Los Siete

CAPÍTULO IV

⇝ LA CONDENA DE LA PRINCESA ROJA ⇜

"Y todos la lastimaron hasta el punto de odiarse ella misma."

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Uno de los 12 caballeros sagrados reales me tomo rápidamente por la garganta, sin piedad alguna.

- Yo no... - Las palabras no lograban salir.

- ¡Ja! Ahora pretendes ser noble y virtuosa. - Agrego la Reina desde su trono con desdén. - Llevensela.

Khaled me jalo bruscamente del agarre de este y me arrastro hasta el cuarto de penitencia, al que todos y cada uno de nosotros temíamos entrar. Allí se encontraba reunido el personal del palacio, la nobleza y el alto clero, quienes hacían presencia con el fin de que tal acto los condujera a no cometer ningún tipo de errores, con los cuales pudieran terminar en mi situación.

Dos de los caballeros me colocaron un par de grilletes de plata en ambas muñecas, los cuales causaron un dolor inminente con el solo tacto a mi piel.

- Súbditos míos... - Grito Khaled.

La cara de todos estaba llena de temor, mientras que la nobleza esperaba de esto un gran espectáculo.

- Por desobediencia a las reglas del Rey, por atacar a un sagrado y por robar las joyas reales de la Reina, esta mujer sera castigada, tal cual como lo manda el libro sagrado.

Alguien desde atrás vendo mis ojos y rasgaron la tela de mi vestido que cubría mi espalda; de esta manera el castigo comenzó...

- Un latigazo por desobediencia... - Menciono Khaled, mientras que mi verdugo cumplía con su tarea.

El tacto de aquel látigo espinado rasgo mi piel al primer impacto. Un gemido de dolor escapo sin control de mi boca y la venda que cubría mis ojos comenzó a humedecerse de lagrimas.

- Dos latigazos por atacar a Silas, el sagrado. - Condeno Khaled firmemente.

Mis gritos de dolor resonaban por todo el lugar.

- Tres latigazos por robar las joyas reales de nuestra Reina. Y el doble del castigo por... - Pauso. De un momento a otro lo sentí cerca, su respiración se poso en mi oído al levantar mi rostro y susurro. - Por simplemente ser tu, Evanía.

Continuaron con mi castigo, mientras que yo solo podía intentar aguantar hasta el final de el.

De pronto las puertas de aquella habitación retumbaron. Y una gruesa voz se escucho...

 

~ Auxilio. - Gritaba mi mente. ~  

 

- ¿Que sucede? - Pregunto el Rey.

- ¡Padre!

- Khaled responde... - Todos se encontraban en silencio. - ¿Evanía? - Pregunto el Rey. - mmm... entiendo. - Dijo él.

Yo apenas escuchaba lo que sucedía a mi alrededor con las pocas fuerzas que me quedaban.

- Veo, hijo mio, que mortificas la carne de esta joven... - Acaricio mis heridas.

- Señor... - Emiti.

- Sigue, es tu deber como próximo heredero al trono que estos plebeyos corrijan sus errores.

- N-no. - Susurre.

- Eso si, no dejes que esta bandada de hambrientos toque ni una gota de su sucia sangre. ¡Te lo advierto! - Agrego firmemente antes de marcharse.

No se muy bien cuanto tiempo transcurrió, pero fue eterno. Me desataron y caí al suelo, ya sin ninguna fuerza. Alguien mas levanto de mi, me traslado a otro lugar y arranco la venda que cubría mis ojos; el sol me cegó por unos segundos y luego, allí, con una amplia sonrisa, el primer rostro que vi, Silas. Me había atado fuera del balcón real, para que todas las personas vieran lo que había sucedido dentro del palacio como escarmiento de lo que pudiera ocurrirle a ellos si son desobedientes del Rey; ato una de mis muñecas nuevamente y se marcho.

- Desde ahora... - Grito Silas hacia las afueras mientras se posaba a mi lado. - Ustedes, los de sangre noble que habitan este reino pueden pisotear a esta mujer como quieran. - Me levanto por el brazo y luego me dejo caer bruscamente. - ¡Hasta que ella me ruegue!

Entre la multitud. - Tenemos un nuevo juguete. -  Se escucho decir a alguien, mientras aplausos por tal comentario aparecían.

*** ' *** ' ***

- Esta perra ni siquiera se ajusta a mi apetito pero... - La escuche reír un poco, sabia bien que era Tabata. - Ya que Silas lo anuncio, no perderé la oportunidad.

- ¡Para! -  Dije lo mas firme que logre emitir antes de que se atreviera a tocarme. Levante la mirada y la fije en ella.

- ¿Eh? Te estas revelando.

- Esto sera interesante. - Dijo alguien mas.

- ¿Porque? ¿Porque siguen escuchando a ese vampiro? - Pregunte con arrogancia. - ¿Acaso ya no tienen dignidad? Ustedes también podrían llegar a estar en mi lugar. Siendo castigados solo por diversión.

Me tomo la rubia frente a mi fuertemente por el cabello.

- No te oí. ¿Dijiste dignidad? ¿Tu? Sangre sucia. ¿como te atreves a hablar de ello? - Me abofeteo. - Entonces dime ¿la dignidad se podría comer? - Lamio sus labios.




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