Estefan se quedó helado mientras observaba a Natalie con mirada analítica.
Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de su problema?
El era médico. Si había alguien que debería haberlo notado, ese era él.
Haciendo memoria no conseguía recordar ningún gesto o costumbre que pudiera haberle dado pistas. Incluso cuando se había acercado a ella en la oficina no había tenido que hacer nada fuera de lo normal para atraer su atención. Y sin embargo, a juzgar por el modo en que había conversado con Katie, Natalie leía los labios con más maestría de lo habitual.
Estefan llegó a la conclusión de que su sordera debía de ser grave aunque aún le quedaba suficiente capacidad auditiva como para que el aparato fuese efectivo.
Tan pronto como Katie se encaminó a los vestuarios Natalie se volteó.
Sin saber por qué deseaba que ella se quedase unos minutos más, Estefan la sujetó por el hombro. A través de la húmeda camiseta sintió el delgado tirante del bañador, su altura la favorecía, parecía un ángel por su delicada piel. Era extraño el torbellino de sentimientos que tenía solo con estar cerca de ella.
Natalie lo miró fijamente. En sus ojos había decepción, desánimo.
Él, sorprendido, preguntó:
-Esta todo bien?
Hacía sólo unos segundos, mientras hablaba con Katie, Natalie había estado mas animada...
Ella se encogió de hombros.
-Ha sido un día de mucho trabajo. -Respondió secamente.
Problemas?
-Sí, se puede decir.
Él permaneció en silencio esperando a que ella le diera más detalles.
-¿Se le ofrece algo, doctor Alexander? -le preguntó ella alzando una ceja.
Él dejó caer la mano.
-¿Podríamos dejarnos de formalidades? Al menos mientras no estemos trabajando.
Natalie se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja.
-Supongo que sí -
-perfecto, dijo él con una sonrisa que esperaba la hiciese sentirse más en confianza.
-¿Necesita algo? -repitió ella en un tono neutro y con una expresión indiferente.
La sonrisa de él desapareció tan rápido como sus ganas de conversar. Jugueteó nerviosamente con las llaves que llevaba en el bolsillo.
Tengo que rellenar algún impreso? Para dar mi permiso, o para la autorización médica...
Ella asintió.
-Hay varios. Se los daré a Katie antes de que se vaya.
El ruido de otras voces les interrumpió. Estefan se giró para ver acercándose a dos chicos y una chica, todos de la edad de su hermanita.
-Hola, entrenadora -dijo el más alto al tiempo que hacía gestos con las manos.
-Hola, Adam. Me alegro de ver que habéis podido venir los tres -replicó ella en voz alta al tiempo que lo decía con las manos.
Ahora que los chicos reclamaban toda la atención de Natalie, Estefan subió a las gradas y escogió un asiento.
Durante las dos horas siguientes él permaneció absorto en el entrenamiento, animando a Katie mentalmente cuando Natalie la cronometraba. Si, en el fondo, había tenido algunas dudas sobre las habilidades de Natalie como entrenadora éstas se esfumaron en la primera hora.
- Vamos, Adam, con las palmas hacia afuera...
-Katie, que no se te olvide estirar los dedos de los pies.
-¡Richard, tienes que dar la patada más fuerte!
-Sara, la espalda más arqueada cuando levantas los brazos...
De vez en cuando las cabezas surgían del agua, escuchaban durante unos segundos y volvían a sumergirse. Era evidente que ella esperaba que se esforzasen y ellos obedecían sus órdenes como marionetas dispuestas a complacerla.
Mientras ellos nadaban, Natalie caminaba por el borde, dándoles ánimos e instrucciones. Estefan perdió la cuenta de la cantidad de metros que nadaron, pero ella recorrió la misma distancia andando y se detuvo sólo el tiempo necesario para secar un poco el suelo de toda el agua que habían salpicado los nadadores.
Mientras ella caminaba, él se deleitaba contemplando la forma de sus hermosas piernas y se divisaba un poco las curvas que se ocultaban bajo la larga camiseta. Cada vez que el agua la salpicaba el tejido se iba volviendo más transparente y él deseó poder ver algo más que la oscura silueta de su bañador. Aun así, pudo advertir que estaba bien proporcionada.
El cuerpo femenino no constituía ningún misterio para él, pero la que tenía ante sí no provocaba su interés médico exactamente. Era mala suerte que sus hormonas hubiesen decidido fijarse en una mujer con la que no tenía ninguna posibilidad.
Se frotó la nuca. La reluciente piscina lo atraía y deseó poder arrojarse al agua fría en busca de apagar la calentura para si bajar el inconveniente que se formó en su pantalón. Por un momento se imagino a Natalie como un bollito mal amarrado dentro de un montón de abrigos en una cumbre fría nevada en vez de en una playa tropical, casi desnuda con un bikini de 2 piezas que hacia su trasero más apetecible...
-Se acabó por hoy -anunció Natalie a los jadeantes jóvenes- Estefan salió de su ensoñación después de escucharla.
Lo habéis hecho muy bien.
Adam salió del agua gruñendo.
-Entrenadora, ¿por qué nos ha hecho nadar tanto en el primer día de vuelta? Estoy destrozado.
La musical risa de Natalie resonó en el aire.
-¿Quieres que cancele tu cita de hoy para que puedas descansar? -dijo adoptando un gesto pensativo.
¿A quién le toca hoy, a Erica o Susan?" Adam sonrió.
-Creo que ya me estoy recuperando.
-Ya me lo esperaba. No lo olvidéis: mañana, las ocho en punto.
Mientras los cuatro adolescentes se encaminaban a las duchas, Estefan se puso en pie y acomodó su pantalón. Para luego dirigirse hacia ella. Por la razón que fuese, Natalie no se había mostrado dispuesta a conversar antes, pero él pensaba hacer otro intento.
Aunque su relación no pudiera llegar ser íntima tenían que hacerse amigos. Era la única manera de que ambos consiguieran lo que querían.
Natalie metió en su bolsa de deporte las húmedas toallas pidiendo mentalmente que los jóvenes se dieran prisa. El cansancio físico y mental había hecho presa de ella súbitamente y se moría por salir del pabellón, meterse en el coche llegar a casa para dormir por 2 días seguidos.