POV RAVEN
Cierro mi laptop cuando termino el capítulo número treinta de mi libro favorito. Cuando apago el blues que sonaba en los cascos de mis auriculares, oígo a mi padre llamarme desde la primera planta. Me impulso con los brazos y de un brinco estoy fuera de la cama. Estiro las piernas entumecidas por estar horas en la misma pose y me dirijo a la salida de mi alcoba.
No llego a tomar el pomo de la puerta cuando esta es empujada bruscamente por mi hermana. Doy un paso atrás a tiempo para que no me golpee.
—¿Qué diablos te sucede? —chillo.
—¡Shhh! Cállate, estúpida. Hay algo importante que debo decirte —espeta, mirándome fijo bajo sus pestañas embadurnadas de rimel.
—Papá me está llamando. Espérate —digo y trato de sortearla para llegar a la salida.
Claro que no se llamaría Aria Fox si no sería terca.
Me toma por los hombros y me mantiene en mi lugar con fuerza. Yo me sobo ligeramente donde ejerció presión y la miro mal.
—Pues esto es más importante que lo que papá necesite —sentencia en voz baja, como si alguien pudiera escucharnos.
—¡Raven! —Oígo nuevamente a mi padre llamarme.
—¡Ya voy! —grito en respuesta.
Intento nuevamente esquivar a Aria pero no lo logro.
—Va a haber una fiesta ilegal esta noche. Rodrigo me invitó y quiero que vayas conmigo, porque de otra forma nuestros padres no me dejarán ir —explica rápidamente sin pausas.
—No. Sabes que no me meto en cosas como esas. —Aplano los labios luego de decirlo.
Ella se lleva un dedo a los labios, pensativa.
Aprovecho la oportunidad para ir hacia la puerta de una vez por todas.
—Va a ir Jessica —insiste. Yo abro la puerta de la habitación dispuesta a salir al pasillo—. Rave también —agrega y me congelo en mi lugar.
El corazón empieza a latirme de forma antinatural al oírlo nombrar.
No lo he visto desde hace una semana y he intentado con todas mis fuerzas no pensar en nuestro último encuentro. En cómo se preocupó por mí, en nuestra charla casual, en lo reconfortada que me sentí con su compañía.
Y sobre todo, he intentado no pensar en que por su causa me he escapado del colegio por primera vez en mi vida. He roto una regla sin sentir remordimiento, y eso me asusta a niveles que no llego a comprender.
—¿Cómo no lo había pensado antes? Di justo en el clavo... —dice en tono burlón.
—Por supuesto que no.
Llego a la sala donde mis padres ven las noticias con una taza de café en las manos.
—Cielo, ¿por qué te tardaste? —cuestiona mi padre sin mirarme.
—Jess me había llamado por una emergencia. —¿Por qué sigues mintiendo, Raven?
—¿Ella está bien? —Mi madre voltea a verme preocupada.
Un nudo de culpabilidad me oprime el estómago.
—Sí, mamá. Nada grave, en realidad.
—Qué bueno, mejor entonces —responde con una sonrisa.
Eres todo lo que está bien, mami.
Me muerdo el interior de la mejilla antes de preguntar:
—¿Qué necesitabas, papá? ¿Por qué me has llamado? —indago, con la vista puesta en mis zapatillas moradas.
—Era para avisarte que en una hora salimos hacia la Universidad de Portland, cariño. Iremos a consultar los precios, las becas y todo el asunto para que puedas estudiar la carrera que quieres seguir al finalizar este año. —Me responde felizmente mi madre en lugar de mi padre—. Pónte algo lindo así nos acompañas, amor —agrega, sin perder el tono dulce que la caracteriza.
—Está bien —acepto, con una sonrisa boba en mi rostro.
Subo a mi habitación y ni bien entro en ella veo la cara de pocos amigos de Aria. Está sentada en mi cama.
Vuelco los ojos.
—No iré —sentencio.
A pesar de que la vocecita en mi cabeza me dicta lo contrario.
—¿Siquiera estás escuchándome? —espeta con molestia.
—Perdón, ¿qué decías? —Me aclaro la garganta.
Sin darme cuenta me quedé escuchando las proposiciones de mi conciencia.
—Que quiero que me acompañes. Va a ir Fred. Por favor, Mojigata... Ahora sabes que el motivo es importante. —La miro fijo mientras recabo en las posibilidades. Sé perfectamente quién es el malnacido de Fred, y puedo imaginarme lo que ella está tramando—. Volveremos relativamente temprano. No tomaré, ni fumaré. —Me hace ojitos de cachorro como cuando éramos niñas, y no puedo evitar ablandarme.
—Volveremos temprano. No vendrás alcoholizada, ¿quedó claro? —La señalo con mi dedo acusador y ella asiente con una sonrisa alegre en el rostro.
—Iré a avisarle a Rodrigo —dice sin más y sale de mi habitación.
Yo camino hasta la ventana que da a la calle.
El sol reluce en el cielo como cada día en Los Ángeles. Me trae paz observarlo.
Me quedo unos minutos en el mismo lugar, con un remolino de pensamientos en mi mente.
¿Qué estarás haciendo, Rave? ¿Qué harás esta noche cuando me veas?
***
POV RAVE
—¿Ya está cargada? —Me dirijo a Irving, mi compañero en toda esta mierda.
—Sí. Los demás dijeron que nos esperan a una cuadra del lugar —responde, dejando tres armas de corto alcance sobre la mesa de metal.
Le doy un asentimiento y guardo otro par de cargadores en los bolsillos internos de mi chaqueta de cuero.
Son cerca de las ocho de la noche; el jefe nos mandó a encargarnos de un asunto pendiente con unos distribuidores de los barrios bajos que no entregaron el dinero de la venta de esta semana.
Enciendo un cigarrillo cuando salgo a la calle. El viento frío me pega directo en el rostro y anestesia un poco el efecto de la porquería que me he metido hace algunos minutos atrás.
Trago grueso.
Mi pulso sigue acelerado por la euforia que causa el efecto de la cocaína, pero me controlo. Ya estoy acostumbrado a esto, no soy ningún novato.
—Rhett. El auto —hablo a través del radio que utilizamos para comunicarnos.
Desde que los malditos policías nos tienen en la mira, tenemos que ser más cautelosos. No podemos permitir que se filtren las llamadas importantes.