Los ratones de la cocina

Capítulo 14

El día del baile amaneció tan resplandeciente como el ánimo de Gloria. La fiesta empezaría por la tarde, con sol aún, por lo que la calidez de la mañana presagiaba la posibilidad de pasear por los jardines de Palacio antes de la cena y exhibir su uniforme piel, de la que se sentía especialmente orgullosa y que era objeto de envidia por parte de Regine (propensa a enrojecimientos e irritaciones), ante los caballeros presentes, bajo una luz mejor.

Su hermana mayor, por el contrario, no podía quitarse de la cabeza la injusticia de que Herta estuviese ahora mismo en la Corte, cerca del Príncipe y de los lujos a los que ella se creía con infinitamente más derecho. La explicación de que únicamente había sido prestada a su tía, como se hacía a veces con los sirvientes, no la convencía en absoluto. Y, hasta que no viese con sus propios ojos el verdadero estado de las cosas, no podría estar tranquila.

 

En el dormitorio de Flora ─ahora, provisionalmente, de Herta─, el día amaneció igual de soleado, aunque con mucha menos ilusión. El baile, que en otro momento, cuando su padre aún estaba vivo, habría sido motivo de alegría y entusiasmo, era ahora una razón para querer abandonar el único hogar que había conocido, a toda prisa y para siempre. Abrió los ojos después de un sueño intranquilo y nada reparador.

De hecho, tan mal había dormido que, de momento, achacó la primera visión borrosa de una joven morena de pelo largo a su aturdimiento. Luego, recobró consciencia de dónde estaba y pensó que sería alguna doncella de la Duquesa, o cualquier otra persona desconocida del palacio (para ella todas lo eran).

La muchacha, de rostro vagamente familiar, estaba mirándose en el espejo. Se giró y sonrió.

-Buenos días, Herta. Soy Flora.

La otra se quedó sentada en la cama de un salto, con la sorpresa.

-¿Flora? ¿En serio? -la miró de arriba abajo, incrédula.- ¡Es maravilloso! -Se frotó los ojos intentando despabilarse totalmente.- ¡Lo has conseguido!

-Sí. -Su sonrisa era cada vez mayor. No podía ocultar la felicidad por haber recobrado su forma. -Lo he logrado. Me alegra poder hablar contigo por fin sin tener que escribirlo todo.

Herta se levantó y, de manera impulsiva, le dio un abrazo. Eran prácticamente unas extrañas y, sin embargo, eran lo más cercano que tenían en ese momento.

-Tienes que hacerme un favor -dijo Flora-. Mi madre puede llegar en cualquier momento y no puedo perder ni un minuto. Hay unas tijeras en esa cesta de labor que ves ahí. Quiero que me cortes el pelo.

La petición de Flora no hizo más que acrecentar la admiración que su oscura melena había despertado en Herta desde el primer momento, a pesar del sobrecogimiento.

-¿Cortarte el pelo? Pero ¿por qué?

-Es algo que llevo pensando casi desde la conversión. Me prometí que, si volvía a ser humana, lo llevaría muy corto.

-¿Por qué? -Un cabello así… era casi un sacrilegio cortarlo.

-¿Te parece que es bonito?

-Claro -respondió Herta tras una pausa que indicaba obviedad.

-Pues, por eso. Lo que me ha ocurrido ha sido por culpa de la envidia de mi madre. Es infinitamente superior a mí en belleza y, sin embargo, hace tiempo que noto sus celos; por mi juventud, supongo. Nunca pensé que esos sentimientos la pudiesen llevar a ser cruel conmigo, pero lo ha sido. Y mucho. No quiero que haya nada en mí que pueda volver a envidiar.

Herta la miró asustada, preguntándose si habría alguna otra cosa, aparte de su pelo, que pensara cambiar. No obstante, no compartió con ella su preocupación ni intentó disuadirla. Buscó las tijeras y se puso a la tarea sin perder tiempo. Tampoco la avisó de que era la primera vez que cortaba el pelo a alguien. Sospechaba que si se demoraba lo más mínimo, Flora lo haría ella misma, y el resultado sería, probablemente, peor.

Mientras los largos y brillantes mechones de pelo castaño oscuro, prácticamente negro, caían al suelo, soltados y observados con pena por Herta, la hija de la Duquesa le dio los detalles de cómo había conseguido deshacer el hechizo gracias al cuaderno encontrado por ella la tarde anterior.

-Bueno, en realidad, no he deshecho exactamente el hechizo.

-¡¿Cómo?!

-Lo he modificado.

Flora vio reflejado el desconcierto de Herta en el espejo.

-He pensado que, dadas las circunstancias, sería lo mejor. No es que me agrade lo más mínimo la idea de volver a convertirme en ratón, pero, de momento, tendrá sus ventajas.



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En el texto hay: magia, misterio, amor

Editado: 26.08.2019

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