Ambos caminaron hacia su oficina. Gregory iba detrás de él, lo observó detenidamente, un escalofrío recorrió su cuerpo, ~{Este hombre es realmente malo}~, el conde abrió la puerta — Adelante —. ¿Le sirvo algo de beber?, ¿Whisky tal vez?.
— Si, whisky está bien, gracias — Se acomodó en una silla frente al escritorio.
— Tome — extendió la copa.
Gregory la recibió, y observó como el Conde se sentó en la silla frente a él, al otro lado del escritorio.
— Como sabes, tu difunto padre y yo fuimos grandes amigos, además de socios, nuestra amistad se remonta hace más de veinte años cuando tu eras sólo un pequeño. En ese entonces, mi esposa quedó embarazada, y junto a tu padre, pensamos que además de ser socios, debíamos unir nuestras familias, de esa manera sus hijos serían los herederos de nuestros negocios, continuando así con nuestro legado.
Gregory frunció el ceño, y de un sólo sorbo se tomó todo el contenido de la copa, sintió que su garganta ardía, pero más que eso, sentía rabia, impotencia, tanto así que para no mirarlo con todo el odio que tenía en ese momento, se levantó de su asiento y comenzó a caminar lentamente por el despacho.
— Afortunadamente mi señora dió a luz a una niña, mi hermosa y amada Julieta. Entonces tu padre y yo, hicimos un trato, cuando Julieta fuera presentada a la sociedad, sería el momento de unirlos en matrimonio, y estoy seguro que este es el momento, el banquete es para celebrar su compromiso.
"Indignación", esa era la palabra con la que se podía describir a la perfección lo que sentía. ¿Cómo su padre pudo ser tan egoísta, tan desvergonzado?, forzarlo a un matrimonio con alguien a quien no ama, ¿Confinarlo a la infelicidad y desgracia?, ¿Que clase de padre era?, sentía que nunca conoció realmente a Alexander, tal vez, él sólo era una simple pieza de su juego, ahora pudo entender porque lo separó de su madre y lo envió a Estados Unidos, sólo le importaba que su hijo fuera digno de su imperio, de su maldito título, de su maldito negocio. Pero no, no le daría en el gusto, no seguiría siendo parte de su codicia, ya no.
Gregory observó el vaso vacío que sostenía, y luego al hombre que le estaba pidiendo casarse con la mujer que le había hecho la vida miserable a su Anastasia.
— Daré un anuncio importante durante la cena, espero que sea de su complacencia... — Dicho eso, se levantó y se dirigió a la salida.
El conde estaba regocijandose en su silla, pensó que el joven anunciaria su compromiso con Julieta durante la cena, lo habia logrado, salvaría su cuello, su título y su negocio.
~{Esperemos que esta noticia les guste, por que si creen que les daré en el gusto, están tremendamente equivocados}~ pensó mientras caminaba de vuelta al salón.
Gregory volvió al salón con una sonrisa torcida, al verlo su madre notó de inmediato el enfado que intentaba ocultar, a ella no se le pasó por alto.
Julieta corrió a su lado, y le sonrió coquetamente, se tomó de su brazo sin ningún permiso o discreción, creía ingenuamente que pronto sería su flamante prometida.
Rodó los ojos ofuscado, afortunadamente sólo su madre se dio cuenta, volteó su rostro, y sonrió a Lady Christine fingiendo total interés en la banal conversación sobre sus hijos.
—Al fin querida amiga, nuestros hijos se unirán en sagrado matrimonio, ¡Qué maravilla!, ¿No lo crees?.
- Humm, si claro - fingió Lady Johanne, para ella también estaba siendo muy difícil simular, sentía que pronto llegaría a su límite —. Necesito una copa de vino, estoy sedienta — manifestó con desespero, debía alejarse de aquella mujer, la estaba enfermando.
— Por supuesto, pediré a la criada que sirva el mejor vino que teníamos guardado para una ocasión muy especial, y que mejor que esta unión — Caminó hasta la cocina y volvió con Elvira a su lado, esta no sabía disimular, ella si que estaba nerviosa, se acercó a la mesa, tomó la botella de vino con sus manos temblorosas y lo sirvió en las copas sobre una bandeja de plata, suspiró, se dió fuerzas mentalmente, y comenzó a repartir.
Gregory y Lady Johanne la vieron, por lo que reflejaba su rostro supieron de inmediato quién era ella, él quiso correr a abrazarla, agradecerle por cuidar de Anastasia, por haber hecho de ella la maravillosa mujer que era hoy en día, dió un paso hacia adelante pero su madre lo frenó tomando su brazo y dándole un pequeño apretón. Cuando él se giró y la miró, ella sólo abrió sus ojos como plato, clara señal de que debía pensar antes de actuar.
Elvira llevó la bandeja a Lady Christine y Julieta, siendo mirada con total desprecio por esta última, luego se acercó a Gregory y su madre quienes la recibieron muy cariñosamente.
— Oh querida, muchas gracias, ¿Cuál es tu nombre? — preguntó Lady Johanne.
— Elvira, su excelencia — Contestó inclinando su cabeza.
— Precioso nombre... gracias por la copa de vino Elvira — sonrió.
Lady Christine observó aquella situación con el ceño fruncido, ¿Por qué razón era amable con la servidumbre?, algo insólito para ella. Lo que nadie conocía, es que Lady Johanne siempre consideró a sus criados como iguales, era amable, cordial, y respetuosa. Con esos valores enseño a su hijo, siempre inculcó en él, la importancia de que todos deben ser respetados y valorados sin importar la diferencia social.
— Gracias su excelencia — Susurró Elvira, se giró y sirvió la última copa de vino a Gregory, él la recibió mordiéndose el labio, tenía tanto que decirle, tanto que preguntarle, tanto que agradecerle, que estaba a punto de abrir la boca y hablar.
Al cabo de unos minutos ingresó al salón el Conde, su mirada resplandecía, irradiaba dicha y satisfacción, carraspeó llamando la atención de todos.
— Pasemos a la mesa, es hora de la cena.
A la cabeza de la mesa se sentó el conde, a su derecha Lady Christine, y a su lado Lady Johanne, frente a ellos se sentó Gregory y a su lado Julieta, por más que él evitó sentarse con ella, no le quedó de otra.
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Editado: 21.01.2023