"Caos" era la palabra que describe lo que sucedería a continuación, el conde enfurecido se acercó a Gregory, lo tomó de las solapas de su camisa, y empuño su mano derecha, iba directo a su cara. Decidido lanzó el puñetazo pero Gregory hábilmente lo esquivo, levantó su brazo derecho y golpeó la mano con la cual lo sostenía.
— ¡Maldito! — Gruño el Conde, se abalanzó nuevamente sobre Gregory pero este retrocedió un paso —. Cobarde, deja que te ponga las manos encima —. Gritó.
Anastasia se aproximó a el, y susurro en su oído —. No caigas en su juego, no vale la pena.
Julieta contemplaba la escena con estupefacción, totalmente encolerizada se aproximó a Anastasia y tiró de su trenza haciéndola caer al suelo.
— Estupida, te odio, siempre te he odiado.
Anastasia se levantó rápidamente con la ayuda de Gregory, quien la ocultó de inmediato tras de él, no dejaría que nadie la tocará.
Lady Christine estaba en shock, no pudo moverse de su lugar, ciertamente no sabía reaccionar bajo presión, probablemente lo único que haría, sería gritar, pero no era capaz de pronunciar una sola palabra.
Lady Johanne corrió a la cocina a buscar a Elvira, necesitaría toda la ayuda posible.
El conde con su rostro recompuesto, alzó la voz —. Váyanse ahora mismo de mi casa, váyanse, no los quiero volver a ver, y jamas te casarás con Anastasia, nunca lo permitiré.
— No, no la dejaré ni un segundo más en esta casa, me la llevo ahora — replicó Gregory.
— ¡Que ni se te ocurra!, no te olvides que ella aún no es presentada en sociedad, serás acusado de secuestro y me aseguraré que termines en prisión, pudriéndote entre cuatro paredes.
— No lo permitiré, se que la maltratan, sé que la golpeas.
El conde se rió estrepitosamente — ¿Tienes pruebas? — Levantó una ceja con sorna —. Es su voz contra la mía — soltó mirando fijamente a Anastasia.
Gregory apretó los puños con fuerza, quería destrozarlo en ese mismo momento, no merecía seguir respirando, de pronto el toque de Anastasia le infundió paz, volteó su rostro, ahí estaba ella con sus ojos serenos y a la vez temerosos, se acercó a su oído y susurró:
— No te dejaré aquí, nos vamos ahora.
Anastasia sonrió con tristeza — No puedo amor mío, no tengo pruebas en contra de él, no puedo arriesgarte a ti, no puedo arrastrarte a este infierno.
El corazón de Gregory se estremeció, se quedó sin aliento — No, no por favor Anastasia. Escúchame, soy capaz de darlo todo por tí.
— Lo sé, y es por eso que te pido, que seas paciente, buscaré pruebas, las buscaré y las encontraré, sólo así seré libre.
—¡No!, me rehusó a dejarte aquí, no me pidas eso por favor.
Anastasia vió a los ojos del Conde, pudo ver a través de ellos, estaban llenos de odio, de maldad, sabía que haría hasta lo imposible por dañar a Gregory, y eso, ella no lo iba a permitir. Buscaría la verdad, sabía que algo escondian, sabía que un misterio rodeaba su existencia.
— Gregory escúchame, sé dónde debo buscar — susurró para tranquilizarlo — Te prometo que para mañana sabré toda la verdad, te enviaré una carta con Harry.
Lady Johanne y Elvira habían regresado al salón cuando escucharon la amenaza de él conde, era hora de poner en acción su plan, y pedía a Dios que diera resultado.
— Conde, debemos calmarnos, estos jóvenes se aman, y nosotros no somos quien para interferir en su felicidad, Julieta es una dama hermosa, no tendrá problemas para ser pretendida por los mejores aristócratas, estoy segura de ello, pero por favor, no haga esto, escúcheme, ¿Cuánto dinero necesita para dejar libre a Anastasia?, soy capaz de darle todo lo que me pida, cuanto, dígame una cifra.
El conde comenzó a reír, una risa perversa y malvada inundó el salón, un escalofrío recorrió la espalda de Lady Johanne, supo que no resultaría.
— No me importa el dinero, Anastasia no se irá de este lugar y punto — Gritó —. Ahora... ¡Fuera!.
Gregory no tenía intenciones de soltarla, aunque perdiera la vida en el intento.
Anastasia lo vió con sus ojos llenos de amor y susurró
— Te amo con mi vida, pero no puedo permitir que algo te suceda, vete, por favor, vete, yo me comunicaré contigo, no te preocupes por mi, no dejare que me derriben. Te prometo que para mañana sabré la verdad, mañana seré libre.
El corazón de Gregory dió un vuelco.
— No Anastasia, no te dejaré, primero muerto que dejarte ir, no me lo pidas, por lo que más quieras no me alejes de tu lado, yo no vivo sin ti.
Anastasia puso su mano en su mejilla —. Amor mío, hazme caso, estaré bien, yo seré tu esposa, lo juro.
Se abrazaron como si la vida se les fuera en ello, no era una despedida, solo era una prueba más, debían ser pacientes y sobre todo valientes.
— Fueraaaaa -— gritó el conde.
Lady Johanne corrió a Gregory y le dijo en el oído — Hijo, debemos irnos, buscaremos la ayuda necesaria para sacarla de este lugar, te lo prometo, pero ahora vamos, este hombre está loco, y temo que cometa alguna locura.
Contra toda su voluntad la soltó, no se iría sin antes mirar al conde con toda la rabia posible.
— Me iré, pero no creas que esto se quedará así, si me entero que le han hecho daño, me la pagarán, lo juro con mi vida.
Anastasia vió como ambos se marchaban, su corazón le dolió profundamente, quería gritar, quería llorar, quería pensar que todo fue un sueño, sin embargo no podía mostrarse débil frente a ellos, no les daría el placer de verla derribada.
— ¿Así que estuviste saliendo de casa?, si crees que esto no te traerá repercusiones, estás equivocada, vete a tu habitación, no saldrás nunca más, y olvídate de él, jamás serás su esposa — gritó el Conde.
Anastasia se dio la vuelta y caminó a la escalera, no tenía fuerzas ni ánimo para enfrentarse a su padre, de pronto sintió como unas manos tomaban sus hombros, era Elvira, la acompañó a su cuarto, una vez dentro, ambas se sentaron al borde la cama. La joven reposó su cabeza en las piernas de ella y comenzó a llorar desconsoladamente.
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Editado: 21.01.2023