POV RAVEN
—Necesito irme a casa. —Le digo a Rhett una vez llego atropellada a la mesa.
—¿Qué? —sueltan él y Jess al unísono.
—Que necesito ir a casa. —Los nervios y el alcohol están haciéndome entrar en un estado de pura adrenalina y ansiedad juntas. Todavía siento el corazón golpeándome las costillas. ¿Qué mierda pasó ahí dentro?—. ¡Ahora!
Rave puede salir en cualquier momento de esa sala en donde casi follamos.
—Pero ¿Por qué? ¿Qué te hizo Rave? —Qué no me hizo, sería la pregunta—. ¿Por qué quieres irte?
—Solo llévame a casa. Por favor Rhett, después pueden volver y seguir divirtiéndose. Pero yo necesito irme —ruego, desesperada.
—¿Por qué? —Esta vez la voz se oye a mis espaldas.
Su acento es inconfundible.
Una opresión de nervios se acentúa en mi estómago al escucharlo hablar. Me volteo y lo miro durante unos escasos segundos. Lleva la camisa desacomodada y el cabello despeinado. Y aún así, se ve jodidamente sexi. Lo ignoro y vuelvo a reiterar lo anterior hacia el segundo de los Ricci. Él al ver la súplica en mi rostro, asiente no muy convencido.
Toma las llaves de la mesa y se levanta de su asiento para dirigirse a las escaleras que dan al primer piso. Jessica lo sigue detrás y yo hubiera hecho lo mismo si no fuera por el insistente chico a mi lado.
—No te vayas. —Me toma por el codo. Su voz suena profunda y sus ojos destellan pesar—. Si hice algo malo ahí dentro, te pido disculpas, pero no te vayas así.
—Esto ya no tiene que ver contigo, Rave —suelto y de un tirón me safo de su agarre.
Llego a la acera y veo frente a mí el auto deportivo color rojo que pertenece a Rhett. Está con el motor encendido y Jess se encuentra en el lado del copiloto. Con una sola mirada ella entendió el por qué; me hace seña de que suba al auto. Entro y me acomodo en los asientos traseros junto a la ventanilla. Alguien golpea el vidrio y al girarme veo a Aria detrás de este con el ceño fruncido. Bajo el vidrio y noto a sus espaldas a los dos hermanos restantes.
—¿Qué mierda te picó? —cuestiona entre enojada y confundida.
—Déjame en paz —siseo con la mandíbula apretada.
—Es que nadie te entiende, ¿cuál es tu maldito proble...
—¡Por una maldita vez, no te metas en mis putos asuntos! —La corto, furiosa.
Ella me mira con la boca muy abierta e indignada. Los demás me observan sorprendidos.
Es especial él.
—Arranca. —Le pido a Rhett.
Lo último que diviso al ponerse en marcha el auto, es su sonrisa ladeada...
(***)
—Dame dos sodas de naranja —pide Jess al vendedor que merodea por las gradas de la cancha en donde nos encontramos sentados.
—Luego te pago. —Le susurro a mi mejor amiga.
—No hay drama, Ri. —Me asegura con una brillante sonrisa en su rostro. Rhett a su lado le da un corto beso en la mejilla.
—Pero este chico juega fatal, dios mío, ¡pero pásala, rubio! ¡Que no estás jugando solo, joder! —grita Aria a mi lado haciéndome sobresaltar—. Yo te digo, me hizo venir para nada ¡Para nada! Me hubiese quedado en casa. —Sigue hablando sola mientras yo observo como el menor de los Ricci no puede contra esos chicos negros de dos metros de alto del equipo contrario.
Hemos venido al partido de Básquet del equipo de Rodrigo. Él nos invitó a todos ayer en el Instituto y al ver su rostro ilusionado por esto, no pude decir que no. Mi consciencia no me hubiera dejado tranquila de lo contrario. Son las 09:00am. Tuve que levantarme 07:00am para estar lista cuando Rhett pasara por mí y por Aria.
El incidente del club quedó olvidado por todo el grupo y lo agradezco no saben cuanto. Con respecto a mi hermana, esa madrugada —horas después de haberme ido del club—, llegó tan borracha y tan fumada que no sé acuerda de nada(según sus palabras). Así que eso incluye el hecho de que le grité. Y con respecto a Rave, no volvimos a interactuar desde lo que pasó hace tres días. Un alivio para mis nervios. Todavía sigo intentando convercerme de que mi comportamiento esa noche, fue por el alcohol que tenía encima en ese momento.
Ahora mismo estoy observando su nuca y su cabello negro azabache ya que el se encuentra unas par de hileras más abajo de nosotros. A su lado se encuentra una chica rubia llena de tatuajes con un cigarrillo en mano que se lo pasa a él, entre calada y calada. Una sensación desagradable y al mismo tiempo extraña, se acentúa en la boca de mi estómago cada que ella lo abraza o viceversa mientras hablan animidamente tal cual pareja perfecta.
—Uhg, ¿otra vez está toqueteándolo? —cuestiona Jess con tono de fastidio—. Tendrías que ser tú la que lo toquetee y hable con él, no esa perra —termina y oígo como sorbe con la pajita su gaseosa.
Yo le doy una mirada reprobatoria.
—¿Cuántas veces debo decirte que entre Rave y yo no hay nada? ¿Que no me importa, ni me gusta? —reprocho, cansada de tener por milésima vez la misma conversación desde lo del club.
Aunque si me importa un poco. Solo recordar como me tocó ese día en el club e imaginar que lo hace con otra chica es... No lo sé, ¿raro? ¿Incómodo? ¿Irritante?
—No te lo crees ni tú y pretendes que lo haga yo —murmura sin mirarme.
Vuelco los ojos y me decanto por prestarle un poco de atención al pobre de Rodrigo que está pasando vergüenza allá abajo.
Termina el partido luego de unos largos treinta minutos y observo al menor de los Ricci irse furioso hacia las duchas del lugar. Todos miramos el recorrido que hace, dando fuertes zancadas con el ceño fruncido.
Visiblemente frustrado ya que perdieron.