Día de la boda.
Parte II.
La boda fue un tanto peculiar, como cualquier evento McCarthy.
Todos pensábamos que la niña de las flores seria Dayana, pero noo, fue un cerdo. No me pregunten de donde salió, tampoco es como si me hubiese molestado en preguntar. Ya nada me sorprende de esta gente.
Pensé que no podía ser más extraño hasta que al finalizar un tipo de unos años más que yo se me acerco con pinta de depredador.
—Te vi durante la ceremonia y me llamaste la atención —sus ojos oscuros me devoraban, cada milímetro que observaba sentía que desgarraba mi vestido—. Muy guapa, un ángel vestido de azul.
«¿Ángel?» quise reírme en su cara. Me han dicho de todo menos eso.
—Cuelga, numero ocupado —Miguel o Jeremy se interpone saliendo de la nada poniendo un brazo en mi hombro—. Es de Brayden, Harry —y por cómo se toma la molestia de explicarme quien es, puedo reconocer que es Jeremy—. Él es Harry, sobrino de Carlos.
—Gracias. Y no soy un animal para ser de alguien —me aparto de ambos, un poco ofendida por su declaración—. Mucho menos de Brayden.
—No es lo que él dice.
Los tres volteamos a ver al susodicho cuando el gemelo lo señala. Viene con el perro en mano y una sonrisa resplandeciente. El esmoquin negro y corbata azul le da el toque maduro de alguien de su edad y el cabello peinado hacia atrás un porte elegante.
Aunque me cueste admitirlo, él sí parece un ángel.
Si tan solo aprendiera a cerrar la boca...
— ¿Estás diciendo que ¡ella!? —me señala casi en el ojo—. ¿Empatiza contigo y no te ha clavado un hacha?
Ganas no faltan.
Brayden sigue sin entender en que conversación se metió, y me pide con la mirada que le explique.
—Rubia, sabes que te amamos, pero eres bastante saca canas de culo —se me escapa una risa que lo hace molestar—. Tu novia es linda cuando quita la cara de culo.
—Siempre se lo digo —secunda Jeremy.
—No soy su novia.
—Sí, claro —sonrieron los tres, dejándome atónita con el bajo nivel de neuronas presentes.
Inclusive Zeus me miró.
Nunca había visto tanta brutalidad junta, añádanle a Diana y hacen un pastel de estúpidos.
Cada quien se subió a los autos, yo me monte junto con Brayden adelante, el perro y los gemelos del Resplandor atrás. Nos dirigimos a un club donde se llevaría a cabo la celebración.
Los novios saludan y reciben los obsequios, mientras los solteros desesperados buscan la forma de llamar la atención. Lo que roba las miradas no es el escandaloso vestido rojo de Sarah sino el perro que estaba con esmoquin.
El retriver no se separa de Brayden y pienso que el de la idea de ponerle un moño azul fue suyo por la forma en que lo sostiene de la correa con tanto orgullo.
Ahora que lo analizo, Brayden y Zeus son muy parecidos. Ambos son rubios, grandes, con un pelo asombrosamente más suave que el mío y me causan alergia.
Si, Brayden McCarthy es como un perro.
Me termino la copa de champagne y me acerco al novio que pudo obtener un respiro de tanta gente en un rincón del salón. Carlos podría ser cálido y amigable por fuera, pero en realidad es un amargado.
—Felicidades.
— ¿Lo disfrutas?
—Fue una linda boda.
—Hablo de Brayden —lanza una mirada perversa—. O crees que con una casa tan grande a las afuera de la ciudad los McCarthy no estarían pendientes de su madre.
Por un momento no supe a quién estrellarle la copa de vidrio, si a él por impulso, a Brayden por no decirme o a mí por estúpida, tarada y perra en celo reprimida.
Justo ahora envidio a los avestruces por poder meter su cabeza bajo tierra cuando tengo que lidiar de la forma más disimulada el hecho de que me quise tirarme a su sobrino estando ebria y drogada.
Ahora si te encierro en el baño y no con un zorrillo sino con algo mucho peor, Diana McCarthy.
—Borré las grabaciones de la cámara de seguridad si eso te preocupada.
—Eso no quita el hecho de que usted lo haya visto.
—Soy un hombre. No tu padre, hermano o suegro. Si necesitas dar explicaciones ve con el cura que nos casó.
Me trago el bochorno. Lo dice como si fuera lo más normal y no...
—Créeme que he visto cosas demasiado raras e incluso paranormales en esa casa, pero de ahí, a que tú, la estudiante que pensé que era una asocial, psicópata en silencio, me demostrara que si siente algo más que el odio al mundo fue lo más sorprendente que he visto. Le gana incluso al casi trío que los gemelos iban a tener.
—No se guarda nada ¿eh?
— ¿Para qué? Gabriela, tú y yo estamos condenados a esta loca familia.
—Yo no estoy...
—Dilo y te crecerá la nariz —me la aprieta—. Si un McCarthy te pilla no te deja libre, créeme, intenté deshacerme de una y terminé casado con ella. Gabriela atropelló a Abraham y terminó criando tres niños que no eran de ella. A ver con que innovaras tú.
—Con nada —digo firme ganándome su mirada burlesca—. Y con respecto a eso, ¿Cuándo hizo las parejas...?
—Brayden me compró una hamburguesa.
¿¡Mi juicio y paciencia vale una maldita hamburguesa?!
—Brayden te pidió y yo... a mí no me importó —y aún considero que es mi profesor favorito—. Eres una buena chica, con carácter y hasta me disté miedo cuando el año pasado escogí a Brenda y no a ti. Aún pienso que tú tuviste algo que ver con su diarrea. Eres perfecta para él.
Congele mi expresión para mostrar que lo último me volvía mierda la respiración.
—Él te aprecia mucho y yo también, Nova, de forma profesional —se corrige.
—Lo entiendo, también lo aprecio.
—Y no me gustaría que eso cambiara si le llegas a hacerle daño.
Eso se pudo interpretar de miles maneras: melancólico, tierno, protector... Pero no, yo lo tome como amenaza.
Editado: 27.04.2024