Dio unos pasos hacia atrás y se dio con el borde de la mesa. Se le ocurrió entonces que debería haberle dicho que tenía el permiso de su padre, pero había preferido mantener ese as en la manga hasta necesitarlo de verdad. Y se dio cuenta cuando era en ese instante cuando debía decírselo. Pero, antes que pudiera hablar, Nicolo la agarró por la cintura e, ignorando su grito de sorpresa, la levantó del suelo, colocandola sobre su hombro como si fuera un saco de papas.
_¡Eh! ¿ Qué haces? ¡sueltame ahora mismo! _grito.
La habitación giró rápidamente frente a sus ojos mientras Nicolo caminaba hacia la puerta. Podía sentir como de le subía la sangre a la cabeza. Pero no le molestaba tanto la incomodidad de su posición como lo estaba haciendo con su dignidad.
_¿Como se atreve? _insistió mientras lo golpeaba en la espalda con los puños.
Pero Nicolo no le hizo caso y la sacó del despacho siguió hasta llegar a la cocina. Su bolso estaba en la encimera, donde lo había dejado ela misma. Nicolo lo recogió.
_¿Tiene aquí las llaves del coche?
_Si _replicó furiosa_. Bajeme, le prometo que me iré.
_Tuvo su oportunidad y la perdió, señorita Ashdown..... _contesto el en un todo inflexible.
Era difícil respirar con su estómago aplastado contra el hombro de Nicolo. No podía dejar de jadear con cada paso que daba el. Le parecía increíble que la estuviera tratando de ese modo, era surrealista. Agitó sus piernas con fuerzas. Tenía la esperanza de lograr así que la dejará en el suelo, pero Nicolo se limitó a agarrarla con más fuerza.
A pesar de la tela de la falda, podía sentir el calor de su mano sobre el trasero. Y le sorprendió más sentir que ese contacto despertaba su deceo sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Se puso rígida, le horrorizaba que su cuerpo pudiera traicionarla de esa manera cuando ese hombre estaba siendo un cavernícola. Después de todo, era una profesional bien educada, tenía titulación universitaria. Había estudiado administración de Empresas y secretario ejecutivo en la cámara de comercio de Londres. Le entraron ganas de decírselo a gritos no tenía derecho a tratarla como lo estaba haciendo. Nicolo abrió la puerta y bajo los escalones de la entrada. Ya había llegado por fin la esperada tormenta y sintió la lluvia en su espalda, empapando la blusa. Recordó entnces que había dejado su chaqueta en la cocina. Pero, aunque consiguiera convebser a Nicolo de ir por ella no quería ni pensar en volver a entrar a esa casa.
Cuando por fin la dejo en el suelo, estaba tan furiosa que no le salían palabras.
_¡Eres...¡ ¡Eres un Neandertal! _le gritó poco despues_. Voy a denunciarle por asalto. Tuvo que apretar la mandíbula paea tratar de controlar sus dientes, qhe no dejaban de castañear por culpa de la fría lluvia y lo que acababa de pasarle con Nicolo.
_ Ha entrado en mi propiedad sin ser invitada y tengo derecho a sacarla de aquí como sea necesario... Le dijo Nicolo fríamente mientras se cruzaba de brazos.