Cap.16

Todo pasó tan rápido que apenas pude procesarlo. Mi cuerpo se movía por instinto, y lo único que cruzaba mi mente era proteger a Reiman, quien estaba más cerca de la puerta de la habitación.

Mis manos sudaban, la adrenalina corría por mis venas como un río desbordado, pero no sabía qué hacer. Tenía que mantener a salvo a Reiman. Él me había salvado tantas veces de mi desastrosa familia, y ahora era mi turno de salvarlo de la amenaza que nos observaba.

El ser frente a nosotros parecía un hombre común y corriente a primera vista, vestido con una camisa blanca y un pantalón de oficina. Su camisa estaba arremangada hasta los codos, dejando al descubierto unas venas que, al fijarme bien, eran de un tono oscuro y extraño. No eran venas normales. Miré sus ojos, y estos cambiaban de color rápidamente: del verde hipnotizante al negro, luego al rojo, en un ciclo que me desorientaba.

—¿Quién eres? —pregunté, tratando de hacerme la valiente, aunque por dentro estaba aterrada. Apenas estaba descubriendo lo que soy, y aún no tenía el control. El miedo me recorrió cada fibra del cuerpo.

El hombre pasó su mano por su cabello oscuro y tomó una gran bocanada de aire. Sus ojos, ahora rojos como brasas, me miraban con una intensidad que me hizo sentir incómoda.

—Hace tanto tiempo que no nos vemos, princesa. Veo que te has olvidado de mí —su voz era ronca, cargada de un placer retorcido, y noté cómo se sonrojaba mientras hablaba. Se acercó un poco más, pero yo mantuve a Reiman detrás de mi espalda—. Tranquila, no le haré nada a nuestro pequeño amigo… a menos que tú lo pidas.

Reiman, que estaba detrás de mí, aferrando sus manos en mis hombros, parecía tranquilo. No notaba en él signos de miedo. Su corazón latía de manera regular y su respiración también estaba controlada. Esa calma me desconcertaba. No oigo nada

—Contéstame —le dije de manera amenazante, intentando mantener mi posición firme. El hombre se sonrojó aún más, algo que me pareció sumamente extraño.

—Me encanta que me amenaces —respondió, abrazándose a sí mismo y balanceándose con una actitud coqueta. Reiman y yo lo miramos, confusos por su comportamiento. Parecía excitado por la situación, sus pupilas dilatadas y sus gestos llenos de una energía retorcida.

De pronto, un recuerdo olvidado atravesó mi mente, como un rayo. Un niño, pequeño como yo, con ojos verdes intensos, me miraba desde detrás de un cristal. Se suponía que él no debía verme, ya que el cristal era polarizado, pero lo hacía. Siempre lo hacía. Me observaba desde la otra cara del espejo, siempre tan atento, y yo, como respuesta, le daba una pequeña sonrisa. Tal vez era la única sonrisa que recibía en todo el día. Tal vez la única en años.

—Siempre te sentí, Morana. Incluso cuando estaba encerrado detrás de ese cristal, siempre supe que estabas ahí, conmigo —dijo el hombre, y algo dentro de mí se agitó. El peso de los recuerdos olvidados comenzó a caer sobre mis hombros—. Escape por ti, princesa, porque te juré que siempre estaría contigo. Yo seré tu caballero.

Ahora estaba justo en frente de mí, extendiendo su mano hacia mi rostro. Mis piernas temblaban, y una ansiedad descomunal crecía dentro de mí. Mi mente era un caos.

¿Quién era yo antes?

¿Quién es él?

¿Quién soy yo realmente?

Cuando la mano del desconocido estaba cada vez más cerca de mi inmóvil cuerpo, lleno de preguntas, otra mano se interpuso en su camino. Los pensamientos inundaron mis oídos, llenos de furia.

No la toques. ¿Por qué la tocas? ¿Por qué se te ocurre tocarla? No me agradas. ¡Vete! ¡Vete! ¡VETE!

Los pensamientos de Reiman gritaban en mi mente, completamente furioso. Lo miré sorprendida. Su rostro estaba tenso, y en sus ojos vi una rabia que nunca había visto antes. Tomé su brazo con mi mano temblorosa, mis dedos húmedos de sudor. A pesar de mi propio miedo, sabía que Reiman debía calmarse. Algo dentro de mí me decía que el invitado frente a nosotros era mucho más peligroso de lo que parecía.

—Calma —le susurré, aunque en realidad, yo misma estaba luchando por mantenerme en pie.