"Una mujer no necesita de un hombre...aún con todo y su fuerza"
-Sara Sellers
Londres 1852
_Es por eso que las mariposas son libres..._ Cindy, la hija pequeña de los Hunter, explicaba con detalle su conclusión a Sara, ella no pudo evitar sonreír con la imaginación de la pequeña, según su lógica, las mariposas eran libres por que no había mariposos, por lo tanto no tenían esposos, como su madre o sus tías.
_Me parece que estas equivocada_ dijo Sara sonriente, la pequeña frunció el ceño.
_No lo creo.
_Pues si, la realidad es que si hay mariposos si no, explicame ¿como es que hay más mariposas cada día? Se necesitan reproducir_ Cindy analizo sus palabras y después la miro con curiosidad.
_¿Como se reproducen?_ Sara se tenso ¿como explicarle a una niña de siete años? Seria fácil pero después preguntaría más y más, a pesar de su edad era inteligente y no quería entrar en el tema de la reproducción y mucho menos del ser humano.
_Después te explicó_ y como mandada por el cielo, la madre de Cindy, Emma Hunter apareció en la colina, llamándolas para la hora de la comida_ vamos con tu madre_ Sara tomó de la mano a la pequeña y corrieron hacia Emma, ella recibió a su hija con un fuerte abrazo, Sara siempre admiraba el amor de madre e hija que compartian.
_¿Y ahora institutriz, tendremos el honor de su presencia en la cena?_ le pregunto Emma, ella había sido una buena amiga, que la apoyo desde ese terrible día...
_Lo lamento mucho pero tengo que irme, sabes como es el señor Tyler_ era su jefe en ese momento, ahora estaba educando a sus hijos, que eran tremendos por decir poco y tenia poco tiempo libre. Abrazo a su amiga y se despidió para regresar a casa. Su vida se había convertido en algo que jamás imaginó y todo por un hombre, cierto que en esos tiempos los hombres eran mucho más importantes que las mujeres...a ella le parecía muy injusto pero ¿que podía hacer?
Camino por las calles tranquilas recordando otra vez...con dolor, lo que había pasado hacía cinco años...
Con una inocencia arrebatadora de Dieciséis años, Sara caminaba por su jardín cuando un carruaje llegó, bajaron dos hombres de este, ella jamás los había visto, se acercó para verlos más de cerca ya que probablemente eran negocios de su padre, su madre estaría contenta de informarse...pero no pudo pensar, su cuerpo se paralizo al ver al más joven, era alto con un pecho fornido, cabello cobrizo, parecía imponer y ella se sintió como gelatina, era el chico más guapo que jamás había visto, desde ese día estaba perdida lo sabia...lo demás fue cuestión de tiempo y mucha suerte, el chico había ido más días a su casa, se llamaba Adam Hamilton, su padre los había invitado a cenar un par de veces, ella estaba enamorada no podía negarlo cada vez que su pulso se aceleraba al verlo, su cuerpo reaccionaba a él...para su gran sorpresa el parecía coquetearle, así pasaron varios días más en que solo caminaban y hablaban por el jardín en compañía de una chaperona, su nana. Una noche mientras ella soñaba con él, este apareció en su habitación y se besaron, algo había explotado dentro de ella estaba segura, lo que siguió después...fue inevitable y un tremendo error, jamás se había sentido tan amada y especial que no pido evitar que pasara. Al día siguiente vivió como arriba de una nube, esperaba que el volviera esa noche, pero no lo hizo, solo mando una nota diciendo que tenia algunos asuntos, al otro día su padre se entero de todo y la obligó a casarse, estaba feliz esperando que él llegara para pedir su mano...no lo hizo, su padre mandó buscarlo y no lo encontró, se había ido, con su virtud, su amor y toda su alma.
Su padre se sentía decepcionado y herido y a pesar de la súplicas de su madre, la desterro de la familia, solo con unas monedas y poco ropa se aventuro al mundo, le dijeron que su padre continuo buscándolo pero sin éxito, a ella no le importaba, sentía odio por Adam.
Y aún ahora después de cinco años lo seguía sintiendo hervir dentro de ella, con los recuerdos intactos de su presencia, de sus besos y de su olor. Apretó la mandibula, se sentía una tonta por todavía recordar los pequeños detalles.
Estados Unidos 1852
Las manos de Adam sudaban de manera brutal, y con justa razón frente a él estaba John Sellers ¿como diablos se presentaba ahora? Después de tanto tiempo, quiso reírse pero no quería ser hombre muerto.
La cantina estaba en total silencio, los demás en el bar observaban curiosos la escena de los dos hombres que se miraban fijamente, Adam tosió y se levanto de su silla para estar más cerca de su enemigo y para demostrarle que no le tenía miedo.
-¿Como ha estado señor Sellers?- le pregunto con descaro, John apretó la mandibula.
-¡Maldito bastardo! Te he buscado, al menos así fue los primeros años pero ahora sin proponermelo te encuentro aquí.
-¿Y que me hará?-siguió provocandolo- ¿casarme con su hija?