Anastasia iba dentro del carruaje con las manos atadas, frente a ella estaba el hermano McQuaid más joven, este la miraba lascivamente de pies a cabeza, parecía devorarla con la vista.
~{Que no intente tocarme un pelo, asqueroso repugnante}~ pensaba mientras lo miraba desafiante.
~{Tengo que salir de aquí, pero ¿como?}, recordó todas las novelas de escape que había leído, y todas concordaban en algo; el mejor momento para huir, es cuando están distraídos.
Observó disimuladamente hacia afuera, tomando nota mental de donde estaban, y hacia donde se podían dirigir. Al observar de reojo al hombre, en su mente comenzó a sospechar sobre su verdadera identidad.
~{Deben ser los que mataron a mi padre, si son ellos, me llevarán fuera de la ciudad, debo escapar antes de que eso suceda... ¿Qué hago, qué hago?}~ — pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó un grito.
—Anastasiaa, Anastasiaaaaaa.
~{No puede ser}~ —¿Era esa la voz de su amado? — ~{Es él, oh Dios, gracias, gracias}~, sonrió. El hombre también se percató de aquel grito, y se levantó de su asiento, y abrió la puerta sin importar que el carruaje estuviera andando.
De pronto se escuchó un disparo, que provocó que el hombre perdiera el equilibrio, la mitad de su cuerpo salió del carro pero en un rápido movimiento se sostuvo de la cortina de la ventana con su mano derecha.
~{Es ahora o nunca} — Anastasia alzó su pierna y lo pateó con fuerza por la espalda, un desgarrador grito salió de la boca del McQuaid. Su corazón latió con rapidez, su respiración estaba acelerada, sus manos temblaban, ¿De verdad lo había hecho?
Se acercó temerosa al borde de la puerta, vio hacia atrás, pudo observar cómo el cuerpo inerte era rodeado por un grupo de hombres montados en caballos, por sus uniformes reconoció que era la policía.
Detrás del carruaje venía Gregory montado en Lucky, quien sonrió emocionado al ver el rostro de Anastasia.
Aquel desgarrador grito dejó paralizado al hombre de la cicatriz, era la voz de su hermano, estaba seguro... por unos segundos dudo en voltear, pero su instinto fraternal fue mayor.
Apretó las riendas con sus manos, y giró precipitadamente sin consideración ni prudencia, debido a la alta velocidad el carruaje se volcó, pasó todo tan rápido que Anastasia no tuvo tiempo de reaccionar... su cuerpo se alzó en el aire, se golpeó la cabeza quedando inconsciente, mientras que el mayor de los McQuaid quedó atrapado debajo de la gran rueda del carro.
Gregory se detuvo, y junto con ello su corazón, el carruaje se había volcado frente a sus ojos, cuando creyó que todo parecía estar bien, ahora todo estaba mal, de un sólo salto llegó al suelo y echó a correr, sus manos estaban temblando... tenía miedo, mucho miedo.
Desesperado intentó levantar el carro para abrir la puerta, pero era solo un hombre, sería imposible, miró hacia los policías y gritó pidiendo ayuda.
Trepó hasta el lateral donde estaba la ventana, a través del vidrio vio a Anastasia en el suelo, inmóvil.
—Nooooo, amor mio, nooo — como un loco enajenado golpeaba el carruaje.
Unas manos tomaron sus hombros moviendolo hacia atrás.
—Noo, suéltame, suéltame — gritaba.
— Eeeeh cálmate, vamos a sacarla de ahí.
—¿Qué? — Gregory calló sus gritos y observó a un sincronizado grupo de policías levantando el carro, se soltó del agarre del hombre, y se aproximó a ver a Anastasia; ahí estaba ella, tumbada en el suelo con sus ojos cerrados. Desesperado puso su oído sobre el pecho de la joven, un suspiro salió de sus labios al comprobar que su corazón latía, con toda la delicadeza del mundo, la tomó entre sus brazos, besó su frente y susurró:
—Amor mio, estoy aquí, perdóname por haberme tardado... —sus ojos se nublaron de lágrimas —. No me dejes por favor, que soy capaz de ir a buscarte hasta el cielo y traerte de vuelta a mi lado, no me dejes Anastasia.
Como si Dios los hubiera visto y se hubiera apiadado de ellos —de ese amor tan real— la joven abrió sus ojos lentamente, y sonrió.
—Gregory, eres tú... creí que ya no volvería a verte — levantó su mano con dificultad y acarició su rostro.
—Anastasia, nunca me separaré de tu lado, te amo, te amo tanto.
—También yo te amo, mi precioso Gregory.
—Vamos a casa, a mi casa, debes descansar.
—No, espera... No puedo irme sin Elvira, no me imagino como debe estar ahora, y Christine, antes de irme estaba inconsciente en mi habitación, el desgraciado del conde la golpeó por defenderme —Hizo una pausa— Necesito ir a la mansión por favor.
—Está bien, pero vamos con la policía para que detengan al infeliz y se pudra en la cárcel.
Anastasia guardó silencio, si, detestaba al que por muchos años creyó que era su padre, pero, él tenía una familia, estaba Julieta y Alex, ¿que sería de ellos sin él?.
—Amor, el hombre que cayó del carruaje, ¿está muerto verdad?.
—Si, ¿perdió el equilibrio?
—Al principio sí, pero luego pateé su espalda y cayó.
—¿Queeee? —abrió sus ojos como plato —. Anastasia, eres la mujer más valiente que he conocido, lo supe desde el primer momento en que te vi, cuando presencié como defendiste a Elise. Es más, en ese momento deseé que fueras tu la madre de mis hijos, una mujer dulce, pero también protectora y valiente.
Anastasia se sonrojó por completo — ¿Sabes?, me encantaría ser la madre de tus hijos —puso las manos detrás de su cuello, y se besaron, se besaron tan dulcemente que por un instante olvidaron todo a su alrededor.
Un policía les silvo, llamando su atención.
—Gregory, iremos a detener al Conde.
—Esperen, iremos con ustedes... tenemos asuntos pendientes.
—Entiendo, vamos pronto, no vaya a ser que se escape.
—Si, por cierto, el hombre que manejaba el carruaje, ¿está muerto?.
—Si, también, eran los hermanos McQuaid, fueron sospechosos de múltiples secuestros, desapariciones, y muertes, pero nunca encontramos una pista que los inculpara directamente, eran unos desalmados muy inteligentes, hasta ahora.
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Editado: 21.01.2023