Diez mil pensamientos,
uno tras de otro,
envueltos con emociones agónicas
que me impiden el sueño.
El sol se levanta y cae.
La vida llega y la muerte se asoma
entre cunas de recuerdos jóvenes.
Mi alma sale,
al igual que los diez mil pensamientos,
disparando a quien cruce
su camino misterioso.
Ya no hay valentía,
ni miedos, ni honor.
Únicamente un ser que sigue sus deberes,
como un hombre que es consciente de su muerte
al ir a la guerra.
Quien piensa con
premeditación cada paso,
antes de que las serpientes
envenenen sus pies descalzos.
Observando movimientos claves
de inteligencia oscura,
utilizada para quien
ignora su alrededor,
los ciegos de mente.
Atorándose con tanta mentira
y volviéndola verdad,
con explicaciones erróneas
que sólo extienden las calles de asfalto,
asfixiando el césped verde.
Regresa a mí cada
pensamiento plasmado
con palabras de hombre muerto.
Con escritura muerta,
de lengua muerta, como aquel libro,
quien me dijo aquellas palabras
con olor a césped puro, a verdad idónea.
La energía del todo fluye
como verdades ante nuestros ojos,
apenas tapados con delgados mantos
de seda blanca y negra.