Todo fue una mentira.
Ariadna.
Eliz había vuelto a sentirse segura y seguía entrenando en privado y por si sola — me sentía orgullosa — Adrián y yo teníamos salidas pero solo como amigos aunque a veces no lo pareciera y varios de esos momentos se hicieron muy cercanos como la vez en la biblioteca.
A ambos nos gustaba el género de misterio y fuimos a comprar un libro que ambos lo queríamos y leeríamos juntos.
Era una librería grande en el centro de la ciudad y aproveche para comprar otros libros que quería leer, la sección de misterio estaba en el segundo piso y era muy concurrido. Mientras el buscaba yo estaba en otro pasillo.
— ¡Lo encontré! — me aviso y corrí para verlo.
Lo tome para verlo mejor y era hermoso, corrí para pagarlo y empezar a leerlo. Nos sentamos en un pasillo que no era tan transitado, me acomode a su lado para leerlo ambos pero él se acomodo sentándose detrás mío con sus piernas rodeando las mías, me llego su aroma y su calidez, me sentí protegida. No me incomodo, al contrario, me arrime en su pecho y era muy relajante el sonido de su corazón. Puso el libro al frente mío y donde el también podría leerlo.
Avanzamos un cuarto del libro hasta que Adrián comenzó a moverse y era señal de que se sentía incomodo por la posición. Me levante y le extendí la mano para que pudiera levantarse también. Se estiro y al flexionarse pude ver mejor sus fuertes brazos, me perdí por un momento pero volví en mi y vi los estantes de libros para distraerme. En el quinto estante vi un libro que solía ser el favorito de mi papá y debía tenerlo.
Me estire pero era muy alto para mi, me estire más pero el peso del cuerpo me estaba ganando para enviarme hacia adelante, Adrián me agarro por la cintura con fuerza para no tropezarme.
— Si quieres algo de arriba, solo dímelo — me dijo con gentileza. Agarro el libro que quería y me lo dio. Siempre me había considerado alta pero junto Adrián me sentía muy bajita.
— Gracias, este era el libro favorito de mi papá, solía leérmelo en las noches — el libro estaba lleno de polvo. Nos quedamos un rato ahí hasta un grupo de chicos paso corriendo por ahí y uno de ellos choco con Adrián, lo cual le hizo dar unos pasos adelante, se agarro del librero pero había quedado atrapada entre el y los libros. Puse el libro que tenía en las manos en medio de los dos como reflejo.
Dios, estaba tan cerca y no podía resistirme, quería besarlo desde que lo conocí pero ese deseo solo estaba creciendo pero no podía, no debía. El no se apartaba y tampoco dejarme de verme, sentía lo mismo que yo.
Aria, no lo hagas.
Baje la mirada a sus labios y fue un gran error, él solía usar un bálsamo para hidratar sus labios y hace un rato se lo había puesto, se veían apetecibles y comencé acercarme, él hacia lo mismo, tomó mi mandíbula con delicadeza pero apenas pude tocarlo cuando una vendedora nos interrumpió.
Nos marchamos de ahí tan rápido que parecía una competencia de quien llegaría más rápido al estacionamiento. Yo me fui en mi moto y el su auto, el libro que habíamos comprado entre ambos el lo leería primero.
Esa noche no pude dormir, por pensar en Adrián y en ese momento que podría hacerse realidad pero hubiera deseado no haber estado despierta para no enterarme de algo que cambiaria aún más mi vida.
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Después de todo lo que me dijo el General no podía seguir ahí y aún en pijama tome mi chaqueta y salí corriendo de la casa, no sabía a dónde ir.
Tenia una opresión en el pecho, estaba enojada y muy confundida. No me di cuenta cuando termine en el parque y me apoyé en un árbol, no me importaba el peligro de estar a esas horas en ese lugar, ya no me importaba nada.
Quería llorar pero no, no lo haría, tape mis oídos con la punta de mis dedos y respire hondo, era una técnica que había aprendido cuando perdí a mis padres, así no me mostraría frágil.
Daba vueltas y quería desahogarme, no quería hacerme daño pero la ira y la decepción era tan grande que rompí el celular nuevo que mi tío me regalo, al chocarlo contra el suelo y la herida que me había echo en la mano izquierda me ardió y mi mano estaba cubierta de sangre, no me di cuenta que era tan grave. Estaba desperada y no quería, no podía volver a esa casa.
Podía llamar a mi tío, pero el también sabía la verdad, el también me había mentido, cruce los brazos sobre mi estómago por que comenzaba a sentir frío. Llamar a Oscar tampoco era buena idea, el iba querer ayudar pero no podía estando tan lejos.
Salí del parque y camine con unas sandalias. Habia encontrado una cabina telefónica no muy lejos de ahí y busque en los bolsillos para ver si tenía una moneda pero afortunadamente vivía en una lugar donde solían dejar una moneda para el siguiente que la necesitara.
Gracias, a todo lo bueno.
Antes de decir a quien llamar, grité lo más fuerte posible y me golpe a mi misma varias veces. Desordene mi cabello y me arranque algunos, eso fue dentro de la cabina telefónica — ¿¡PORQUE¡? — grité.
La cabeza me palpitaba tanto que apenas podía recordar los números, pensé a quien debería llamar, si llamaba a Sam, Carlos o Marcos ellos le diría a mi tío, y Oscar estaba muy lejos, y aparte de sus números el único que me sabía era el de Adrián. ¿Acaso tenia ese nivel de confianza con él? no importaba, mi mano me dolía y tenía mucho frío, así que inserte la moneda, marque su número y no tardo mucho en contestar.
— Hola — al escuchar su voz sentí un gran alivio.
— Adrián — al decir su nombre brotaron unas lágrimas y con un nudo en la garganta seguí hablando.
— ¿Ariadna?.
Adrián.
No esperaba la llamada de ella, de echo no esperaba ninguna a las 3 de la mañana.
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Editado: 31.10.2024