Natalie empezó a sentirse agobiada. Estaba a cargo del único laboratorio de microbiología de toda la ciudad y la responsabilidad de encontrar la causa de aquella enfermedad empezaba a pesarle. Durante las horas siguientes reexaminó lo que había descubierto en la absoluta quietud del laboratorio.
Se concentró totalmente en los montones de notas que había tomado y analizó toda la información que pudo para tratar de encontrar algo en común entre todos los pacientes afectados.
-¿Todavía estás aquí?-dijo una voz de hombre a cierta distancia.
Ella, absorta aún en lo que estaba leyendo, contestó sin pensar.
-Eso me temo...
Al sentir una cálida mano en la espalda dio un respingo y se volvió para ver a su inesperado visitante.
-¡Estefan! -exclamó-, Joder me has dado un susto de muerte.
La sombra de la barba de 3 dias le acentuaba los hoyuelos de las mejillas.
-Lo siento -dijo sin parecer muy arrepentido y señalando a continuación el reloj que llevaba-. Sabes que hora es?
Natalie miró al reloj de pared. Eran las ocho y media y hacía bastante que había pasado su hora de salida.
-No me he dado cuenta confesó.
-Me imagino que no has cenado.
-No he tenido tiempo... -empezó a decir ella aunque de repente estaba muerta de hambre.
¿Estás a punto de descubrir algo?
-No, por desgracia no -dijo arrojando el lápiz sobre el cuaderno con un suspiro-. Es como si me faltase una pieza del rompecabezas, y no sé cuál puede ser.
-Necesitas descansar un rato declaró él-. Y no hablar de trabajo para nada. Cuando vuelvas tendrás la mente más fresca y encontraras esa pieza que te esta volviendo loca.
Espero que tengas razón -dijo ella poniéndose en pie para lavarse las manos-.Tú tampoco has cenado?
El negó con la cabeza.
-Katie se ha ido al cine con unos amigos y me tocaba hacerme la cena.
Y a qué has vuelto ahora? ¿Por algún paciente?
Él adoptó un gesto manso y repuso: -Estabas un poco tensa cuando me he ido, así que imagine que te quedarías hasta tarde.
-Buena deducción -replicó ella halagada por aquella atención-. ¿Dónde vamos? -dijo recogiendo el bolso.
-Hay un buffet oriental en el centro, como a 15 minutos de aqui me lo han recomendado bastante pero no he tenido tiempo de ir.
-¿Comida china?
Perfecto.
Poco después ambos se dirigían a una mesa en un rincón que tenia una hermosa vista- Sin lugar a dudas este restaurante tenia el mejor arroz frito con pollo Gong Bao de la ciudad, su estomago agradeció toda esa comida rica.
-¿Qué crees que le puedo regalar el mes que viene a Katie por su cumpleaños? -le preguntó Natalie.
- Cualquier cosa le encantará y mas viniendo de ti.
A ella le vino a la mente un bonito collar que había visto en una joyeria que se podia personalizar. Quedaría perfecto para la ocasión.
-¿Piensas organizar una fiesta grande?
Él negó con la cabeza mientras tomaba algo más de comida.
-Sus amigos la invitaron a cenar fuera, así que hemos pensado que lo mejor sería que luego viniesen todos a casa a pasar la noche, desde pequeña siempre le han gustado las pijamadas va ser algo simple ver películas, escuchar musica, comer frituras y muchos dulces.
Estefan levantó la vista de su plato, y se quedó mirándola fijamente.
-Tienes una manchita de comida en los labios- comentó él.
Ella se frotó de nuevo los labios.
Él meneó la cabeza.
-No, así no.
Déjame a mí -dijo tomando la servilleta para limpiarle la mejilla. Aquel contacto se sintió como si una corriente eléctrica le hubiera pasado por la cara.
-Ya está - dijo Estefan con una sonrisa de satisfacción.
Pero aquella sensación chispeante que procedía del punto exacto donde él la había rozado continuó.
La expresión burlona de Estefan la hizo sospechar.
-No tenía nada, ¿verdad? -dijo mirándolo como si quisiera leerle el pensamiento.
La sonrisa de él se hizó más pronunciada.
Puede ser dijo alzando uno de los anchos hombros-. O puede que sí. Su jovial gesto le hizo pensar cómo habría sido durante los felices días de su juventud.
El amontonó los platos vacíos en una de las bandejas.
Quieres una galleta de la suerte?
-No las he visto, ¿y tú?
No, pero voy a preguntar. Se acercó al mostrador para llevar los platos sucios con un porte regio incluso cuando realizaba un acto tan simple se veia guapísimo.
Natalie bebía agua mientras pensaba lo agradable que había sido la última hora. Ni siquiera se había dado cuenta de que ya estaban solos en el restaurante, había estado demasiado pendiente de él como para prestar atención a los detalles.
Cuanto más tiempo pasaba con él, más atraída se sentia. A cada momento descubría una faceta nueva de su personalidad. Nunca hubiera pensado que le gustase hacer bromas. Era una característica que se le escaparía a un observador ocasional. Pero allí, en el fondo, estaba. Natalie se preguntó qué otros rasgos frívolos habría enterrado bajo la carga de responsabilidad que le había correspondido en la vida.
De hecho no había detectado en él ningún aspecto que considerase negativo. Le encantaba todo en él porque cada una de las cualidades contribuía a hacer a Estefan Alexander un hombre único.
Natalie contuvo la respiración. Se estaba enamorando de él. Aquella chica que había jurado ser independiente y mantenerse alejada de los hombres dedicados a la medicina había caído por el encanto de un médico. Muy cierto es lo que dicen del odio al amor solo hay un paso
Cuando Estefan regresó unos segundos después, ella le ofreció una deslumbrante sonrisa. -¿Las has encontrado?
Él se dejó caer en la silla.
- Sólo quedaba una. Tendremos que compartirla -dijo partiendo la galleta en dos mitades y tomando el papel del interior.
Su cara se mantuvo impasible mientras leía el mensaje.
-¿Qué dice? ¿Lo de siempre verdad, que hoy es tu día de suerte y todo eso?