su mejilla se había puesto un poco más oscura.

No sentí nada.

Ni siquiera al recordar que lo había besado en la mañana y que Josh me había defendido de él, lo cual ahora sabía que no era algo genuino, si no algo que iba a su conveniencia.

Seguí de largo y comencé a caminar hasta mi habitación, en la cual me encerré y me tiré en la cama, realmente no quería hablar. Empujé los converse fuerza de mis pies con mis propios pies y no me di cuenta que me había quedado dormida hasta que escuché a alguien tocando mi puerta.

Me levanté perdida en el espacio, no tenía la menor idea de que hora era, pero supe que era tarde cuando vi que mi habitación ya estaba oscura y que en el cielo había un montón de estrellas.

—Bebé ¿Tienes mucho dormida?— Preguntó mi padre cuando por fin le abrí la puerta.

—Ya deja de llamarme bebé— Me quejé volviendo a la cama, siendo seguida por él— No sé que hora es, no tengo ni idea de cuanto he dormido.

—Siempre vas a ser mi bebé— Respondió en cambio sentándose en el borde de la cama— Son las ocho, tus amigos te estaban buscando hace unas horas, pero no quise despertarte.

Rodé los ojos.

—Ellos no son mis amigos— Aseguré— Solo conocidos, y gracias por no despertarme, estaba muy cansada.

Mentí.

Mi papá estiró su mano y acarició mi cabello mirándome con ternura con sus ojos verdes.

—Sabes que si pasa algo, puedes decirme ¿Cierto?— Preguntó. Siempre que estaba preocupado decía exactamente esas palabras.

—Estoy bien.

—Llevas días extraña Biangi— Aseguró— Un par de semanas, mejor dicho. Y no quiero que sientas que algo no tiene solución, tienes que saber que mientras yo esté aquí, todo tiene una solución para ti.

—Lo sé, gracias papá— Sonreí como pude, intentando borrar la tristeza que sentía en ese momento— Pero no pasa nada, y estoy bien.

—Bien— Asintió levantándose— Deberías bajar a cenar, tu madre está como loca porque no le avisaste cuando llegaste.

—Estaba muy cansada— Mentí— Pero ya voy a bajar, primero voy a cambiarme la ropa.

Mi padre asintió y salió de la habitación dándome privacidad. Suspirando me cambié el jean largo con el que había salido con los traidores por un short jean, y me hice una cebolla improvisada en lo alto de la cabeza, luego entré unos segundos al baño para lavar y secar mi cara y bajé las escaleras.

Rodando los ojos al ver que Eidan estaba en la mesa junto a Jazmín, mi tía, mi abuela y mis padres.

—¿Dónde está Lowly?— Pregunté tomando asiento junto a mi tía Elianna, quien cada día lucía con más ojeras.

—Está dormida— Dijo dando un sorbo a una copa de vino que había en su mano derecha y al escuchar el tono de su voz me di cuenta de que parecía perdida en sus pensamientos.

No dije nada más y me decidí por comer la sopa que estaba en el plato. Confundida miré a mi madre que no había reclamado nada, luego mis ojos se fuero a Eidan y Jazmín que a su vez estaban mirándome.

Eidan como si me estuviera pidiendo disculpas, supuse que por el beso que nos habíamos dado en la mañana y Jazmín de una forma extraña, no pude identificarla.

—¿Piensas postularte para presidenta escolar?— Preguntó Eidan en la mesa y continué comiendo. Al no escuchar respuesta de Jazmín alcé la cara solo ver todas las miradas sobre mí y casi me atraganto con la pasta.

—¿Con... Conmigo?— Pregunté aún sorprendida.

—Si, Biangi. Tú— Sus cejas claras se fruncieron en su frente de una forma preciosa, y la cuchara calló dentro de mi taza mientras veía sus labios.

—No... No lo haré— Desvié mi mirada para volver a comer.

¿Por qué no podía dejar de mirar sus labios?

—¿Por qué no?— Lo miré y creo que eso fue suficiente para responder su pregunta.

—Yo no lo haré este año— Comentó Jazmín como si me estuviera dejando paso libre para hacerlo— Dos años seguidos es mucho, y ya vamos a entrar a la Universidad en agosto.

—Falta todo el año— Eidan se encogió de hombros.

—Yo no lo haré— Corté.

—Deberías intentarlo— Saltó de pronto mi abuela y miré en su dirección pidiéndole que no siguiera. Quedaría en ridículo.

—Eso se vería bien en tu solicitud a la Universidad— Siguió mi madre. Edward Collings por otro lado fingía estar en cualquier parte de su mente, menos en la mesa.

—No soy el prototipo de una presidenta— Me negué de inmediato.

—Concuerdo— Apoyó Jazmín— Pero lo podrías intentar.

—Si eres el prototipo de una presidenta— No estuvo de acuerdo Eidan, y entonces recordé una de nuestras charlas del verano, en la que me pedía que me postulara, y no pude evitar pensar que tenían algún plan— Eres lista y puedes llegar a ser muy convincente, además no te gustan las injusticias.

—Hablas como si me conocieras— Lo reté y mi abuela elevó sus cejas llevándose una copa con agua a la boca.

Todos nos miraban, a los dos.

—Si, bueno... Lo hago— Respondió— Te conozco hace mucho, vamos a la misma escuela. Tu timidez no debería ser un motivo para ponerte barreras.

—Deberías intentarlo— Dijo mi tía Elianna poniéndose de pies con su plato en la mano— Me iré a dormir, trabajo temprano. Pasen buenas noches.

—Buenas noches— Respondieron Eidan y mi mamá al unísono, y mi tía se retiró a la cocina.

—Insisto en que deberías intentarlo— Prosiguió Eidan, y sus ojos verdes portaban aquella misma luz que cuando me lo había sugerido la primera vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.