«De la conciencia de las verdaderas condiciones de nuestras vidas es de donde debemos
extraer la fuerza y las razones para vivir».
SIMONE DE BEAUVOIR
He querido morir más de una vez, esperando algún tipo de milagro: una muerte súbita, algo que no requiera mi intervension. Ja, he deseado tanto mal para mí y para otros (que me han hecho mal) que hay momentos donde me pregunto si en serio vale la pena esa delgada fibra de mi alma que se aferra a la vida, o es simple vanidad humana de no querer morir sin cobrar venganza, de querer bailar en las tumbas de quienes desprecio con toda el alma, ese espíritu guerrero que necesita bañarse en la sangre del enemigo, o… no lo sé, esa vocecita en mi cabeza que me dice que todos hemos nacido para cumplir una misión.
A veces quiero creer que esa misión es tener una muerte espectacular o ser una asesina serial, pero debo ser honesta esa parte de mi me asusta, esa parte que escucha a los demonios susurrándole, esa que ve ángeles en los rincones y rostros en todas partes, esa cuyo destino parece ser la cárcel o el manicomio.
Esta la otra yo, la yo que quiere creer que todo el mundo es bueno, que quisiera sentir amor, pasión, ternura, esa que siente que las personas se aprovechan de su inocencia, esa persona tímida pero risueña y un poco coqueta; esa yo que no recuerda las cosas malas, esa que no recuerda lo que le hicieron, que es paciente, esa que cuando se enoja deja salir a la otra cuando ya no aguanta más, y despierta en una ciudad distinta, con ropa nueva, y la única certeza de que por delante tiene un nuevo comienzo.
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Editado: 27.05.2021