Palace Green, a las cinco de la tarde.
—Hola, Grace, gracias por venir.
—Sabes que siempre te ayudaré. Cuéntame, ¿qué necesitas?
—Necesito saber más sobre la Alexitimia.
—¿Exactamente, qué?—la mira extrañada.
—¿Cómo se puede desarrollar en una persona?—dice mientras remueve con una cuchara el café.
—Bien, empezamos por lo primero. La Alexitimia es una incapacidad para describir y expresar las emociones. En una persona se puede desarrollar por una lesión cerebral.
Esa persona la cual la posee, es incapaz de expresar e identificar sus emociones o sentimientos.
—¿Entonces, será eso lo que tiene?
—¿A qué te refieres?—preguntó la mujer ante esa reacción de Angeline.
—Hay un chico llamado Adam. Los lunes y jueves vienes a la psicología a las ocho de la mañana y los otros por la tarde. Los de la psicología me lo han encargado para averiguar qué le pasa al chico y la verdad es que no lo pone muy fácil. Le cuesta expresar sus sentimientos y cada vez que viene, se queda sentado sin decir nada y siempre anoto en mi libreta sus comportamientos—dice mientras saca la libreta de su bolsa y se lo entrega a la doctora—Y lo peor de todo es que si no hay progresos dentro de tres meses, lo llevarán a un hospital psiquiátrico y ya no podré hacer nada por él.
—Angeline, por favor, no te pongas así. Sabes que lo lograrás y además tuviste más casos y lo solucionaste todo.
—Si, pero nunca pude hacer nada por esa niña, ni siquiera me dejaron verla esos malditos. Me apartaron de ella con una demanda Grace, y siento que cada vez que estoy ayudando a las personas no lo logro. A veces pienso...
—Sé que ese pasado te atormenta, pero tienes que comprender que no fue tu culpa, sino de ellos—antes de que pudiera decir la última palabra, su amiga la talla consolandola—Y si alguna vez necesitas ayuda, recuerda que yo estoy aquí y siempre lo estaré, pero nunca te rindas.
—Había pensado en si le podríamos hacer unas pruebas, para ver si la Alexitimia ha sido producida por una lesión cerebral.
—Claro, el lunes a las ocho de la mañana te espero en mi oficina—dice levantándose de la mesa a punto de irse.
—Espera, todavía sigues teniendo su número?—la mujer asienta con la cabeza. De su bolsillo saca una tarjeta de color blanco y se lo entrega—Gracias Grace—dijo devolviéndole una sonrisa un poco forzosa.
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Una vez que Grace se fue, Angeline se quedó un rato más en la cafetería. Cambió de sitio sentándose en una esquina apartada de la gente y sacó su cuaderno. Con la mirada fija en la hoja blanca repitió para su adentro las palabras apuntadas de la última visita con Adam.
—Desea algo más?—dijo la camarera.
—Sí, necesito una fusión de té rojo por favor.
La chica se fue y ella se la quedó mirando. Su pelo castaño recogido en una cola de caballo, sus ojos de color miel y su voz suave le recordaba a la misma chica, pero eso ya sería un pasado doloroso y sin poder arreglarlo.
Recordó que en algunas páginas tenía apuntado algunas cosas sobre ella. Las miro con atención y en un círculo hecho rápidamente tenía apuntado el número de teléfono de sus padres. Cogió el móvil y marcó el número.
Mientras sonaba se dió cuenta de que no les podía hablar, y por una vez en la vida, que había decido hacer frente a su pasado, no podía, simplemente no podía sentir la voz de unos padres cuya hija haya perdido la vida y no podía escuchar y sentir la tristeza que estos seguían tener.
Colgó el teléfono y lo dejó en la mesa.
—Aquí tiene—dijo la chica de antes volviendo con una taza de té.
—Gracias—respondió sacando de su bolsa el dinero para pagarle el té y lo de antes.
Sorbiendo de la fusión roja, cogió la tarjeta blanca de antes que la doctora le había entregado y marcó el número tres veces seguidas. Al ver que no contestaba, le escribió un mensaje:
Hola, Kayl,
Seguramente ya no te acuerdas de mí, pero te escribo para pedirte ayuda con el caso del 2014.
Ya sé que se cerró, pero necesito averiguar más sobre ello.
Necesito los papeles que la psicología A.N.D entregó a la comisaría después del incidente.
Por otra parte, necesito que me ayudes también con un chico llamado Adam. Me contó que tuvo a un hombre llamado Law que se ocupó de él durante dos años, pero después se fue y no volvió.
Los de la psicología me contrataron para ayudar a Adam y de no ser así, dentro de tres meses lo enviarán a un hospital psiquiátrico si no da resultado. Sé que el chico no tiene nada y por eso le vamos a hacer unas pruebas con la ayuda de la doctora Grace.
Quiero averiguar toda la verdad que estos ocultan desde hace tantos años y sobre todo, quiero que vigiles a Stanford, un hombre de unos cuarenta y nueve años, de estatura baja.
Al parecer, este hombre tuvo algo con el caso de la niña y está ocultando algo. Seguramente recuerdes la demanda que tuve hace dos días antes del incidente por querer hablar con sus padres y con ella, pero no me dejaron, simplemente pensaron que no podía hacer nada y lo metieron a él.
Sé que me ayudarás y es por eso que te escribo.
Nos vemos en la oficina de Grace el jueves a las ocho de la mañana.
Atentamente: Angeline Slowsky.
Al enviarle el mensaje, cogió todas sus cosas y las guardó dentro de su bolsa. Salió de la cafetería dirigiéndose hacia la psicología cogiendo el camino que pasaba por un parque lleno de niños.