Los Seguidores de la Larva

Los Seguidores de la Larva

Amanda se sorprendió al ver la carta que había sido deslizada por debajo de la puerta de su casa, pero se quedó totalmente impactada al descubrir que la carta tenía de remitente a Sebastián, en especial porque Sebastián había muerto hace dos años. La carta solo decía una cosa. Finamente con letra cursiva y a tinta negra estaba escrito: “Ven a donde todo pasó”. Amanda supo inmediatamente a dónde quería que fuera.

Condujo media hora hasta llegar al bosque, ahí bajó de su auto, no sin antes tomar su linterna y su pistola 9 mm de la guantera. Caminó 45 minutos, ella ya conocía el camino de memoria, pues había ido muchas veces ahí con Sebastián.

Llegó a la vieja casa. Una casona abandonada rodeada de maleza, con los vidrios rotos, paredes con grafitis y fallas estructurales notables. Amanda recordó que cuando solía visitar la casa siempre tenía un constante miedo a que se derrumbara sobre su cabeza, pero eso nunca pasó. La casa estaba tal cual como había estado hace dos años.

La casa estaba rodeada por una verja metálica que antes debió de ser negra, pero ahora estaba desgastada por el óxido. El portón estaba cerrado con una cadena y candado cuando Sebastián la encontró, pero esa cadena ahora reposaba sobre un montón de hierba a un lado. Amanda al ver el oxidado candado le invadió un enorme sentimiento de nostalgia.

Aún tenía muy en su memoria cuando Sebastián le platicó de la extraña casa en la escuela. Sebastián acostumbraba mucho la exploración urbana, esa práctica no era segura, pero a sus padres jamás les importó su hijo, fue así que en una de sus aventuras descubrió la casa y estaba muy emocionado porque quería que Amanda la acompañara a investigarla.

Amanda había tomado prestado el cortador de pernos de las herramientas de su padre y sin su permiso se escapó en su bicicleta para ir a la casa en medio del bosque. Aquella vez Amanda estaba algo asustada, pero con el tiempo el lugar se había convertido en un sitio especial para ambos.

Ese fugaz recuerdo hizo que Amanda derramara una pequeña lágrima. Sebastián había sido su mejor amigo desde la primaria y para la preparatoria llegó a desarrollar un fuerte apego hacia él, por eso una parte de ella aún lo extrañaba.

Entró a la casa empujando la enorme puerta de madera que no tenía cerrojo. Los rechinidos resonaron por toda la casa. No había electricidad y por eso había llevado la linterna, pero en ese momento el sol aún podía iluminar un poco a través de las ventanas rotas.

Se adentró a la casa y recorrió el largo pasillo principal hasta llegar a una puerta que daba al sótano. Bajó por las escaleras y con ayuda de la linterna buscó el viejo baúl. Lo encontró, lo abrió y, como ya se lo había temido, estaba vacío.

—Mierda —maldijo al aire— ¿Dónde te metiste?

Cerró el baúl y luego fue a la biblioteca. Esa era la parte más especial de la casa, pues ahí es donde más solía estar con Sebastián, a veces tomando o drogándose con algunos de sus amigos, otras completamente solos los dos. La biblioteca no era muy grande, había un par de grandes libreros vacíos y un gran escritorio muy rústico.

El cuarto de la biblioteca estaba iluminado por un rayo de sol que entraba por un agujero en la pared. La luz caía sobre el piso y de ahí emanó un pequeño destello rosa. Se acercó a investigar y encontró un pequeño dije de una llave plateada con una piedra de plástico similar a un diamante de color rosa. Ese dije era un regalo de Sebastián para ella, pero lo había perdido unos meses atrás. "¿Cómo es que esto llegó aquí?", pensó.

En cuanto Amanda tomó la pequeña llave entre sus dedos, la oscuridad invadió la biblioteca. El sol se había ido y Amanda ya no podía ver nada. Prendió su linterna y miró a su al rededor. La biblioteca había cambiado, ahora las estanterías estaban repletas de grandes libros viejos, el escritorio parecía manchado con sangre, las paredes en lugar de concreto eran metálicas y muy oxidadas, del lugar donde Amanda había tomado la llave estaba ahora lleno de pequeños gusanos blancos.

De algún lugar lejano se empezó a escuchar una alarma, a Amanda le recordó a la sirena de una patrulla de policía, pero le pareció que el sonido era de una trompeta. Amanda decidió que ya había visto bastante.

Se fue a la puerta dispuesta a abandonar el sitio, pero ahora estaba totalmente cerrada y las ventanas estaban bloqueadas con tablas. Al observar más de cerca pudo ver que en la puerta estaba dibujado con sangre un símbolo que reconoció al instante. El símbolo retrataba torpemente un gusano retorciéndose sobre lo que parecía ser el planeta tierra, era el símbolo de los seguidores de la Larva.

A Amanda le entró una sensación de peligro, ahora sabía que no estaba sola en la casa. Salió corriendo al sótano, necesitaba cerciorarse de nuevo. Llegó al baúl y trató de abrirlo, pero no pudo, ahora el baúl parecía cerrado con llave. Amanda se sentía muy nerviosa, así que se obligó a calmarse y analizar el baúl con más detenimiento. Se dio cuenta de que el baúl tenía una cerradura y necesitaba una llave. Amanda decidió probar con su dije, pero no creía que funcionaría, pues la llave era mucho más pequeña que la cerradura. A pesar de todo, de la cerradura sonó un pequeño "clic" cuando giró la llave y así pudo abrir el baúl.

El baúl ahora no tenía fondo, sino que daba a unas escaleras metálicas que decidió bajar. Mientras caminaba por los pasillos oscuros, Amanda pensaba en lo que había pasado dos años atrás. Sebastián estaba muerto, no era posible que fuera responsable de lo que sea que estaba pasando, estaba segura de eso, pues ella misma lo había matado.

Dos semanas antes, Sebastián comenzó a comportarse de forma extraña. Normalmente, él era muy extrovertido y muy popular en la escuela, pero comenzó a aislarse, se sentaba en la banca más alejada de los demás, no quería hablar mucho con nadie ni salir con sus amigos. En casa Sebastián comenzó a pasarse todo el día en su cuarto y no quería que nadie fuera a verlo. Amanda notó este cambio, pero no le dio demasiada importancia, pues con ella se comportaba relativamente normal, solo con ella. Amanda había reconocido el símbolo de la puerta porque lo había visto dibujado varias veces en los cuadernos de Sebastián, Amanda le preguntó muchas veces sobre sus dibujos, pero Sebastián siempre se hacía el loco y evadía la pregunta. Así fue hasta que Sebastián se lo contó en la biblioteca.



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En el texto hay: misterio, monstruos, terror

Editado: 25.05.2024

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