Pov Raven
—¡¿Mamá, dónde está mi chaqueta de jean?! —pregunto, rebuscando en mi armario la chaqueta con bordado de flores.
—Creo que tu hermana la tenía puesta hoy temprano cuando se fue, cariño —responde, elevando el tono de voz, para que la oíga desde la segunda planta.
—¡¿Que ella, qué?! —exclamo, indignada.
Oh, no.
Esta chica va a oírme.
Estoy cansada de que tome mi ropa sin mi permiso.
Enfurruñada, bajo a la primera planta y me adentro a la cocina, donde mis padres me esperan con el desayuno listo.
Tomo asiento en la butaca frente al desayunador de mala gana y agarro el plato con hotcakes que me ofrece mamá.
La miro ceñuda mientras sirvo mi café con leche.
—¿Por qué permites que se lleve mi ropa? Es mi chaqueta preferida —reprocho, llevándome un trozo de mi desayuno a la boca.
Mi madre solo ríe y pellizca una mis mejillas, como si lo que le estuviera diciendo fuera un chiste.
Decido dejar el tema y terminar mi desayuno porque sino llegaré tarde al colegio.
Me despido de mis padres y me encamino hacia el garaje a buscar a mi bebé.
Quince minutos es lo que me toma llegar al Instituto. Estaciono mi motocicleta en donde se encuentran las demás y aferro las tiras de mi mochila antes de cruzar por la puerta de entrada.
En el camino a mi casillero saludo a uno que otro conocido, abro la puertecilla de mi gaveta y el póster maltrecho de CSI me recibe, tranquilamente podria comprar uno nuevo pero le he tomado cariño.
Guardo los libros necesarios para la clase de política y me encamino al salón. Cuando llego me voy directo a ocupar mi asiento habitual sin mirar siquiera si hay alguien más en el aula.
Faltan diez minutos para que comience la clase por lo que saco mis apuntes de la clase pasada y los repaso a conciencia, ya que la profesora a cargo de esta materia siempre tiene la dicha de preguntarme absolutamente todo. Solo a mí. Hasta el día de la fecha no sé cual es su problema.
—Raven... —Me sobresalto al escuchar mi nombre a mis espaldas.
—¡Jessica, te dije que no volvieras a hacer eso! —reprendo a mi mejor amiga mientras me llevo una mano al pecho.
—Perdón. Es que es gracioso ver como te asustas —responde, soltando una risita y tomando asiento a mi lado.
Voy a preguntarle que tal su día, cuando la llegada de la profesora capta nuestra atención.
Pero esta no llega sola. Detrás de ella se encuentra un chico que nunca antes había visto. Su belleza es indiscutible. Todas las chicas —y uno que otro chico—, tienen sus ojos clavados en el atractivo sujeto frente a mí.
Incluyéndome.
Me tomo unos segundos para detallar bien su rostro y noto que cuenta con algo que lo distingue por sobre todos nosotros.
Heterocromía.
Su ojo izquierdo es color café, mientras que el derecho es de un azul cielo. El molde de su rostro es ancho y redondeado —aunque de todas formas se le marca la mandíbula—. Su nariz es recta, y sus labios finos forman una mueca que se me antoja disgustada.
Permanece con la cara seria, sin expresión, mirando a todos y a nadie a la vez. Es alto y de complexión medianamente musculosa, lo normal.
Desprende una seguridad envidiable, pero no del tipo arrogante.
La profesora se aclara la garganta y cada una de nosotras salimos del extraño trance en el que nos vimos sumergidas.
—Buenos días, alumnos. Hoy daremos la bienvenida a un nuevo estudiante proveniente de Italia. Espero lo reciban como es debido. —Con una sonrisa mira al chico y pide—. ¿Puedes presentarte?
Él asiente.
—Hola a todos. Mi nombre es Rhett Ricci y espero nos llevemos de maravilla —habla con un sutil acento extranjero.
Oígo a una que otra chica suspirar.
Jessica está que se le caen las babas.
Yo pienso en lo educado y caballero que es.
—Bien, puedes tomar asiento —finaliza la profesora Smith.
El chico nuevo camina por entre los asientos y toma asiento unos tres bancos detrás mío.
La hora se pasa tranquila a excepción de las típicas preguntas de la profesora hacía mí. Para mi suerte contesto todas correctamente y ella se ve complacida.
Suena el timbre que indica la hora del almuerzo y junto a Jess nos dirigimos a la cafetería.
Cuando nos adentramos en el lugar avistamos a nuestro pequeño grupo de amigos sentados a la mesa en la que almorzamos todos los días.
Mis ojos se detienen en Ryan, que me sonríe cómplice.
Le devuelvo el gesto.
Ya con nuestras bandejas en mano, nos encaminamos a la mesa.
—¡Hey! —Nos saluda Mackenzi cuando tomamos asiento.
—¿Cómo los tratan las clases? —pregunto, paseando mi mirada por cada uno de los presentes.
—Bien y ¿a ti, preciosa? —habla Ryan mirándome con su típica sonrisa coqueta.
—Me fue bien. —Le sonrío en respuesta y me acerco hasta él para darle un pequeño beso en la comisura de los labios y tomar asiento a su lado.
—¿Ya conocieron a los ardientes italianos que llegaron hoy? —inquiere Sabrina, con una sonrisa pícara en su aniñado rostro.
Muchos pensarían que es un ángel por su apariencia, pero te das cuenta de cuán equivocado estás cuando la conoces realmente. Río ante ese pensamiento.
—¿Por qué hablas como si fueran muchos? Solo es uno —responde una incrédula Jess.
—No, son tres. ¿A cuál conocieron ustedes? —pregunta Julianne, que hasta el momento no había hecho más que comer su porción de pizza.
—¿Tres? —Es mi turno de hablar. Trago el trozo de sándwich de miga y agrego: —Solo vimos uno, Rhett Ricci, creo que es su nombre.
—Ah sí, el raro de los ojos de diferente color. —Se burla Noah.
Ryan ríe ante el comentario del pelirubio y pasa uno de sus brazos por mis hombros, atrayéndome hacia él.
—No hables así de él. —Lo defiende Jessica, sorprendiéndonos a todos.