Los sonidos del amor

Capítulo 15

Rob se cruzó de brazos. -No se aprecia un gran cambio-empezó a decir.

-Tu padre me dijo lo mismo el año pasado - le dijo ella-. Los cambios pequeños se suman y finalmente dan como resultado un cambio grande. Dime la verdad puedo quedar completamente sorda?

-No pensemos en lo peor -insistió Rob-. Puede que se estabilice en algún punto.

-Cuándo?

-Sabes que no puedo predecir eso - contestó él.

Natalie suspiró.

-Mientras tanto no anticipes problemas. Cada día hay avances en este campo -dijo tomándola por un hombro. Y porfavor no solicites aún un perro guía para sordos.

Jajaja muy chistoso.

Que! No me mires así solo intentaba aligerar el ambiente. -Dijo Rob

-Si hay algún cambio no dudes en decírmelo. Nos vemos en la próxima consulta.

 

Natalie pasó la tarde escogiendo el regalo de cumpleaños de Katie, necesitaba distraerse tener la mente ocupada la ayudaba a no pensar en su problema. 

La alegría de su éxito profesional no volvió a ser la misma tras la cita con el audiólogo. La idea de vivir en un mundo silencioso, de no oír el canto de los pájaros, el llanto de un bebé o la voz de un ser querido era algo que no podía soportar.

Natalie tragó saliva para intentar deshacer el doloroso nudo que se le había formado en la garganta mientras caminaba por la joyería, un bonito collar llamó su atención consistía de una fina cadena y un dije con la letra K todo bañado en oro que podía personalizar colocándole nombre, una bonita sonrisa se iluminó en su rostro al pensar en la pequeña Katie.

De vuelta en casa una avalancha de pensamientos la aturdio, por un lado le aliviaba que Estefan conociese su problema y aún así se sentíese atraído por ella, por otro lado se preguntó si eso no cambiaría en caso de que se quedase sorda por completo. No sabía qué le dolería más: si perder el oído o perder a Estefan.

Suspiró y se obligó a dejar de auto compadecerse. La vida le había parecido tan sencilla antes de enamorarse...

 

La vida había sido mucho más sencilla en la facultad de medicina, pensó Estefan sentado ante la televisión encendida a la que no prestaba atención ninguna.

Todo su ser se había centrado en los libros de texto, los pacientes y las prácticas en el hospital. Y después en su madre y Katie. Lo demás era secundario.

Aunque aún tenía el trabajo y a su hermana, que reclamaban gran parte de su atención, ahora Natalie se había convertido en una parte igualmente fundamental en su vida.

-Mira, mirá aquí -exclamó Katie dando un brinco en el sofá-: Natalie esta en las noticias.

Estefan salió de sus reflexiones para prestarle atención a aquel minuto de información. La cámara mostraba la imagen de Natalie en su reducido laboratorio de microbiología y ella hablaba de su participación en el descubrimiento específicamente y de la medicina de laboratorio en general.

El se preguntó si las cadenas de Denver habrían contado la noticia. Cuando Harrison Pike se enterase del éxito de su hija, sin duda, se le saltarían los botones de la camisa al hinchársele el pecho de orgullo.

Cuando pasaron a otra noticia Katie comentó, fascinada:

-¡Es la mejor y la quiero de cuñada! - y sin esperar respuesta añadió-. Me voy a la cama. Buenas noches -dijo dirigiéndose al dormitorio. Dejando a Estefan con la palabra en la boca.

Él apagó la televisión y agradeció el silencio. Miró un puzzle a medio hacer y su mente volvió al punto en que se encontraba cuando Katie lo interrumpió. Había deseado hacer más, mucho más que besar a Natalie. Y ella también.

Los recuerdos del laboratorio no salían de su mente, el deseo lo enciende de nuevo y su amiguito comenzó hacer acto de presencia, el imaginarse tocar y besar todas esas curvas hacia que su corazón bombera sangre a lugares equivocados. De nuevo iba tener que recurrir a un buen baño frío para bajar el problema. Ha esté punto ya iba sufrir del síndrome de bolas azules. Ser un vigilante, un ángel de la guarda y un platónico amigo ya no le bastaba. Quería muchísimo más.

Por desgracia el pacto con su padre era un problema. Tener secretos con quien se mantenía una relación amorosa no era buena idea. Podía confesarlo todo y provocar la cólera de Harrison, pero si lo hiciese, Natalie quedaría destrozada. Y sólo pensar en verla triste dolía en su corazón.

Cuando se enterase de que la influencia de su padre había llegado hasta aquel punto de chantajear lo para estar pendiente de ella, provocaría que no volviese a dirigirle la palabra nunca más, y Estefan no quería contribuir a eso.

El perder a su padre a tan temprana edad y a su madre recientemente, lo había enseñado a apreciar el valor de la familia. No podía robarle eso a alguien a quien amaba.

-Soltó un enorme suspiró. 

A pesar de sus altruistas intenciones, sus deseos de ser sincero tenían mucho peso. Lo que tenía que encontrar era la manera de explicarle la situación sin que ella se enfadase con él y con su padre. Cuando consiguiese encontrar esa manera de alcanzar su objetivo le confesaría todo.

 

Él sonido del teléfono sobresalto a Natalie, quien fue rapidamente a contestarlo.

-Me enteré anoche, pero era muy tarde y preferí no llamar -fue lo primero que le dijo Harrison Pike a su hija a través de la línea telefónica-. Y también ha salido en el periódico esta mañana. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti.

-Gracias, papá -replicó ella sintiéndose muy feliz y olvidando el agotamiento.

Aunque había planeado descansar bien aquella noche, el torbellino de ideas no se había detenido.

-Yo sabía que eras capaz de hacer algo grande -se jactó él. Esta es la prueba. Me imagino que lo harías todo tú sola...

-Hasta cierto punto -respondio ella-. Estefan estaba a mi lado en aquel momento y ambos estuvimos comentando varias posibilidades y entonces decidimos empezar a buscar parásitos. Y los encontré, aleluya.




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