Los príncipes cautivos

Capítulo 10: El búho

(Narra Alexor)

Reanudamos la marcha y no nos detuvimos hasta la puesta del sol. Buscamos un lugar adecuado para pasar noche y comenzamos a hacer los preparativos. Los duendes se apresuraron a recolectar madera para hacer una fogata para mantenernos calientes durante la noche y para preparar los alimentos. Mi hermana y mi madre aprovecharon la ocasión para dar una caminata por los alrededores pues habían pasado casi todo el día sentadas dentro del carruaje. Connor y Gregor se dejaron caer sobre la hierba mientras saciaban su sed. Mi padre se unió a su esposa e hija y comenzó a caminar por los alrededores con ellas. Yo decidí ayudar a Tryx a empezar la fogata. Mientras él reunía maderos, yo encendía los que ya estaban listos. Un pedazo de madera cayó de los brazos de mi duende y rodó hasta mis pies. Me agaché para tomarlo, iba a arrojarlo al montón para el fuego, pero cambié de opinión. Sin tener muy claro qué iba a hacer, saqué la daga que traía sujetada a mi cinturón y comencé darle forma a la madera. Tomé asiento sobre una roca y seguí concentrado en lo que estaba haciendo hasta que fue hora de cenar.

Todos comimos reunidos alrededor del fuego, Odette era quien más incómoda se veía de los seis pues esta experiencia era completamente nueva para ella, mi hermana estaba acostumbrada a vivir rodeada de las comodidades del castillo y esta vida a la intemperie no le estaba sentando bien. Connor, Gregor y yo ya teníamos algo de experiencia pues mi padre solía adentrarse un par de días en el bosque una vez al año con nosotros para enseñarnos a talar, cazar y sobrevivir en la naturaleza. Carecer de comodidades era una situación que no nos encantaba, pero a la que ya estábamos habituados.

Después de la cena, todos entramos al amplio carruaje. Dentro habían cinco camas, Connor y Gregor fueron los primeros en brincar sobre las suyas, Odette tomó la más angosta, mis padres se acomodaron en la cama de mayor tamaño y yo tomé la de la esquina. Me recosté mirando hacia la pared de madera de espalda a mis familiares.

—Buenas noches, tesoros —se despidió la reina.

—Ya quiero que acabe este viaje —se quejó Odette antes de que mi madre apagara la vela que alumbraba el interior.

Sumidos en la oscuridad, pronto toda mi familia cayó en un sueño profundo. Yo fui el único que permaneció despierto. No podía dejar de pensar en lo que me deparaba al final de este viaje y el giro que mi vida daría al llegar a Dranberg. Las palabras de mis hermanos me atormentaban, ellos tenían razón en decir que Triana podía resultar ser una persona horrible, no había forma de saberlo y bien podía llevarme una desagradable sorpresa al conocerla. La perspectiva del futuro era suficiente para robarme el sueño y tardé horas en dormir.

 

Los siguientes días fueron my parecidos al primero, viajar, comer, dormir y hacerlo todo otra vez. El hastío del recorrido se iba asentando en cada uno de nosotros. Los gemelos eran los únicos que mantenían un poco de su buen humor, pero el resto ya nos encontrábamos hartos. Hartos de la comida, del dolor de espalda y de no poder dormir en nuestras propias camas. Casi pasada una semana, comenzamos a avistar Roca Dragón en el horizonte, lo cual ayudó a que todos levantaran sus ánimos, pero para mí tuvo el efecto contrario. Conforme más nos acercábamos a nuestro destino, más sombrío veía mi panorama.

Para mitigar un poco el agotamiento y darnos un respiro. En lugar de seguir cabalgando, una mañana decidimos pasar el rato junto a un río de amplio caudal. Los gemelos no perdieron tiempo y se despojaron de toda sus ropas para echarse de un clavado al agua. Yo hice lo mismo, ansioso por lavar mi cuerpo del viaje. El agua estaba helada, pero por suerte el sol brillaba con fuerza y eso hacía que la temperatura fuera tolerable. Me sumergí por completo en el agua cristalina y permanecí todo el tiempo que pude conteniendo mi respiración ahí debajo. Un sensación de calma me invadió por completo, aquí no había obligaciones, ni un compromiso con una extraña, solo existíamos yo y mis pensamientos. Cuando el aire me faltó, regresé a la superficie. Al salir, noté que mi padre también había entrado al río mientras que los gemelos jugaban a lanzarse agua entre ellos.

—¡No olviden lavarse con jabón! No quiero que lleguen sucios a Dranberg —nos indicó mi madre al tiempo que ella y Odette se dirigían a un lugar más apartado para entrar ellas.

—¿En qué piensas? —me preguntó Connor mientras nadaba en mi dirección.

—¿Estás nervioso porque tus hijos pueden salir simples? —preguntó Gregor detrás de él.

—¿Qué? —exclamé con el ceño fruncido.

—Eso pasa cuando los primos se casan, sus hijos salen simples y tú vas a casarte con tu prima —observó mi hermano.

—Triana no es mi prima —contesté de mal modo.

—Claro que sí, ella es sobrina de nuestro tío Danton, eso la hace nuestra prima —refutó Gregor.

—Danton es su pariente político por estar casado con la tía Mildred. Triana y Alexor no están relacionados de ninguna manera, ni comparten un vínculo de sangre —le explicó mi padre con  un gesto de desaprobación.

—Bueno, pues ya veremos… —musitó Gregor.

—Nuestros padres no son primos, ¿cuál es tu excusa para ser así? —bromeé al tiempo que lo intentaba sumergir en el agua a modo de juego.

Mientras forcejeaba con Gregor, Connor llegó por mi espalda y rodeó mi cuello con su brazo para ayudar a su gemelo. Antes de darme cuenta ya me encontraba luchando en contra de los dos. A pesar de su ventaja numérica, mi altura y mi fuerza prevalecieron y al final logré quitármelos de encima a ambos.



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En el texto hay: matrimonio, magia, realeza

Editado: 28.11.2021

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