Lorenz, era, y en todas sus formas es un viejo decrepito, inaguantable, y hacía las veces de villano. En su casa de campo, tenía una joven de treinta y poco de años, que le daba sexo, y un poco de compañía. Le gustaba golpear a sus víctimas en el placer cuando, armaba orgias. Era una versión atrofiada de Calígula, y Nerón. Nadie lo soportaba en la Empresa de información y radial, pero era un magnate de mucho dinero, y compraba hasta las almas en pena, si así lo deseaba. Estaba implicado en otros negocios, para él, la empresa era solo una excusa para fastidiar a las personas.
Las ataduras le hicieron reflexionar en sus épocas doradas de joven, cuando la presión de las cuerdas le produjo un dolor que entumeció la muñeca, recordó cuando por primera vez lastimó a alguien golpeando con un martillo aquella parte de la mano derecha. Era un ajuste de cuentas por un dinero que no había sido pagado en término. Préstamos. Así fue como arrancó el viejo Lorenz.
Luego con el pasar de los años llegó a tener un imperio entre el poder y la corrupción ¿Por qué será que el yugo de aquel corrompe? Fue una pregunta que siempre se hizo, pero lo disfrutaba, como disfrutaba el manipular psicológicamente y físicamente a sus víctimas, aunque nunca logró convertirse en un asesino, si limpió con dinero sucio (valga la ironía) los trapos de alguna calamidad producida fuera de sus manos.
¡Las ataduras! ¿Te duelen no? Duele, si, duele. Dilo una vez más a placer de mí,
Quiero la parte extrema de su pescuezo, allí, esas suculentas venas. Sí, quiero esa parte maltrecha que se hincha cuando se burla de la desgracia.
El viejo Lorenz, hacia una semana había desaparecido, fue en la noche del aguacero, donde los truenos manifestaron un espanto del cielo, y todo pareció caer en una marea de agua venía desde arriba. Lorenz, era uno de esos que se quedaba a veces hasta tarde en el trabajo.
A pesar de no hacer nada de nada, solo le gustaba el placer de ver que nadie se fuera antes, sino que todos se fueran en el horario, o hacerlos quedarse hasta tarde, luego de muchas horas de trabajo. Era un capitalista salvaje, y tecnócrata. Tenía muchas empresas, y cada una de ella era un terror. Desplomaba ciudades, y pueblos enteros, pero no ondearemos en tanta explicación. El viejo Lorenz desapareció, y nadie sabe de él. Algunos especulan que está escondido debido a un problema de impuestos. Otros hablan de la mafia, hay quienes manifiestan un ajuste de cuentas. Y tal vez las leyendas se lo llevaron. Nadie sabe, y las noticias deambulan como el viento de un lugar a otro de la ciudad. De un lugar a otro del país, a varios países, y regiones.
En su escritorio encontraron una nota, en una letra deforme. Eran unos símbolos que no se daban a entender, parecía las raspaduras con una pluma de tinta. También estaba derramado el tintero con un líquido que se dirigía a ningún lado generando una mini laguna, entonces las pistas y huellas con las pruebas realizadas, solo arrojaban ello. Pues no parecían otras pistas que hablaran de que se dirigió hacia afuera. En su despacho estaba todo completamente cerrado. Tenía una gran ventana, pero nos referimos a una oficina en un décimo piso de la parte céntrica de la ciudad. Totalmente cubierto.
Sin duda era una intriga interesante su desaparición, la mayoría de los medios explicaban con informaciones vagas sobre su paradero a fin de poder encontrar al magnate multimillonario que monopolizaba todo lo referente a medios de comunicación. A Xavier, empleador de confianza en la radio de mayor popularidad el importaba un comino lo que fuese que le ocurriera, pero el odio hacia su jefe, y alumnos era solo un comienzo de lo que vendría
- No te muevas, no puedo realizar las tareas le dicen al viejo Lorenz. –
El grupo de los adolescentes siguen trayecto por entremedio del bosque. Lo que no saben es que adentrarse en lugares inhóspitos conlleva a misterios sin descifrar, y ello es un destino incierto que puede finiquitar en tragedia.
- ¿Conoces la leyenda de los siameses Berthol? – comenta Jaime a Ernest. –
- Claro que la conoce, como la palma de su mano - le menciona a Clarice. –
- Conozco una de tantas leyendas. – Le expresa Ernest sin vanidad. -
- Él, posee un libro de anotaciones de un tal Diogo estemm. – cita Jaime. –
- Diogo Da silva Filho. – responde Elvio sin observarlos. -
- Exacto, dicen que él, estuvo en el pueblo de Baba. Escribió unas notas sobre el pueblo de Baba, y los siameses Berthol
- Las notas no dicen nada más, aparte de su llegada, hasta que se encuentra con ellos. Posiblemente logro escapar, sino no habría escrito tales escritos. –
- ¿Quizás no? Las notas pudieron ser escritas por otro. Estamos hablando del hijo de Diogo. La leyenda manifiesta que Los siameses Berthol destruyeron el pueblo, y lo convirtieron en un submundo entre el mundo que conocemos, y el basto orco de las penas juzgadas.
Quando a gente começo a escrever esta historia, nao achava tanta morte, e horror.
Al estar en la cama atado, parte de las extremidades faltaban, luego los Berthol, con una manera fina, y quirúrgica iban implantando trozos que no correspondían. Tenía un pie más ancho que el otro, y un brazo más largo con uñas. La mujer de una belleza plena lavaba un cuerpo diseccionado, era una de las que pertenecían a la familia Berthol. Mis verdaderas partes, fueron alimentos para cerdos, no servían para nada. El pueblo es un mundo de tinieblas que no pertenece a nada, ni siquiera al limbo, y los Berthol son los demonios de estas profundidades. La familia fue masacrada, y los menores fueron rescatados de aquella miseria que propinaba los pobladores que querían ver destruida a la familia. Se hablaban muchas hipótesis, en cuanto animales muertos. Años después los vemos. Vemos lo que ocurrió. Ahora estoy aquí oyendo los relatos de un padre, antes de ser parte de aquella ceremonia macabra, pues todos estamos metidos en este lúgubre lugar de muerte. Ellos se lo han llevado, ahora me llevaran a mí, en cualquier momento. Todos estamos metidos en esto, todos, absolutamente todos.
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Editado: 22.09.2023