Los secretos de La Colmena

Intensiones

Araresá camina con las manos juntas, con la frente en alto y los pasos firmes, por su puesto, como alguien digno de la realeza. Su silencio comienza a incomodarme así que me aclaro la garganta y ella se para en medio de un sendero. 

Apunta con sus dedos al frente moviendo su mano de forma delicada, sigo la dirección señalada, para darme cuenta que estamos en una planicie, tan pero tan alto que puedo ver todo el lugar desde aquí. Un frondoso bosque, de enormes árboles se dibujaba bajo mis pies. 

Sobre mi cabeza escucho el graznar de algunas aves temerosas, huyendo quién sabe de que, al segundo veo a la majestuosa predadora el blanco de las plumas de taguató ruvicha refleja los haces de luz del sol, por lo que llevo mi mano hasta los ojos para protegerlo. 

—Hermosa... ¿Sabias que las hembras son más grandes que los machos?

—Sé mucho de aves, princesa, en La Colmena es una materia obligatoria durante la primaria, cuando eso no comprendía porqué nos obligaban a estudiar estas cosas, pero, ahora supongo que si no conocemos a los animales, no podríamos reconocer a nuestros espíritus de combate. 

>>Así como era parte de la escuela, siempre me apasionó saber más de ellas, y esa ave en particular...

—Es tu favorita —dice llevando sus cabellos tras la oreja, pues el viento hacía que estas la molestaran. 

—Es majestuosa, una depredadora de emboscada, única, ¿Cómo no sería mi favorita así?

Araresá da media vuelta hacia mi, pero yo sigo mirando al ave que domina el cielo, con sus enormes alas abiertas. 

—¿Cuál es tu mayor miedo Luriel?

Miro a la princesa, llevo mis manos tras de mi, como si fuera que me acabara de dar una orden, y la pregunta comienza a carcomer mis neuronas. 

—No te ofendas —respondo con un tono conciliador —, pero aprendí a que los miedos no se dicen en voz alta, mucho menos a personas que no conozco del todo. 

Araresá sonríe con las palabras que acabo de decir, es como si la hubiera sorprendido, honestamente no me esperaba hacerlo. 

—Es increíble que te resistas a mi poder de persuasión, eso demuestra lo fuerte que eres Luriel, o lo fuerte que es esto. 

Ella estira su mano hasta el centro de mi pecho, el golpe consigue dejarme sin aliento y el dolo hace que mis músculos se contraigan, retrae su mano y en ella tiene el takuara que alguna vez Yvytú introdujo en mi pecho, llevo mi mano hasta el lugar debido a que la sangre que baña al objeto también brota de mi. 

—¿Tu miedo es quedarte sin esto? —pregunta de nuevo sosteniendo el objeto ante mis ojos y mi barbilla con a otra mano, con dificultad niego en lo que ella me observa con enojo, rabia y asco —. ¡Vamos Luriel! puedes ser honesto conmigo, como yo lo seré contigo. 

Gira el pedazo de takcuara en su mano y con una sonrisa cargada de enojo analiza el objeto, finalmente se acerca más a mi y me susurra al oído. 

—Preparé toda la vida de Katú para que él fuera el Cario, cada maldito minuto de mi existencia y la suya, recé a los dioses y lo entrené, pero la gracia divina decidió una vez más bendecir a los de afuera, la verdad que me enojé tanto con Yvytú cuando decidió darte esto. 

Levanta mi mentón de nuevo, intento resistir a dolor, porque no quiero que ella lo vea, no quiero que ni se acerque a adivinar lo que pienso, ni mucho menos lo que siento. 

—Pero ahora lo entiendo... 

Vuelve a darme un golpe en el pecho, y eso hace que recupere el aliento, la sangre de las manos de la joven de limpió mágicamente, y el dolor que mi cuerpo soportaba ya no estaba allí. Me enderecé y observé firme a la chica sin decir nada, esperando a que ella volviera a hablar. 

—Eres un muro de contención —dice con enojo, mirando hacia el frente, y ante nosotros estaba el gran Taguató ruvichá observándonos con sus ojos de cazador —, no es el takuara de Eirú lo que te hae fuerte, eso sólo te canaliza al mundo astral... eres lo que eres, y los espíritus lo saben. 

Araresá se inclina ante el ave quien ante ese gesto suelta un graznido, abre sus alas y sale volando produciendo un sonido en el aire realmente increíble. 

—Entonces no soy tan bienvenido ante ti, princesa Araresá —finalmente digo en lo que paso mi mano sobre mi pecho. 

— No lo eras hasta hace unos minutos, pero como dije, ahora lo entiendo, tú no caíste ante mi hechizo de persuasión e incluso sin la magia de Eirú lo resististe, supongo que no hay entrenamiento, deseo o reto a los dioses que sean validos, cuando ellos saben qué es lo correcto, lo saben. 

—¿Nos hiciste quedar solo para comprobar si soy digno? —pregunto apretando las manos en puños, pues la verdad si me enoja que me haya herido solo para eso.

—No, te quedaste porque el Taguató ruvichá me lo ordenó mucho antes de que llegaras aquí, esperaba tu llegada desde el año pasado, pero imagino que las cosas se pusieron intensas con Carina, la muerte de Elsa, y ahora lo vuelve a estar. 

>>Mi misión Cario, es asegurarme de que La Colmena no corra peligro, de que tanto ustedes como los Originarios estemos a salvo, por sobre todo, Areguá, no puedo darme el lujo de cometer errores.

—¿Entonces ya no me volverás a herir? —pregunto aún molesto. 

—No te haré ninguna promesa Luriel... digo, Cario —Se cruza de brazos dandome el saludo de honor que corresponde al lema, yo respondo igual. 

—¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí?

—Un mes... dos... el tiempo que sea necesario, hasta saber que tú e Iracema están listos para volver y proteger como se debe al enjambre. 

Araresá vuelve a su posición de princesa, inclina la cabeza a modo de permiso para retirarse, yo dudo por un segundo, pero termino denegando el permiso. 

—¿Cuáles son tus verdaderas intensiones con nosotros Araresá? —pregunto serio.
 

—Ahora, no más que convertirlos en guerreros poderosos capaces de destruir a los enemigos, capaces de mantener vivos a los nuestros. 



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En el texto hay: amor, magia, guerra

Editado: 14.06.2021

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