Pov Raven
Han pasado dos días desde que los Ricci hicieron acto de presencia en el Instituto.
Hasta el momento sigo sin conocer a los hermanos restantes.
Rhett Ricci resultó ser en verdad alguien amable y muy inteligente. Perdí la cuenta de las horas que Jessica se la pasa taladrándome el cerebro hablando de él. Mientras Rhett enamora cada día un poco más a las chicas de mi clase —incluyendo a mi mejor amiga—, sus hermanos están ganando popularidad aquí en el Instituto.
En estos dos días mi intriga a aumentado a un nivel estratosférico. Hay rumores de todo tipo: "son encantadores", "son revoltosos, explosivos", "imponentes", "graciosos", "inteligentes", "perfectos".
¡Uhg! Me exasperan. Nadie puede ser tan perfecto.
También está su contraparte, que afirma que se drogan, fuman, roban y hasta golpean a los indefensos.
Gracias a dios hoy por fín le daré fín a mi incertidumbre; es jueves, exactamente el día que mis padres arreglaron para llevar a cabo la cena con los Ricci. Todavía no me he animado a preguntar sobre su interés repentino en hacer nuevos amigos.
Y más con extranjeros que conocimos hace no más de tres días.
Estoy intentando prestar atención a la clase de psicología. Intentando. Mis constantes pensamientos llenos de expectativas sobre como será la cena de esta noche no me dejan en paz. Me ponen nerviosa y con los pelos de punta. También estoy muy indecisa sobre qué me pondré, ni siquiera sé el motivo por el cuál me importa tanto lucir bien esta noche.
—Señorita Fox, ¿quién es Sigmund Freud? —Simón, ¿qué?
Me quedo callada porque realmente no sé la respuesta, no estuve prestando atención.
Todos están mirándome expectantes, esperando mi respuesta.
—¿Señorita Fox...? —insiste el profesor.
—Yo... Eh...
—Sigmund Freud es el padre del psicoanálisis, un tipo de mentor para psicólogos de esa rama —contesta una voz detrás de mí y sé que es Rhett.
Reconocería su tono de voz imperturbable en cualquier lugar.
—Correcto, le agradezco la información, señor Ricci. Pero la próxima espere a que se lo pregunte directamente a usted —espeta el profesor, con el semblante rígido.
Nadie responde y el mismo se da vuelta para seguir escribiendo en la pizarra, no sin antes echarme una mirada fugaz a lo cual yo me encojo sobre mí misma. No me cabe la vergüenza en el cuerpo, yo nunca soy así de irresponsable y hoy quedé peor que una irresponsable.
Me volteo sobre mi asiento para mirar directamente a Rhett, él no se percata de mi mirada ya que permanece concentrado en su libro. En el momento en que me nota, levanto el dedo pulgar en su dirección a manera de agradecimiento.
Él se limita a guiñarme un ojo en respuesta.
—Te salvó el trasero, ¿puede acaso ser más perfecto? —Volteo la cara para mirar a Jessica de lleno y decirle que se calle.
Ella me saca la lengua y vuelve su vista al frente.
La clase transcurre silenciosa. Toca el timbre que indica la hora del almuerzo y guardo mis útiles en la mochila antes de encaminarme hacía afuera junto a Jess.
—Esta noche conocerás a los dos hermanos restantes, ¡ayyy! —chilla emocionada mi mejor amiga.
—Ni me lo recuerdes, estoy nerviosa hasta la médula. No sé como vestirme, ni si usar maquillaje o qué —comento, pasando uno de mis brazos por sus hombros para entrar a la cafetería.
—Yo te ayudo con eso, bien llegues a tu casa envíame fotos de todas tus opciones, ¿sí?
—Ok —contesto mientras río, ella está incluso más ansiosa que yo.
Formamos fila para comprar nuestra comida y luego vamos hasta la mesa donde están nuestros amigos de siempre.
Recorro indiscretamente la cafetería en busca de algún hermano pero no los veo por ningún lado, tampoco es como si supiera como lucen los otros dos, pero ni siquiera veo a Rhett. Deben de comer en el patio.
—¿Qué buscas? —Unos brazos son afianzados a mi cuello por detrás y oígo su voz susurrar aquella pregunta.
—A nadie. —Me volteo un poco para mirarlo directamente-. ¿Cómo estás, Ryan?
—Bien, preciosa. ¿Y tú? —responde dándome una de sus encantadoras sonrisas, sus orbes oscuros apenas se notan al achicarse por la acción.
Me siento dejando mi bandeja de comida sobre la mesa y lo miro a detalle mientras él hace lo mismo.
Su oscuro y lacio cabello largo se ve sedoso y está desordenado de una manera que lo hace lucir sexi. Detallo su rostro, desde su angulosa mandíbula hasta sus labios llenos.
Él sigue mirándome con detenimiento y recorriendo mi rostro, se detiene más tiempo de lo debido en mis labios y yo me ruborizo.
—¡Hey! Sí, ustedes dos, dejen por un segundo de devorarse con la mirada y presten atención aquí, estoy hablando del sábado, mi fiesta, ¿lo recuerdan? —Los impresionantes ojos azules de Sabrina nos miran con molestia y una pequeña punzada de culpabilidad y vergüenza me embargan de inmediato.
—Lo siento —digo.
Le encanta abochornarme con el asunto de Ryan, en verdad lo disfruta.
—Tranquila fierecilla, ya sabemos lo de tu fiesta y ayudaremos con el alcohol y todo lo que haga falta —responde Ryan a cambio, enderezándose en su asiento y pasando uno de sus brazos por mis hombros para atraerme hacia su cuerpo.
Yo me limito a comer mientras escucho atentamente como nos organizaremos para ayudar con la fiesta de Sabrina.
No soy muy fan de las mismas pero ella es mi amiga y la apoyaré en cada locura que haga.
Termina la hora del almuerzo y me encamino hacia mi siguiente clase luego de despedirme de todos.
***
Termino mi jornada escolar y me encamino fuera del Instituto en busca de mi motocicleta que está aparcada en el estacionamiento improvisado de aquí.
Estoy rebuscando la llave en mis bolsillos cuando una risa estruendosa capta mi atención, un chico de cabello rubio está de espaldas y apoyado en una gran camioneta negra que se me antoja militar, pero lo que en realidad llama mi atención es quien está charlando con él. Rhett. Son ellos, sus hermanos.