7 | Como bailar con la nieve
Me despierto sobresaltada cuando llaman a la puerta de la habitación, aunque creo que ha sido fruto de mi cabeza para hacerme salir de mi propio infierno. Enciendo la luz de la lamparita para no molestar a Reagan, pero cuando la luz tenue llena la habitación veo que su cama sigue en perfecto estado.
Sé que está bien, porque anoche contesto a mi mensaje con un pulgar hacia arriba, pero no puedo evitar sentir algo de enfado por su ausencia. Esperaba que toda esa insistencia y alegría porque mis padres me obligasen a venir, era porque pasaríamos tiempo juntas, aunque fuesen las noches.
Los nudillos vuelven a tocar la puerta apartando todos los pensamientos de mi cabeza. Salgo de la cama únicamente iluminada por la luz tenue y descalza. Ojalá la puerta, tuviera una mirilla para saber quién me espera al otro lado de la puerta para decidir si abrir o no. O simplemente para prepararme.
Cuando abro la puerta de la habitación me sorprende ver a Beau en ella. Está iluminado por el único foco encendido del pasillo. No puedo ocultar mi sonrisa cuando le veo así vestido: lleva una chaqueta impermeable azul, pantalones de esquí negros, unas botas y un gorro de lana, por no hablar de las gafas que le adornan la cabeza.
—Buenos días, Harrison —saluda, mirándome de arriba abajo y tratando de reprimir una sonrisa. Pensaba que lo de salir a esquiar era coña, pero por su vestimenta es evidente que iba totalmente en serio. —. Bonito pijama —se burla, estoy segura de que con el comentario que se guardó anoche.
Me encantaría responderle, pero debe ser de las únicas personas a la que ropa tan ridícula le queda tan bien.
—Cállate —me defiendo —. ¿Por qué estás así vestido?
Recuerdo que anoche Lori propuso en un arranque de alegría salir a esquiar por la mañana, pero, por una parte, creía que no estaba incluida en el plan y, en el caso de sí estarlo, pensaba que estaba de coña. Además, Beau está lesionado, no creo que esquiar entre las recomendaciones del médico.
—No sabía que tuvieses tan mala memoria, Harrison —Levanta las cejas a la espera de alguna respuesta, que no me deja darle cuando continúa —: Lori nos espera abajo.
—¿De verdad vamos a esquiar? —pregunto frotándome la cara del cansancio.
—¡Claro! No me he vestido así para ver un par de capítulos de Friends acompañados de comida de la máquina —Me dedica una sonrisa cómplice que le yo le devuelvo.
—No sé esquiar...
—Será divertido, te lo prometo —En un gesto espontáneo extiende su meñique derecho hacia mí. —. Además, conmigo como tu instructor personal, aprenderás rápido.
Sonrío ante su comentario y entrelazo mi meñique con el suyo sellando la promesa. Su mirada cómplice se encuentra con la mía, y me sonríe.
—Estoy seguro de que serás una experta en poco tiempo —responde en tono de broma—. Pero te advierto que no tengo ni idea de cómo sé esquiar, así que tal vez terminemos rodando colina abajo en lugar de esquiando.
Sé que está exagerando, porque si aquello de que va a esquiar con su familia es cierto, debe hacerlo estupendamente. Es probable que no se mueva con tanta libertad en las pistas por su lesión, pero no lo comento porque cuando miro hacia donde estaba antes la férula, ya no hay nada
—Bueno, si eso significa que tú también rodaras conmigo, puede ser divertido —comento, sin decir nada sobre su lesión, y sobre lo poco creíble que suena cuando dice que no sabe esquiar, y Beau se ríe —, y si en algún momento te cansas de intentar mantenerme a salvo en las pistas, siempre podemos volver a dentro.
Le hago esperar fuera mientras me cambio con la ropa que Alice me compró específicamente para esta ocasión. En el fondo esperaba dejarla en perfecto estado para que mamá pudiera devolverla y con ello el dinero volviese a su bolsillo.
La tarea de ponerme la ropa de esquí se convierte en un espectáculo digno de una comedia. Al mirarme en el espejo, no puedo evitar soltar una risa nerviosa al ver mi reflejo. La chaqueta de esquí, mucho más voluminosa de lo que imaginaba, parece tener vida propia, y los pantalones ajustados de esquí resaltan mi falta de gracia en comparación con los esquiadores más experimentados.
—¿En serio diseñaron esto para ser usado por humanos? —me pregunto a mí misma, mientras ajusto la capucha y me miro críticamente.
El gorro y las gafas añadidas me hacen sentir como si estuviera a punto de participar en una película cómica sobre deportes de invierno. Me río de mi propia apariencia, pero por dentro, una pequeña voz de autocrítica me susurra que estoy ridícula. Ojalá me quedara tan bien como a mi compañero.
Un suspiro escapa de mis labios antes de abrir la puerta de la habitación y reencontrarme con Beau, que cuando me ve su sonrisa se ensancha, pero no hace ningún comentario —cosa que en el fondo le agradezco.
Cuando llegamos abajo, Lori se levanta de un salto de la mesa en la que está esperando con Jimmy. Ella luce con un entusiasmo contagioso, mientras que Jimmy tiene la misma cara de circunstancia que anoche.
—¡Por fin llegáis! —exclama Lori, saltando de la silla en la que estaba para acercarse a mí y darme un abrazo. Me pilla totalmente por sorpresa e instintivamente doy un paso hacia atrás entre sus brazos.
Editado: 07.09.2024