—Arikú... Arikú —repetían más voces y mi cabeza comenzó a pesar, Mateus mira a todas las direcciones imagino yo, que buscando como ayudarme, sin embargo solo va a entorpecer mi trabajo si es que sale de su campo de protección.
—<<No salgas>>
Mi orden sale de mis dedos, y él solo atina a mover la cabeza para afirmar.
Ante mi, la figura horrenda se retuerce y hace sonidos grotescos y asquerosos, en lo que yo intento que las gotas de sangre no den al suelo, porque evidentemente es algo valioso para ellos.
—¡Mierda! —mascullo en lo que envuelvo la herida con un pañuelo que tenía en el bolsillo —¡Bien Orkias, lo bueno es que sabes que eres el objetivo de estas cosas, lo malo, es que estas rodeado!
—Orkias Arikú, el último descendiente de Eirú —la voz de una anciana viene tras la cosa que se sigue alimentando de la sangre del suelo y aumenta de tamaño, ya entiendo por donde va la esto, esa masa me quiere engullir, debo escapar o rogar a que Irina pueda volver a sellarlas.
—¿Quién me llama? —pregunto intentando analizar las posibilidades, y creo que no tengo otra alternativa que llamar a mi espíritu.
—No puede ser que olvides la voz de tu abuela, Orkias.
La piel se me eriza, no puede ser posible. Intento agudizar mi vista, pero no doy con la cara de la persona que afirma ser mi abuela materna. La mujer que fue desterrada de La Colmena por intentar practicar magia negra con los restos de nuestros ancestros.
El ente que tenía delante mío comenzó a seguirme, mientras yo arrojaba invocaciones de fuego para evitar que se me acerque. En dónde mis ataques daban el ente se abolla, pero los huecos de forma rápida se reconstruirán
—Eju, Aratirí —Invoco a mi espíritu del bosque, y este se hace presente como su nombre, en forma de rayo, cayó entre el medio de la masa de carne y huesos provocando que gritos de lamentos se escaparan de ella.
La mujer vestida de fuego azul y cabellos electrizantes está parada con una vara de luz en forma de rayo en su mano derecha.
—Siempre esperando a que las cosas se compliquen para llamarme, Arikú.
—Ya me conoces, Aratirí.
—¡Mira lo que le hiciste a mi bebé! —La voz de la anciana volvió a salir del profundo pasillo —Me estás obligando ha hacerme presente Orkias y no quiero hacerte daño, sólo quiero un poco de sangre de mi nieto.
—¿En verdad eres Marila? —pregunto con asco —¿De verdad es ella? —pregunto a Aratirí quien está quemando la masa de carne con descargas que sale de sus dedos, ella parece mas divertida y distraida que cumpliendo una misión.
—Sí, su energía es de Marila Rem... es tu abuela —asegura mi espíritu.
—¿Cómo es que estás aquí si eres una desterrada?
—Es que no estoy en cuerpo —la voz parece rodearme, y realmente lo está haciendo, pues el charco de sangre que me rodea comienza a ondear a mi alrededor, es así cómo transfiere su voz, por medio del líquido —Pero eso no significa que no pueda tocarte.
Una ola del liquido se eleva hasta mi altura e intenta envolverme, pero Aratirí lo evita enviando un rayo hasta él.
—¡Olvidé lo molesto que es tu espíritu! —asegura cuando una nueva ola viene hasta mi, pero de nuevo es desintegrado por Aratirí —. Pero siempre recuerdo que eres un niño bueno... y quieres cuidar a todos...
Los sonidos de quejidos llegan hasta mi, y no hace falta ser adivino para saber qué es lo que ocurre.
Volteo hacia Mateus y veo que una de las olas de sangre cubrió su escudo, pero comienza a derretir su sello, por lo que hace una capa nueva de protección, eso no va a aguantar, la sangre es muy espesa y derrite los escudos ni bien tienen contacto con la burbuja de luz.
—¡Dejalo! —ordeno al aire, porque no sé donde está Marilla —. Me quieres a mi.
—Yo no te quiero, pero sí te requiero, tu sangre es vital para que los desterrados podamos volver a nuestro lugar, Orkias.
—Sabes que el Cario y la guerrera lo impedirán, pero te doy mi sangre, deja al muchacho.
—¡Orkias! —llama Aratirí regañandome —¡Siempre idiota!
—Bien... Pero no soltaré al niño hasta que te dejes envolver por la sangre.
—¡Arikú! no me invocaste para hacer semejante estupidez —reclama Aratirí, y las olas se triplica, ella intenta atacar a todas, pero son demasiadas, aparecen unas tras otra, y en vez de disminuir el líquido, aumenta.
Esto es muy peligroso, yo no podría vivir sabiendo que un ex estudiante muere ante mi, pero sé que es muy peligroso que de mi sangre, y por sobre todo dejarme engullir por el líquido.
—Tic tac, tic tac... vamos hijo, solo dejame darte un abrazo de abuela...
Mateus sigue haciendo su mayor esfuerzo y Aratirí el suyo, pero el escenario se ve terrible, abrumador y desolador, a este punto, en que la sangre se hace más negra y el olor a podrido se llena en el aire, y con esto me doy cuenta que podría invocar a los 7, pero no podría, porque esto es magia oscura y maligna.
Aprieto la herida, miro a Aratirí, quien a su velocidad destruye las olas que intentan comerme, al igual que intenta ayudar a Mateus, sin embargo, hasta con su velocidad, el líquido parece jugar, parece aprender de cada ataque, y se mueve al rededor mío, acercándose más y más.
Solo tengo dos opciones, una no la puedo hacer sin un ritual de 15 minutos, y la otra nunca lo hice yo.
Giro sobre mi propio eje, incluso con la ayuda de Aratirí, esto se ve imposible, no veo ruta de escape, y por lo que veo con la columna de humo que comienza a retroceder muy lentamente esto va para unos dos o tres minutos más, tiempo suficiente para que algunas de esas olas me tomen, tiempo suficiente para que mate a Mateus.
Las olas se hacen cada vez más altas, y entre el brillo de los ataques de rayos, mi mente se nublo, dejó de pensar y de analizar. <<No hay más opción Orkias>>
La sangre comenzó a hacerse como columnas, y de las columnas salían como una especie de ramas, ramas que se llenaban de espinas, mientras aparecían nuevas brujas.