―¿Por qué no has asistido hoy a la psicología?―le preguntó mientras miraba el lago extenso―. Sabes que es muy importante que vengas.
El chico se levanta del banco y de su bolsillo derecho saca una piedra y la tira al lago. Angeline se queda mirándolo sin decir nada.
―Entiendo que a lo mejor no te sientas cómodo con esto pero...
―¡Pero intentas ayudarme, joder! Siempre la misma cosa, siempre me lo dices, es como si el infierno que estoy viviendo nunca se acabará. Siempre me persigues, no me dejas en paz, no puedo ni alejarme un momento de la maldita psicología porque me buscas. ¿Pero sabes qué? Que me envíen a donde quieran, ya no me importa nada. Puedes cobrar el dinero que quieras e irte―dijo eso y se alejó.
Angeline se quedó muda ante sus palabras.
Cada vez le parecía más raro que él hablara así, sin mostrar nada. No podía darse cuenta de que es lo que pasaba y tampoco preguntarle por qué sabía que nunca le respondería, solo le quedaba la opción de Grace.
Le dio varias vueltas a su idea y decidió actuar. Tomó su teléfono del bolsillo y la llamó.
―Doctora Grace.
―Lo he decidido, solamente necesito una hora exacta y un día.
―Bien, el viernes le podemos hacer las pruebas. Únicamente tienes que esperar a que se duerma después de beber y lo traeremos a la consulta―Angeline no dijo nada más, se quedó en silencio, esperando otra respuesta que fuera diferente―.¿Angeline?
―Bien, el viernes después de la consulta―respondió rápido.
―¿Por qué cambiaste de idea?
―¿A qué te refieres con eso?
―Las dos sabemos que cuando te lo dije por primera vez, no te parecía bien, incluso estabas molesta. ¿Ha pasado algo?
―No, es solo que...―dijo mordiéndose el labio inferior.
―¿Qué?
―Hablé con el chico y sinceramente cada vez que lo veo, está mal, no lo sé. Es como si cada día una parte de él se destruye por completo y ya no vuelve, se pierde en su interior. Todavía no me tiene confianza y piensa que soy como los demás. Siempre maldice la psicología y siento que está harto, que no tiene otra escapatoria.
Hace dos días que no viene a la psicología y eso me preocupa. Hoy lo encontré sentado en un banco, junto al lago. Estaba sucio y parecía cansado. Intente hablar con él y preguntarle qué es lo que pasa, pero no dijo nada, nada más empezó con lo de siempre. Cada palabra que salía de su boca me apuñalaban y cuando las decía una por una, me parecía extraño, no mostraba ningún sentimiento, ni irá ni tristeza ni pena, nada!.
Nunca había tenido a un chico como Adam―Grace podía notar pena en sus palabras y hasta podía sentir que una parte de ella estaba rota y llorando a escondidas.
―Angeline, sabes tanto como yo que la única medicina que puede comprender a las personas, indiferentemente de quiénes sean, son ellas mismas.
―Lo sé, pero eso no es la manera más justa. Sabes que a veces...
―Nada, tu misma sabes que puedes con él y estoy segura de eso, no te dejes intimidar por el pasado. Lo que pasó, pasó, y se queda en el pasado. Ahora lo que importa es el futuro del chico ―dice dejando un suspiro―. ¿Por cierto, has hablado recientemente con Kayl?
―No, no he tenido tiempo y tampoco me ha llamado. ¿Es qué ha pasado algo?
―No es nada, solo preguntaba. Tengo que dejarte.
―Bien, ya hablaremos.
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Colgó la llamada y se quedó un rato más sentada, sola, con sus pensamientos. Todavía daba vuelta a las palabras que le había dicho Grace y no podía sacarlas de la cabeza.
Con la mirada fija en el lago, se acordó de la reunión que hubo en la psicología. Ni siquiera la habían avisado sobre los nuevos cambios, pero, la pregunta más exacta que se preguntaba era en qué van a consistir esos cambios? ¿Cambiaria algo?
Era evidente de que si se quedaría sentada allí no averiguaría nada.
Regresó de vuelta a la psicología a las diez de la noche. Todavía las luces estaban encendidas, ya que Samantha era la última en irse.
Entró por la puerta y observó que ella no estaba en su puesto. Subió las escaleras y enfrente se encontraba la sala donde hubo la reunión. La puerta estaba abierta y de dentro salía una luz tenue.
La abrió y encontró a Samantha rebuscando en un cajón.
―¿Samantha? ¿Qué haces aquí?
―Oh, Angeline, pensaba que te habías ido―dijo sorprendida ante ese encuentro.
―Y me fui, pero qué haces aquí? ¿Buscas algo?
―Sí, sí, es que buscaba un papel para Stanford. Me dijo que lo necesitaría para mañana.
―Lo entiendo, pero este no es su despacho.
―Lo sé. En el suyo no había nada y decidí buscar aquí. Pero al parecer no está―cerró el cajón con prisa, se dirigió hacia ella y se paró en frente suyo.
―Y que se supone que es ese papel?―la miró con intriga, al parecer le era difícil creerla.
―Es para una reunión que tiene para esta semana y es necesario tenerlo. ¿Tú qué haces aquí?
―Vine a hablar contigo sobre algo, ya que sabía que te encontraría aquí a esta hora.
―Ah, entonces hablemos abajo―dijo eso y salió por la puerta.
Angeline se quedó durante un segundo en la entrada de la puerta y miró una vez más con atención el interior de la habitación. Parecía extraño que Samantha estuviese allí.
Cerró la puerta con llave y bajo al piso inferior.
―Bien, sobre que quieres hablar?―se sentó en su silla de cuero con la mirada hacia ella.
―Sobre la reunión que tuvo lugar. ¿Tú sabes algo sobre esto? ¿A qué se debió exactamente?
―Sinceramente no. Pero si sé que la reunión estaba ya elaborada desde hace dos semanas y que se harán cambios nuevos.
―¿Y entonces porque no me avisaron? Todos los de la psicología asistieron, no es así?―dijo cruzándose de brazos.
―Así es. Pero no sé por qué no te avisaron. Supongo que sería porque ya tenías hora con Adam.
―Eso no lo explica. Si todos los otros están al pendiente de los nuevos cambios que se harán, yo también tendría que estarlo.