Nicolo se sentó en la cama y la sabana que cubría su cuerpo se deslizó. Dejó de sonreirle con cinismo cuando vio que Sophie contenía el aliento. Siguió su mirada y vio que estaba mirando su torso. Cubierto de la cicatrices rojas que habían dejado las quemaduras. Se extendían desde las cadera hasta el cuello. La miro con los ojos entrecerrados cuando vio que Sophie daba un paso atrás.
_Lamento que mi apariencia te de asco _le dijo con dureza_. A lo mejor así te lo pensaras dos veces la próxima vez que decidas colarte en la habitación de un extraño sin ser invitada.
Sophie trago saliva, tratando desesperadamente de ocultar la sorpresa que se había llevado al ver las terribles cicatrices que cubrían el lado izquierdo de su torso y su brazo.
_No me he colado, te oí gritar y me preocupe. Por eso trataba de despertarte.
_Y descubriste entonces a un monstruo. Espero que lo que acabas de ver, no te produzca pesadillas.
_ No eres ningún monstruo _le dijo Sophie con voz temblorosa_. Ni me dan asco tus cicatrices. Me ha sorprendido porqué no tenía ni idea de que hubieras sufrido unas quemaduras tan graves. Debiste sufrir una terrible agonía durante el incendio.
Nicolo rechazó instintivamente la compasión que vio en sus ojos tacaños. No le gustaba que lo mirara con lástima. Durante los veinte años que habían pasado desde el incendio, habían sido muchas las mujeres que lo habían visto desnudo. Se había acostumbrado a presenciar el horror en sus ojos cuando veían sus cicatrices y trataba de convencerse de que no le importaba nada que también a Sophie le desagradaba verlas.
_ No necesito que te preocupes por mi _le dijo de mala manera_. Te sugiero que salgas de mi habitación antes de que, viendo el camisón que llevas se me olvide que soy un caballero.
Sabía que se estaba burlando de ella, pero sus palabras le hicieron recordar que sólo llevaba puesto un camisón de ceda. No era una prenda especialmente indiscreta, pero el brillo en los ojos de Nicolo le hizo sentir como si hubiera entrado a su habitación con un corpiño de cuero y una tanga. Sonrojarse cruzó los brazos sobre sus pechos y se dio otro paso atrás.
_Si fueras un caballero no me habrías echado de la casa como un saco de patatas _le dijo mientras iba hacia la puerta.
Pero recordando sus gritos y gemidos, se volvió hacia el.
_¿Necesitas aalgo que te ayude a dormir?
Nicolo se hecho a reír y fue un sonido tan sexy que Sophie no pudo evitar estremecerse.
_¿Que tiene en mente, señorita Ashdown? _le pregunto con picardía.
_Una maza para darte con ella en la cabeza _contesto enfadada.
Salió de la habitación antes de que perdiera por completo la paciencia y lo golpeara en la cabeza con el jarrón de metal que aún llevaba en la mano.