—Hijo, ya cálmate por favor, todo saldrá bien, tú sabes que es una muchacha muy fuerte —dijo Lady Johanne.
—Lo sé madre, pero me siento atado de manos, y ¿si ha sucedido algo?, ¿Y si siente mucho dolor?...—Hizo una pausa —. Debo ayudarla, si, debo ayudarla, llevan muchas horas ahí dentro.
—Gregory es absolutamente normal, los partos suelen tardar. Para que te quedes tranquilo iré a ver cómo se encuentra — Lady Christine se paró de su asiento y caminó a la habitación, al ingresar a la estancia su mirada se llenó de preocupación.
—!Oh Dios mío!, ¿Anastasia estás bien?.
—Si..si... sólo estoy un poco cansada —respondió con su rostro se contraído por el dolor.
—Otra contracción, ya falta poco — dijo Elvira mirando a Lady Christine mientras preparaba toallas y agua tibia.
—¿Me puedo quedar?, ¿Puedo ayudar en algo?.
—No se preocupe señora, Ámbar y yo tenemos todo bajo control, dígale a Gregory que falta poco, que se quede tranquilo, ya que me imagino como debe de estar.
—Uff, está hecho un manojo de nervios el pobre, iré a tranquilizarlo.
Lady Christine salió de la habitación, y cuando iba a comentar al joven como se encontraba Anastasia, se escuchó un fuerte grito, seguido de otro aún más estremecedor.
— Anastasia — gritó Gregory asustado, cuando tomó la manilla de la puerta para entrar un llanto se escuchó.
De inmediato Lady Johanne, y Lady Christine se miraron con emoción.
—¡Al fin! — dijeron al unísono.
El joven aún seguía con la mano en la manilla, no podía creerlo, aquel era el llanto de su bebé.
— Cariño — Lady Johanne tocó el hombro de su hijo, este, al sentirla se giró y la abrazo.
—Madre, nació mi hijo, mi hijo — susurró conmovido.
—Lo sé querido, lo sé, te has convertido en padre.
Elvira abrió la puerta, en sus brazos llevaba al bebe envuelto en una manta.
—Es un niño, un precioso varón — entregó el pequeño a Gregory.
—Yo, yo no sé cómo debo tomarlo, es tan pequeño y frágil — miró a Elvira, luego a su madre y a Lady Christine.
—Tranquilo, lo harás bien, pon una mano en su cabecita y otra aquí — indicó Elvira —. Yo debo revisar a Anastasia, les aviso cuando puedan entrar.
Gregory tomó a su bebe con delicadeza haciendo caso de las indicaciones de Elvira. Su mundo se detuvo en ese instante; observó con cuidado su rostro, sus manitos, sus ojitos, su cuerpo tan pequeño, era verdaderamente hermoso, era el fruto de su amor, sonrió plenamente, y un calor se alojó en su pecho, sintió que su corazón explotaría de la felicidad.
—Es precioso — dijeron al unísono Lady Christine y Lady Johanne.
Y entonces, un nuevo grito se escuchó, el corazón de todos los presentes se paralizó.
—¿Qué pasa?, ¿por qué grita? —Gregory entregó el bebe a Lady Christine para entrar a la habitación, pero un nuevo llanto se escuchó.
—No puede ser … es es — tartamudeo perplejo.
—¡Otro bebé! — exclamó Lady Johanne —!eran dos!, ahora entiendo muchas cosas — soltó una carcajada.
La puerta se abrió nuevamente, una sonriente Elvira salía con el bebé en brazos.
—Es una niña — dijo mirando a los tres —. Es más valiente de lo que creí, me ha sorprendido.
Gregory miró a la pequeña bebe, tenía los labios y nariz de su madre —. Es hermosa —miró la puerta entreabierta y se apresuró a entrar.
— Amor mío — se arrodilló frente a la cama tomando las manos de Anastasia —. ¿Estás bien?.
La joven abrió sus ojos lentamente —. Si…mis hijos, necesito verlos.
Al momento entraron Lady Johanne, Lady Christine y Elvira, las dos últimas acercaron los bebés a su madre.
Anastasia los miró con lágrimas en sus ojos, toda su vida soñó con tener su propia familia, y ahora Dios la había bendecido doblemente.
—Gregory, son bellísimos.
—Lo son amor mío, ¿Cómo los llamaremos?.
La joven lo miró a los ojos —. Deseó que ella se llame Evangeline, ¿te gusta? — preguntó sonriendo.
—Por supuesto que si, el nombre que tú quieras, ese tendrá —Hizo una pausa —. Sabes, creo que nuestro niño debería llamarse Richard, significa "Rey Valiente", quiero que nuestros hijos sean como su madre, valientes y guerreros.
—Cariño, yo fui y soy valiente por tu amor, y mira, Dios me bendijo doblemente, estoy tan feliz, adolorida, claro, pero muy feliz — susurró con los ojos llorosos.
— Te amo amor mío, me has hecho el hombre más feliz del mundo...Evangeline y Richard, nuestros pedacitos de cielo — besó la boca de su amada con ternura —. Estoy orgulloso de ti, lo has hecho muy bien cariño, pero ahora debes tratar de dormir, yo me quedaré aquí a tu lado junto a los pequeños.
— Está bien — dijo a la vez que bostezaba y sus ojos se cerraban lentamente.
Gregory la observó dormir, a su lado los bebés también descansaban… lágrimas cayeron de sus ojos, esa era su familia, suya, jamás pensó que sería tan feliz como en ese momento, jamás pensó que tendría tanto. En aquel instante junto a su familia se prometió a sí mismo esforzarse por ser el mejor padre para sus pedacitos de cielo, y así lo haría.
Cuatro años después
—¡Amor, niños, a almorzar!— gritó Anastasia.
A la distancia Gregory simulaba ser un gran y feroz león ante las incesantes risas de sus hijos.
—Padre, a comer — dijo Evangeline, aquella pequeña tenía el rostro de su madre, pero los ojos azules y pelo rizado como su padre.
—Así es princesita, ¿quién tiene hambre?.
—Yo, yo — saltaban de emoción los pequeños — el que llega último será un león — habló Richard, de ojos color miel, y pelo castaño como su madre.
—Está bien, corran — gritó Gregory mientras los pequeños corrían emocionados a la mesa que se encontraba en el centro del jardín, como todos los días de verano, almorzaban afuera.
—Ganamos, ganamos — cantaban al unísono los hermanos, al ver a su padre mucho más atrás.
—Después de comer, correré con ustedes — propuso Alex.
—Niños, son veloces, me han sorprendido — declaró Lady Johanne con sorpresa, amaba a sus pequeños, quienes le habían devuelto la sonrisa y las ganas de vivir.
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Editado: 21.01.2023