BETA.
—Es una broma ¿verdad? —me mira asqueada con su típico tic en la nariz.
—No. Lo encontré. Es pequeño, tierno y quiero conservarlo.
—Con ese razonamiento por qué no también tienes un hijo.
Ruedo los ojos soltando un bufido, mamá sube las escaleras para alejarse de mí y de... ya veré como le pondré.
— ¿Te tomates las vitaminas?
—Si mamá—pongo los ojos en blanco cuando me da la espalda.
— ¿Te ha causado alergia?
—No. Espera... —me pegue el conejo a la nariz, espere cinco segundos y—: No, estoy bien.
Me mira minuciosamente y al final accede.
—Tú limpiaras lo que haga—advierte, para luego perderse en su cuarto.
Subo a mi habitación, aviento el bolso a la cama y coloco al conejo en mi escritorio. Me mira por unos segundos y luego intenta saltar, pero no lo logra.
Abro la gaveta para buscar unas pinzas y sacarle las espinas. Lo sujeto lo más delicadamente que puedo y cuando iba a sacar la primera espina, me acobarde.
—No paras de chillar—le reclamo, echando mi cabeza para atrás.
Me paro de la silla buscando mi teléfono.
—Luke.
— ¿Qué pasa? —responde desde la otra línea.
—Necesito que vengas.
Yo esperando ayuda y comprensión y lo que obtuve cuando llegó fue:
—Es una broma ¿verdad? —pregunta con el mismo tono sarcástico que el de mamá y con la mano en su mentón sin despegar la vista del conejo.
—No. Y ahora tú me ayudaras—le lanzo las pinzas que a duras penas lo atrapar.
—La gente normal tiene gatos, perros, incluso aves o tortugas ¿Por qué no te conseguiste una tortuga?
—Porque en el mágico arbusto no había tortugas.
Me mira con ternura y se dirige a mí con una sonrisa. Sostengo al conejo mientras él se encarga de sacarle las espinas.
Mis labios, manos e incluso el cuerpo entero me temblaban más que el pobre conejo. Con mucho esfuerzo logra sacarle varias espinas, pero aún faltaban, el conejo no para de moverse y se me hacía aún más difícil sostener.
¡Está comprobado! No sirvo como veterinaria.
—Falta una, resiste.
— ¿Ya oíste? Resiste un poco más—le hablo al conejo.
—Te lo decía a ti—me mira divertido y deja las pinzas en la mesa.
Por fin acabó.
Pongo al conejo en mi hombro y me encierro con él o ella en el baño. Sé que debo de tener algo mal en la cabeza pues en vez de estar concentrada solo pienso en que me tendré que calar a Brayden en las tardes. Bailar no me molesta tanto como tener que oírlo hablar, o verlo sonreír.
Me alegra haberle pateado las pelotas cuando me abrazó.
Luego de limpiar al conejo me asomo por la puerta viendo a Luke acostado en mi cama, revisando su teléfono. Salgo del baño con el conejo en brazos envuelto en una toalla.
—Mi labor ha terminado.
—¿A dónde vas? —pregunto.
—A culiar—siento su mano pasar por mi cabeza antes de depositar un beso en mi mejilla.
Sale de mi habitación y espero hasta escuchar la puerta de abajo cerrar. Echo un vistazo al conejo, enciendo la secadora y se acuesta disfrutando del aire caliente. Le saco una foto y se la envío a Jess.
Su respuesta fue la misma que he recibido de mamá y Luke.
«Es un a vroma verdad?» ¿Por qué me pregunta eso? Es normal que las personas tengan conejos ¿no?
«No. Más bien, lo encontré herido y Luke me ayudo a curarlo.»
«Luke? El mizmo Luke que tuato a su tortuga? El mizmo que qui so ber si los gatos cahían de pie des de el piso 9 curó a un conejo?» recordé todos esos momentos.
La tortuga murió de tanto estar de cabeza, el gato salió con una pata rota, y ahora que lo recuerdo jamás vi que alimentara a ese pez...
«Aunque no lo creas cuido bien de Beta.» antes de enviarlo me quedo pensando en el nombre. Beta. Es corto y fácil de recordar, me gusta.
Oprimo enviar.
«Beta?»
«Sí.»
«I cuando lo vite erido No lo pudiste yevar a un vetetu ano?»
¿Vetetu ano?
Da gracias a dios que entiendo lo que quisiste decirme, Luke.
«No se me ocurrió.» un pequeño bufido sale de mis labios «Mañana iré.»
«Es pero que despiertes» dejo mi teléfono en la mesa y me froto los ojos.
Me dará un derrame cerebral un día de estos. ¿Cómo es que de sacar 9 pasa a escribir como retrasado?
Al día siguiente desperté sin ser el foco de los rumores, es sorprendentemente extraño puesto que, si algo le pasa a una mosca en Belmont, inmediatamente es mi culpa según todo el mundo.
— ¿Hiciste la tarea de química? —susurra Luke en mi oído.
— ¿La misma que no te voy a pasar? —lo escucho maldecirme entre dientes.
«Profesor Víctor, por favor dirigirse a la oficina del director» desde los altavoces se oyó la irritable voz de la secretaria.
—Qué raro—una sonrisa pícara surge de los labios de Jess—. Ya es la segunda vez que el director llama al profe.
—Cada quien hace de su culo un florero —me encojo de hombros.
— ¿Y cómo esta Beta? —pregunta Jess, volteando a verme con un brillo en los ojos.
—Meando la cama posiblemente—respondo en voz baja, tratando de no llamar la atención de nadie.
Pero en un parpadeo, como si el chisme de miel se tratara, estaba casi rodeada de feas abejas. Cierro los ojos con fuerza, tratando de encontrar un poco de paciencia; las preguntas y los supuestos "elogios" no se hacen esperar.
Me pongo los audífonos y escojo la primera canción de la lista.
Con todo y que me veían ignorándolos, no se iban los infelices, y lo más triste es que la música no ayudaba a cesar el ruido. Pedí ayuda con la mirada a Jess, capta mi mensaje y se levanta de su puesto.
Editado: 27.04.2024